Oenegés

El primer mandamiento: no generalizarás. Empecemos por ahí. Sería una injusticia sobre otra injusticia que la capa de mugre que envuelve a determinadas organizaciones autoproclamadas benéficas se extendiera a entidades y personas que se lo curran a pulmón para tratar de hacer un mundo más llevadero. Entre la mejor gente que he conocido se cuentan hombres y mujeres que regalan su vida a causas que los tipos resabiados con barriga, como servidor, damos por perdidas. Conste en acta, pero conste también la recíproca. No pocos de los seres más abyectos que me he echado a la cara hacen profesión —literalmente— de la solidaridad, el buenrollismo y la santurronería. No imaginan la mala sangre que hago viendo a hijos de la gran chingada sin matices pasando por lo más de lo más de la denuncia social.

Por eso no me sorprende en absoluto que de tanto en tanto, como ocurre ahora, nos bajen una gota la venda y nos encontremos con que algunos de los predicadores del bien se dedican a hacer el mal a destajo. Al revés, lo que me extraña es que tras un quintal de escándalos a cada cual más hediondo, sigamos picando en los anzuelos que nos tienden estas mafias travestidas de cofradías filantrópicas. Les hablo, sí, de esos titulares gritones que nos regalan cada equis sobre desigualdades terroríficas, situaciones de exclusión del recopón, estadísticas escalofriantes de todo pelo que se sacan de la sobaquera o, en general, desabridas denuncias contra el mismo perverso capitalismo que subvenciona las juergas con putas de sus dirigentes. Piénsenlo la próxima vez que traten colarse no sé qué historieta sobre la miseria.

Un comentario en «Oenegés»

  1. Yo creo que el problema va más allá de este episodio, a partir del cual sería efectivamente injusto generalizar.
    Sucede que muchas de estas organizaciones funcionan dada vez más como empresas, sin pretender que ello implique algo negativo en sí mismo. Nada tiene de malo la empresa (al revés) ni en ánimo de lucro pero para este tipo de objetivos y causas empieza a chirriar cuando ya parece más que se prima el aspecto…empresarial.
    Los centros urbanos se llenan de “activistas” y “voluntarios” en labores de captación, que no son tales…sino personal contratado. Comerciales a comisión (miserias) por objetivos de hacer x socios a la semana o a la calle. Una vez más; mi más profundo respeto y hasta admiración por el trabajo de comercial de infantería, a puerta fría o, sin puerta, a esquina fría, en mitad de la calle intentado parar a ciudadanos que pasan de largo, hacen que hablan por el móvil o, el más amable, se disculpa porque “va con prisa”.
    Son chavales a los que han llamado de la ETT o similar y que les da lo mismo vender seguros que contarte un proyecto de una planta de potabilización en Kenia.
    Repito; el problema no está en ellos. Pero sí me chirrían esas ONGs que funcionan así, que compiten entre sí por su cuota de mercado con comandos comerciales en precariedad laboral pateando las calles.
    Por razones laborales me llaman ONgs para solicitar ocupar un espacio para labores de captación en un edifcio de tránsito público en cuya gestión trabajo. Y ya es no te llama ni la ONG. Te llama un gestor de relaciones externas o coordinador de marketing o cargos similares de empresas intermediarias con rimbonbantes nombres en inglés…que…lógicamente se dedican a ello…con ánimo de lucro. A los chicos tú les explicas que no pueden perseguir a la gente, que no pueden ser intrusivos, no agresivos…pero, claro, si no captan, no cobran o les echan y andas todo el día detrás de ellos.
    Al final la sensación es la de una estructura empresarial con los modos y formas de las empresas (que hay valores muy positivos en la cultura empresarial pero no creo que el altruismo y la solidaridad sean los prioritarios) y con unos cuadros de mandos, directivos…que se dedican profesionalmente a ello y que lo hacen porque cobran. Y la conclusión es que ahí hay negocio…más que otra cosa. Por eso habrá tantas.

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