Después de hacer público su compromiso, Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton han anunciado el día y el lugar en el que han decidido casarse. Ellos querían fuera en la primavera y pensaron en el mes de marzo. Los servicios de protocolo les advirtieron del posible mal tiempo en esas fechas en Londres, así que al final se han decidido por el viernes 29 de abril. El lugar nunca ofreció dudas: la abadía de Westminster, el escenario que tradicionalmente elige la familia real británica para las grandes ocasiones. Aunque hubo excepciones. Carlos de Inglaterra y Diana escogieron la catedral de Saint Paul.
La boda ha levantado gran expectación en Reino Unido y también algunas críticas. El obispo de la Iglesia anglicana Peter Broadbent fue destituido por sus «comentarios profundamente ofensivos» sobre el matrimonio de Guillermo y Kate, al que auguró «no más de siete años» de duración. El obispo de Londres, Richard Chartres, aseguró estar «horrorizado» por las afirmaciones de Broadbent en su Facebook, donde aseguraba que los miembros de la monarquía británica eran unos «mujeriegos». «Los Windsor y sus antecesores no tienen un buen historial en cuanto, a la duración de sus matrimonios», escribió. «No los conozco, y no me corresponde celebrarlo. Solo desearía que no tuviéramos que pagarla». Broadbent pidió disculpas, pero no le ha servido de nada. El obispo de Londres, como se ve, es un pusilánime. Se horroriza con facilidad por tonterías y no por lo importante.
Como se ve en todas partes cuecen habas pero este obispo anglicano, él sin pelos en la lengua, no hizo más que describir la realidad. No fue políticamente correcto pero no me imagino por estos lares a un obispo de Madrid diciendo algo parecido: «Los Borbones son unos mujeriegos y la boda en La Almudena que la paguen ellos». Hubiera estado de traca. De todas formas, este tipo de críticas, poco a poco van dejando su poso.
Los gastos de la boda británica serán pagados por la familia real británica y por los padres de la novia, propietarios de una empresa que organiza fiestas infantiles. Correrán a cargo del Gobierno los gastos extras derivados de las medidas adicionales de seguridad que deberán adoptarse en Londres con motivo del enlace, así como en el transporte.
Aquí nadie sabe cuánto costó la última boda, solo sabemos que la pagamos todos a escote. La primera, la de Elena y Marichalar, costó una millonada. La de Cristina y Urdangarin, otra. Y la de Felipe y Leticia, algo astronómico. Y la pagamos entre todos, y la soportamos, asimismo, entre todos. Esa es la diferencia. Por eso me quedo con el obispo anglicano. Es un tipo jatorra.