Mi animal mitológico favorito es la cogobernanza. Más concretamente, al estilo Pedro Sánchez y en enunciado de su alucinógena vicepresidenta primera (si no me lío con el orden del camarote monclovita), Carmen Calvo. La cosa se viene a resumir en la martingala para timar a pardillos que empleaba un jeta de mi barrio: cara, gano yo; cruz, pierdes, tú. O, aplicado a la gestión de la pandemia, que es el caso que nos ocupa, el Ejecutivo central dicta las normas y las comunidades las acatan, las ejecutan y, por supuesto, se comen los marrones que acarreen, que son un quintal. Vamos, que todo lo que salga mal o disguste a los ciudadanos es culpa de los gobiernos locales. Los éxitos, faltaría más, se atribuyen automáticamente a la fastuosa labor del pastor central.
Semejante principio (o sea, falta de principios) está tan rodado, que hasta ha dejado de ser necesario el estado de alarma. Dice Calvo que en el momento en que el decreto caduque, allá por el 9 de mayo, “se podrían utilizar acciones coordinadas de todas las comunidades cuando se estimen necesarias y que tendrían que ser cumplidas por todos obligatoriamente”. Lo de “acciones coordinadas”, como bien sabemos porque seguimos sufriéndolas, es el viejo artículo 33. Madrid ordena y manda y la periferia obedece, pero eso sí, todo de muy buen rollito.
Alucinógena? Yo la tengo por mas peligrosa que el amianto, te apuñala de frente, de pefil y por la espalda.
Luego llama a Sabin Etxea y es majetona y empatica, no ha colgado y ya esta malmetiendo.
Estilo Psoe, como Idoia la que Mentia.
Incapacidad para coordinar a más de uno con mando, eterna inseguridad en la sagrada unidad de la patria lo que requiere dar teatrales golpes de efecto para demostrar firmeza ante sus votantes, junto a un desconocimiento interesado de lo que supone el funcionamiento de una democracia y del sistema autonómico que ellos mismos han parido.
Que haya más o menos muertos es algo colateral. O sea, Marca España.
Estimado Javier, en tu artículo utilizas el término «cogobernanza», y teniendo en cuenta que el prefijo «co» supone hacer algo en colaboración, en unión o en compañía con otros, siento desilusionarte, pero aquí y en muchos lugares, estamos muy lejos de la co-gobernanza. Y es que , aunque muchos y muchas se disfracen de demócratas, de participativos, de dialogante, y defensores de la co-gobernanza, a poco que se les siga y escuche, te das cuenta de que eso, lo del «co», sólo es una capa muy superficial de su personalidad, de su pensamiento y de su forma de gobernar.
Este Gobierno de punto y coma, que ninguno de los dos que lo forman lo asume como un solo signo, sino que una parte lo entiende como punto y aparte o punto y seguido, según convenga, situado encima, y la otra como coma de pausa y seguimos abajo, no tiene el mejor conocimiento de lo que es cogobernanza ni coordinación. Ambas palabras empiezan por co, pero para ellos es lo más parecido a la coca-cola, fórmula magistral que lo mismo se utiliza para aflojar una tuerca, entiéndase vencer resistencias y tener apoyo flojito, que para sanar la acidez de estómago, entiéndase prometer cientos de veces un ave con tal de tener un continuo apoyo. Tendrían que ir antes a Estrasburgo y a Bruselas a un curso rápido, elemental, básico, primero de gobernanza, legislación, legalidad y jurisprudencia, y después de coordinación, a fin de que con cuatro cositas, mucha practica y paciencia, entiendan las dos palabras mágicas, cogobernanza y coordinar. La transición que nos vendieron se quedó en palabras y no hechos.
No es que el gobierno español necesite muchos alicientes para sacar su vena centralista, pero además tienen la excusa perfecta. Hay una comunidad, Madrid, que se pasa por el forro todas las recomendaciones y bate los records mundiales de contagios y muertes. Una de dos, o le aplicaban el 155, por la amenaza que supone para el resto (deberían pero no quieren) o recurren al ordeno y mando para todas.