Vuelvo a revelarme como pésimo profeta. Cuando a primera hora de la mañana de ayer vi que ElDiario.es publicaba que la Guardia Civil incluía tuits corrientes y molientes de EH Bildu en sus informes sobre el clima contrario al gobierno español en la gestión de la crisis, pensé que a lo largo de la jornada ardería Troya. En mi, por lo visto, desfasada visión de lo que es un escándalo de pantalón largo, la información tenía la misma gravedad que otras que acabaron en días o semanas con carreras políticas. De entrada, quedaba confirmado que la bocachanclada del baranda de la Guardia Civil no fue un lapsus ni un error de expresión: en el documento reproducido se lee claramente un epígrafe que reza “Creación de clima contrario a la gestión de la crisis”. Por si eso fuera poco, en el caso de la coalición soberanista, el material recopilado estaba constituido por tuits con los que se puede estar de acuerdo o no, pero que no pasan de opiniones o legítimos posicionamientos políticos.
Para mi perplejidad, a la hora en que tecleo, más allá de los afectados directamente, el asunto no ha tenido mayor relieve ni siquiera entre los habituales denunciadores de mordazas. Casi es natural que el ministro Grande-Marlaska, autor de la orden, haya bramado en público que el filtrador de los papeles se la va a cargar.