Suma y sigue con la martingala recurrente. Unas elecciones en Francia, municipales en este caso, y de nuevo, los titulares se ponen en Def Con Dos: “Históricos resultados de la extrema derecha”. En páginas interiores, redes sociales y tertulias fetén, rasgado ritual de vestiduras. Los sesudos argumentos no salen del a dónde vamos a parar, esto no puede ser, pero en qué mundo vivimos y otras trescientas formas de no decir absolutamente nada. Y peor cuando se saca a paseo la indiscutible superioridad moral para reducir a los votantes de esas opciones a escoria inculta e insolidaria, haciendo tabla rasa entre quien echa la papeleta y quien la cosecha. Lo único que se consigue así es que de elección en elección aumente el respaldo a las formaciones populistas, y en un bucle infinito, el tono de los gruñidos que emiten los bienpensantes. Así, hasta que el lobo pardo aseste un zarpazo de verdad y no las dentelladas más o menos dolorosas que ha soltado hasta ahora.
Obviamente, lo cómodo, lo detergente y suavizante de conciencias, es sobrevolar el fenómeno y simplificarlo como una cuestión de unos muy buenos y muy listos frente a otros muy malos y muy tontos. Por supuesto, alineándose con los primeros.
Eso podría funcionar si estuviéramos ante un debate dialéctico donde ganarían los que mejor manejen la retórica. Ocurre, por desgracia, que el asunto se dilucida en la puñetera realidad. Da igual lo bonitos que sean los discursos o la finura de los razonamientos. Mientras discutimos si son galgos o podencos, el curso de los acontecimientos seguirá su avance. Luego quedará lamentarse, como de costumbre.