La paupérrima calidad de la democracia española no solo se mide en demasías judicioso-policiales como las que hace tiempo dejaron de ser noticia. Ni en la profundidad de sus cloacas pobladas por lo más pútrido de la especie humana. Ni en las obscenas puertas giratorias que sirven para premiar a la vista de todo el mundo los servicios prestados desde el Boletín Oficial correspondiente. Ni siquiera en el latrocinio que se ha practicado —y me temo que se practica, ojo— a destajo y hasta hace poco, con total impudor.
Causa y consecuencia de todo lo anterior, y para mi, la invitación definitiva a abandonar cualquier esperanza de enmienda, es la brutal mediocridad de la mayoría (hay excepciones, por fortuna) de los principales representantes políticos. Hago precio de amigo, porque en algunos casos, como el que da lugar a esta descarga, tacharlos simplemente de medianías es un elogio desmesurado. Ya quisiera el patán con sifón Albert Rivera reunir los suficientes méritos para llegar a lo llanamente ramplón. Ahí tienen a un tipo que ha pasado directamente de delegado de la clase a líder de un partido —gestado in vitro, anoto— que a nada que se tuerzan las cosas, y más allá de las encuestas que inflan sus números, puede sumar con el PP una mayoría absoluta que arrasaría con lo poco decente que queda. Si por lo menos estuviéramos hablando de un perverso con fondo de armario intelectual, cabría resignarse. Pero es que este individuo con trajes caros a medida y labia de charlatán de feria, con perdón para tan honrado gremio, es la viva encarnación de la ignorancia osada y viceversa. Y cada vez tiene más cancha.
Estando de acuerdo en el general, quiera señalar una cosa: prácticamente todos los movimientos «nuevos» en Europa han sido experimentos in vitro con contenidos de siempre. Sea la ultraderecha de AfD o la izquierda marxista de siempre de Podemos, al fin y al cabo, lo único que han hecho ha sido darle un estuche «molón» a algo que ya existía y usar los nuevos medios de propaganda. Al fin y al cabo… la cura milagrera que la gente quiere al ir a votar tanto puede ser un batido de remolachas que de naranjas.
En este sentido, Cs no es más que la carcundia ultracentralista de siempre pero revestida con un barniz naranja.
Me temo que si te refieres a la postura de ciudadanos sobre el concierto-convenio y su cupo en relación con la supuesta igualdad reclamada para todos los españoles, el señalado Rivera no sea tan ignorante como lo tachas.
En primer lugar porque el tema del concierto y del cupo no es, en su concepto general, tan complicado, salvo detalles técnicos, como que cualquiera que haya leído sobre regímenes fiscales lo puede entiender. Segundo porque es evidente, si ha leído la Constitución que dice defender, el tratamiento en la misma de los regímenes forales vasco y navarros no tiene ni de lejos un cariz de privilegio ni reconocimiento de ventaja alguna sobre nadie. Y tercero porque el mensaje de Rivera, como bien apuntas, está suficientemente diseñado en los matraces y probetas de los mejores «think tanks» y agencias de comunicación y estrategia como para concederle ignorancia sobre el asunto.
Yo creo que su mensaje es más bien mentira dolosa, falsedad en el contenido del mensaje, sobre un tema muy estudiado con el fin de llegar con más facilidad al «target» escogido: El votante uniformizado y supuestamente agredido por la desigualdad regional y ciertamente arruinado por la manirrota gestión de las fuerzas mayoritaria y centrípetas de su país.
De hecho soportando atentamente su discurso puede advertirse que miente en varios momentos: Al hablar del cuponazo como de algo que se le paga al País Vasco, emborronando y confundiendo la liquidación de cupos impagados con el establecimiento de los cupos a futuro que era en realidad la Ley que se debatía y votaba, es decir sobre lo que debe cobrar el Estado ( y con ello las autonomías que no pagan cupo) y a la vez al describirlo como un premio de lotería -de ahí el insistente vocablo- que, en el ánimo popular, es un maná deseado por todos, pero que cae a unos pocos, y a otros no.
Todo ese txapapote tóxico de post-verdades que ha utilizado en su mitin electoral en el Congreso de los Diputados, y articuladas con el fin concreto de mostrar algo distinto a la realidad, no es propio de «hombres zafios y toscos», definición de patán en la RAE.
Es más propio de un falsario («Que falsea o falsifica algo»)
…»emborronando y confundiendo la liquidación de cupos impagados con el establecimiento de los cupos a futuro»…
Error: quería decir «sobre-pagados».