Un partido normal

Gol en Las Gaunas, es decir, en El Escorial: “Entramos en una fase en la que nos tenemos que convertir en un partido normal”. Es la versión sin adornos. Entre otras muchas, tienen otra más florida, preñada de metáforas belicosas, como corresponde a quien confiesa sin tapujos tirar de piquito de oro para embaucar a la peña… que se deja embaucar: “La fase del asalto ha terminado. Tenemos que pasar de partisanos a ejército regular”. Palabras, se lo juro, de Pablo Iglesias Turrión, ejerciendo al mismo tiempo de líder máximo de Podemos y de profesor de Ciencias Políticas en un curso de verano de la Complutense.

Elijan si ríen o lloran al pensar en las presuntas bases y cuadros intermedios de la cosa, aplicados en el kindergarden a rellenar la encuesta para la reflexión interna, mientras los de la cúpula del trueno morado contaban al mundo lo que ya habían decidido que sería su criatura en el próximo capítulo: un partido corriente y moliente. Sí, como los de casta casturienta. O en prosa de Iñigo Errejón, tal que esto: “Un Podemos predecible, menos sexy, que genere a lo mejor menos ilusión en los sectores más movilizados, pero al mismo tiempo, menos incertidumbre y menos miedo entre los sectores que miran con posiciones más retardatarias el cambio político”.

Espero que hayan guardado unas gotas de capacidad de asombro, porque la frase definitiva del neoconverso vallecano es esta: “Esa idiotez que gritábamos cuando estábamos en la extrema izquierda y decíamos que la lucha está en la calle y no en el parlamento, es mentira. Las cosas se cambian desde las instituciones”. Los del 15-M estarán encantados.