Empiezo estas anotaciones a vuela pluma con la intención de dejar constancia para el futuro de los días excepcionales que nos ha tocado vivir. Termine como termine esta pesadilla, que ojalá sea bien, merecerá la pena no perder la memoria de los datos, los sentimientos, las sensaciones, la respiración contenida, las escasas certidumbres y las toneladas de dudas entre las que tratamos de llevar una existencia normal.
Qué nostalgia de aquellos tiempos, apenas anteayer, en que nos hacíamos lenguas del pin parental, el episodio nocturno de Ábalos en Barajas o el fulminante Alonsicidio. Aunque ya por entonces el bicho hacía estragos en China y se presentaba en sociedad en otros lugares de globo, poco sospechábamos —o quizá no queríamos hacerlo— que lo tendríamos no en la puerta de casa, sino dentro, muy dentro: en el instante de teclear estas líneas, 197 contagios en la demarcación autonómica y 22 en la foral, sumando seis muertos.
Más allá de las cifras, todavía infinitamente menores que las de la gripe común, las medidas que no hubiéramos sido capaces de soñar. Clases suspendidas en Gasteiz y Labastida, las fuerzas del orden tratando de garantizar el confinamiento de algunos infectados especialmente hostiles, partidos de fútbol a puerta cerrada, eventos cancelados en cascada, toma casi al asalto de supermercados, o unas autoridades sudando la gota gorda para evitar el reventón social. Y cómo no, con brotes de otro virus paralelo e igualmente letal, el del politiqueo chichipocero a cargo de estadistas de regional que dicen saber lo que hay que hacer porque no es a ellos a quienes les toca tomar las decisiones.
No se a lo que llegará este Covid-19 pero creo que se nos ha ido de las manos. Si en Euskadi hay 200 casos de personas infectadas quiere decir que es algo menos del 0,01% de la población, menos de una persona por cada 10.000 habitantes… La gripe en una año no demasiado malo puede llegar a cerca de 30 personas por cada 10.000.
Ahora viene un momento muy importante para la sociedad española: hay que demostrar que no somos gilipollas. El reto es tremendo.
Y el primer famoso en pillar el coronavirus ha sido Ortega Smith. Precisamente Ortega Smith.
Menudos cracks los guionistas de esta temporada de «España».
Que dice Rocío Monasterio que si Ortega Smith necesita recetas que se las firma sin problema.
Soy profesor de la ESO y tengo que convivir con 30 alumnos/as por aula (cuatro aulas) que no sé si están contagiados/as, pero los tengo a 15 cm cada vez que corrijo algo con ellos/as.
Resulta que todas las plantas de Educación, en donde están inspectores e inspectoras han dejado de aceptar visitas por el coronavirus
Lo que he escrito sobre que los inspectores no reciben y que los profesores trabajamos con 30 alumnos por aula es cierto.
No entiendo la censura que me habéis hecho,salvo por miedo a molestar a alguien influyente.