Un partido normal

Gol en Las Gaunas, es decir, en El Escorial: “Entramos en una fase en la que nos tenemos que convertir en un partido normal”. Es la versión sin adornos. Entre otras muchas, tienen otra más florida, preñada de metáforas belicosas, como corresponde a quien confiesa sin tapujos tirar de piquito de oro para embaucar a la peña… que se deja embaucar: “La fase del asalto ha terminado. Tenemos que pasar de partisanos a ejército regular”. Palabras, se lo juro, de Pablo Iglesias Turrión, ejerciendo al mismo tiempo de líder máximo de Podemos y de profesor de Ciencias Políticas en un curso de verano de la Complutense.

Elijan si ríen o lloran al pensar en las presuntas bases y cuadros intermedios de la cosa, aplicados en el kindergarden a rellenar la encuesta para la reflexión interna, mientras los de la cúpula del trueno morado contaban al mundo lo que ya habían decidido que sería su criatura en el próximo capítulo: un partido corriente y moliente. Sí, como los de casta casturienta. O en prosa de Iñigo Errejón, tal que esto: “Un Podemos predecible, menos sexy, que genere a lo mejor menos ilusión en los sectores más movilizados, pero al mismo tiempo, menos incertidumbre y menos miedo entre los sectores que miran con posiciones más retardatarias el cambio político”.

Espero que hayan guardado unas gotas de capacidad de asombro, porque la frase definitiva del neoconverso vallecano es esta: “Esa idiotez que gritábamos cuando estábamos en la extrema izquierda y decíamos que la lucha está en la calle y no en el parlamento, es mentira. Las cosas se cambian desde las instituciones”. Los del 15-M estarán encantados.

Chillida-Leku tiene futuro

Cada titular periodístico encierra una mentira en potencia y muchas veces, dos. No vean retorcidas intenciones u oscuras consignas, que haberlas, haylas; en la mayoría de las ocasiones es la necesidad de atrapar al tiempo la realidad y la atención de los lectores en media docena de palabras lo que nos convierte en involuntarios Pinochos. “La crisis cierra Chillida-Leku”, coincidían ayer, variante arriba, variante abajo, casi todos los periódicos, tanto los que se editan a tiro de piedra de Hernani como los que tienen plaza a quinientos kilómetros. Subrayemos el par de trolas posibles. O mejor, pongámoslas entre interrogantes, por aquello del beneficio de la duda. ¿La crisis? ¿Cierra? Vayamos por partes.

La crisis, ¿eh? Claro, quién va a ser, sino ese ectoplasma malvado sin domicilio conocido y, por tanto, ideal para cargarle cada mochuelo caído del peral. Qué más da si los planteamientos de negocio o las gestiones son manifiestamente mejorables. Si, dentro de la faena que es bajar la persiana, se tiene la suerte de hacerlo en tiempos de zozobra económica, siempre cabrá salvar la honrilla aferrándose al comodín del público. Incorpórea por naturaleza, la tal crisis no podrá nunca levantar el dedo y negar su culpa. Para qué, si la tiene de todo, incluído el fracaso de las utopías, según estamos viendo.

¿Definitivo?

Segundo posible embuste inconsciente: cierra. ¿Seguro? ¿Es una decisión firme e irrevocable, como desgraciadamente suele ser cada anuncio que afecta, pongamos, a cualquier empresa de doscientos currelas de Encartaciones o la misma Donostialdea? Llámenme suspicaz, pero me da que estamos ante la versión inversa de la profecía autocumplida, es decir, la que se lanza justamente para evitar el apocalipsis que se vaticina. Hay varias instituciones concernidas, de signo político diverso, además. Aunque sólo sea por el qué dirán, ya verán cómo se pelean por pagar la ronda y aparecer en la foto final como los valedores del sueño del escultor. Mejor que no sepan que estos gestos no dan los votos que imaginan.

Conclusión: Chillida-Leku saldrá de ésta. Veremos -eso parece impepinable- cómo echa el candado en enero y el ERE, la parte más dolorosa de todo esto, va a misa. Luego, allá por la primavera, a las puertas de la temporada alta y de las elecciones, resurgirá de sus cenizas. Si en el interín se hacen las cosas medio bien, los nietos de nuestros nietos lo conocerán en pie y los titulares resultones de ayer dormirán en las hemerotecas el plácido sueño de las verdades incompletas.