800.000 contagios en el Estado, y subiendo. No es consuelo que en lo más inmediato, la demarcación autonómica, la cosa parezca contenida, susto arriba o susto abajo. De sobra tenemos aprendido que es cuestión de que vengan bien o mal dadas durante media docena de días para que las cañas se vuelvan lanzas y viceversa. En la montaña rusa de la pandemia se pasa de cero a cien en un abrir y cerrar de ojos. Sin ir más lejos, recuerden lo razonable que pintaba la cosa en Navarra a principios del verano hasta que la curva se puso en punta y este es el momento en que tenemos cuatro pueblos reconfinados y unos números generales todavía preocupantes.
Lo peor, volviendo a mirar el escenario global, es que da la impresión de que se actúa a salto de mata y con criterios más políticos que sanitarios. Madrid es el ejemplo más claro —aunque no el único— de una sucesión de decisiones (o de falta de decisiones) que parecen fruto de una mezcla letal de improvisación, desconocimiento real, incapacidad y, como detonante definitivo, búsqueda del rédito político a peso. Y es muy fácil culpar a la esperpéntica presidenta de la Comunidad, pero quizá alguna responsabilidad tenga el Ministerio español de Sanidad que, ahora por boca del bienamado Simón, comienza a reconocer que los números eran terribles ya hace mucho.
Un asunto me genera muchas preguntas: ¿porqué, siendo EEUU país mucho más descentralizado que España se carga toda la culpa sobre la gestión de la pandemia su presidente (Trump) y, en cambio en España se libra de toda responsabilidad al gobierno central. Personalmente creo que, por ejemplo, el éxito de New York en la gestión de la desescalada y gestión posterior de la pandemia habría que atribuírselo a su gobernador y al alcalde, no a Trump. Por lo mismo, la mala situación de otros estados y ciudades sería atribuible en gran medida a sus autoridades estatales y locales.
Y lo dicho, en España, una vez decaído el estado de alarma, el gobierno central se ha lavado las manos de forma escandalosa. No ha seguido una política antipandemia, ha hecho política con la pandemia. Y por desgracia, no solo el.
El hecho de que más de cien estudiantes, entre ellos muchos de medicina, hicieran una gilifiesta en una residencia universitaria y se contagiaran muchos con alegre imbecilidad, da mucho que pensar.
Si ya de cachorros estos futuros matasanos son así, de mayores serán consejeros de sanidad del Trifachito que por entonces gobernará en España con mayoría absoluta.
¡Vaya panorama!
Podemos pensarlo como una lotería. Hay quien se gasta el sueldo en ello y jamás le toca nada importante. También hay quien se compra un único boleto de Euromillones y le toca el premio gordo. Pero, normalmente, cuanto más números tengas, más fácil es que te toque. A nivel estatal, se han comprado los boletos a mansalva. Quiero decir, que hay zonas ultradensificadas, que se ha abierto el turismo (inútilmente), que se ha dado un ocio nocturno que se salta las restricciones, unos jóvenes que pasan de todo, unos empresaurios que no miran más allá de sus narices, una masa de trabajadores de economía sumergida que no puede parar por una PCR, políticos que no saben aceptar la realidad del coronavirus… muchos lugares tienen alguno o varios de estos factores. Pero, en general, es raro que se han dado todas a la vez. Normal que tocara.
Durante décadas yo hacía sesudos informes que me informaban que por conducto reglamentario llegaban hasta el ministerio.
Nombraron a Celia Villalobos; A Leire Pajín, A Alfonso Alonso (Por lo menos éste se llevó de asesor sanitario a Ramón Gómez Ugalde).
¿Como te quedas? -Filósofo aún podría ser algo.
Medio sistema sanitario se cayó de un guindo.
También éso tiene influencia sobre el número de casos y las decisiones de la actualidad.
De mal en peor y lo que toca por venir, porque en esto también los políticos TODOS quieren ser protagonistas.
Deberían de hacerse a un lado porque no tienen ni idea de gestionar patologías y mucho menos cuando estas son pandemias, y deberían de dejar toda la gestión en manos de profesionales, virologos, epidemiologos, intensivistas, internistas, veterinarios, estos últimos los verdaderos especialistas en zoonosis y los grandes olvidados, etc
Mientras TODOS los políticos no se hagan a un lado, iremos a peor.
Y esas mascarillas de tela que son totalmente inservibles, deberían de estar prohibidos. Solo son unos quitamultas.
Neronek toca un tema interesante: ¿para qué sirven muchas de las mascarillas que vemos por las calles?, portadas por personas más interesadas que estén a juego con el vestido o camisa que llevan, que por evitar contagios. He visto hasta mascarillas «hechas a ganchillo» ( supongo que los lectores sabrán a que me refiero). Es un puro cumplimiento, entendido como «cumplo» y «miento»