Escandalizarse

Venga, vamos a escandalizarnos. Pero todos y por todo. Por los penes y las vulvas. Por el autobús contra lo de los penes y las vulvas. Porque lo retiran. Porque vuelve a circular con un par de parches en forma de signos de interrogación. Por la virgen drag del carnaval de Las Palmas. Porque un obispo bocabuzón dice que le duele más lo anterior que un accidente de aviación con 154 muertos. Por el antiespañolismo pueril que destila un programa de televisión emitido un mes atrás. Por el antivasquismo regüeldón de las reacciones correspondientes. Por lo estomagante de las defensas a escuadra de los que aparecían en el mentado programa, que en realidad nadie ha visto entero. Por la cerrilidad de los que aprovechan el río revuelto para llamar al boicot a una película en la que sale tres minutos una de las actrices que figuraba en los recortes del espacio señalado. Por la cobardía sin límites con que la productora del filme —¡y sus compañeros de reparto!— ponen a los pies de los caballos a la actriz para que los bienpensantes retiren el boicot. Porque esa actitud cagueta genera el llamamiento a un nuevo boicot en la contraparte. Por…

Escojan una o varias de las posibilidades. O las muchísimas que me han quedado sin inventariar. Será por motivos para encorajinarse. Y luego, si tienen medio rato, reflexionen sobre los parecidos y las diferencias entre lo que provoca los diferentes vertidos de bilis y las consiguientes alineaciones a favor o en contra. Como harán trampa, igual que yo mismo, las suyas siempre serán la causas razonables. El odio, faltaría más, lo siembran de forma invariable los de enfrente.

Una victoria de Hazte Oír

Continúo con el blues del autobús, que en realidad era una milonga. O mejor dicho, es, en presente de indicativo, porque la vaina sigue adelante corregida con recochineo en cuanto al mensaje y aumentada en número de vehículos. Cualquiera en la piel de los pergeñadores de la campaña habría hecho lo mismo. Insisto en el final de mi columna anterior: se les ha regalado una notoriedad que jamás pudieron imaginar cuando decidieron salir al asfalto a dar la nota. Y si ya lo imaginaban, casi peor, porque eso quiere decir que la manga de carcas que atiende por Hazte Oír tiene tomada la medida a las furibundas huestes progresís que entran como Miuras a cada trapo que les ponen delante. (Apunte mental: estudiar si es que en el fondo son cual para tal o, incluso, si se dan sentido mutuamente)

Habrá quien se plantee, como yo mismo llegué a pensar al primer bote, que esta zapatiesta de diseño también le ha venido bien al mensaje original, al que pretendía concienciar sobre la transexualidad en general y la transexualidad en la infancia en particular. Aquí volvemos a darnos de bruces con la enorme diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada. Es decir, en las chachitertulias y las guachicolumnas, seguramente puede parecer así. A ver quién se atreve siquiera a dar la levísima impresión de no tenerlo claro. Ahora bien, pongan ustedes la oreja en la cola del súper (no vale una delicatesse) o en la barra de una taberna de barrio (no vale un gastrobar hipster), y se toparán con esa parte de la realidad que se prefiere ignorar. En esto, el común de los mortales está más cerca de Hazte Oír que de Chrysalis.