Es del todo comprensible que a los votantes de ERC lo que les pide el cuerpo sea mandar a Pedro Sánchez a freír porras. La bibliografía presentada por el aspirante a prolongar su estancia en La Moncloa contiene mil volúmenes de desprecios, humillaciones y ataques gratuitos al soberanismo catalán. Eso, sin olvidar que la prisión y la expatriación que padecen los líderes institucionales del Procés están íntimamente relacionadas con las andanzas político-judiciosas del ahora mendicante de apoyos. Nadie olvide que el Sánchez opositor estuvo en primera línea de saludo del 155 ni que el reciente Sánchez de la campaña electoral es el promotor del decreto contra la República Digital o el que prometió ir a Waterloo a por Puigdemont y traerlo esposado.
Y a pesar de todo eso y de lo que no anoto por falta de espacio, los dirigentes de Esquerra negocian, que no es poco. Lo hacen, eso también es verdad, con el cheque en blanco que les firmaron sus bases, que permite aceptar o rechazar lo que sea. Como es lógico, tras los primeros contactos con el comité peticionario socialista, la respuesta sigue siendo que no hay tutía. Pero el mero hecho de haberse citado para otro encuentro nos habla de la disposición de los actuales gestores de las históricas siglas a llegar a un acuerdo. No solo eso: también vemos que pudiendo subirse a la parra en las exigencias, se conforman con algo tan mínimo como el compromiso de sentarse en torno a una mesa. En efecto, un chollo para el PSOE, pero ocurre que, a diferencia de los desmadrados herederos de Don Pujolone, ERC es muy consciente de que en este viaje se elige entre lo malo y lo peor.
Pues no, señor Vizcaíno: al menos para muchos indepes, votantes o no de ERC, es claro como el agua que las investiduras gratis ya no se llevan. Tan claro como que un partido independentista debe trabajar por la independencia y no para librar a España de un fascismo al que vota con alegría. Tan claro como que los chantajes emocionales ya no funcionan. Y más les vale a los dirigentes de ERC tenerlo igual de claro, empezando por el desnortado Tardà.
Creo que era evidente que desde la unilateralidad, sin reconocimiento de europa, con las fuerzas económicas y con la mitad de la población en contra de la independencia era casi imposible lograr la independencia en un tris………asumir eso e intentar reconducirlo es una cosa, aunque no sé que hace todavía por ahí el «estratega» de las «100 monedas de plata», pero tras montar semejante pollo suspirar por volver al tinell y apoyar gratis (con mucho disimulo pero gratis) a un «estadista» de la talla de Sánchez es para flipar.
¿Queremos realmente que una mayoría absoluta parlamentaria conseguida de refilón baste para derogarlo todo? ¿En serio? Porque estoy pensando en cierta mayoría que podría conseguir el bifascistón VOX-PP en unos poquitos meses. ¿Esa mayoría estaría legitimada a derogae unilateralmente los artículos que no les gustasen de consti? ¿El Concierto? ¿Los estatutos mismos?
¿Por qué entonces aplaudimos cuando una mayoría catalana así-así derogó absolutamente todo por las bravas? Abrir esas puertas es demencial. Pero, claro, decir esto no queda bonito. Igual que no queda bonito que, al dejar todo el espacio de crítica a la ultraderecha, la estamos legitimando como oposición. La respuesta a señalar los problemas de integración (que existen) o a si crear un derecho penal paralelo, de autor, para solucionar los problemad no puede ser tachar cualquier movimiento de ultraderecha. Porque entonces, la gente termina por comprar todo el pack y retrocedemos décadas.