Protestón pero sumiso

Aparentemente, los gobernantes de nuestras dos franquicias dizque autonómicas han tenido reacciones diferentes a los últimos mordiscos en Educación y Sanidad ordenados desde Madrid pasándose por el arco del triunfo el reparto de competencias. Mientras Yolanda Barcina (con la inane queja de fondo de su socio Roberto Síseñora) ha dicho que bien, que vale, que qué se le va a hacer, Patxi López y su compaña lakuana han fingido ponerse como basiliscos por el supuesto doble ataque a las conquistas sociales y al autogobierno. Sin embargo, a la hora de la verdad verdadera, el recientemente comparado con Homer Simpson ha demostrado que también tiene cierto parecido con otro personaje de cómic de nuestra infancia, aquel Cuervo Loco que picaba, pero picaba poco. “Este Gobierno no va a ser insumiso. Cumpliremos las medidas que sean obligatorias”, zanjó al ser puesto entre la espada y la pared. Como en él es habitual, mucho lirili y poco lerele. Anótese un punto para la Doña foral que, por lo menos, no disimula.

¿Por qué López dice “¡arre!” cuando tiene pensado hacer “¡so!”? El secretario general de ELA, Txiki Muñoz, lo expresó perfectamente: porque, en el fondo, esas medidas le gustan. La prueba está en la cantidad de ellas del mismo corte (no es casual el empleo de esta palabra) que ha puesto en marcha con sus manitas. Vayan a un instituto de secundaria o a un ambulatorio de Patxinia y pregunten si es cierto que por aquí no ha caído la tijera. Pero vayan con tiempo, porque les pueden tener tres días detallándoles lo ancho y lo profundo del tajo. La escabechina ha sido de escándalo. No hay aparato de propaganda que tape eso.

Así que menos lobos y menos golpes de pecho. Lo que deberían hacer es besar el suelo por donde pisa Rajoy, que les ha regalado la posibilidad de pegar un nuevo bocado a nuestro bienestar asumiendo él todos los sapos y las culebras del personal. Pues no debería colar.

Profecías económicas

Nos jubilaremos más tarde y cobraremos menos. Cuesta asumir ese par de verdades impepinables, pero aún me desazona más pensar que la decisión la han tomado quienes no corren el menor riesgo de verse afectados por ella. La tenebrosa vejez que aguarda a la mayoría de deslomadas y deslomados será, en su caso, una dulce modorra otoñal, salpicada de viajes de placer en business class y alojamiento en hoteles de cinco estrellas. Y, por descontado, ni medio remordimiento de conciencia por haber condenado a sus semejantes -¿semequé?- a algo que se parecerá mucho a la indigencia. Para colmo de recochineo, los nietos de los desheredados tendrán que aprender en la escuela, probablemente de beneficencia, los nombres y los hechos de estos hombres -meterán alguna mujer, tal vez Merkel, de relleno- que supieron enfrentarse con mano de acero a los tiempos difíciles. Padres y madres de la nueva Europa, los llamarán.

¿Exagero? Ojalá, pero no veo por qué mi vaticinio apocalítico ha de tener menos valor que el que a ellos les ha servido para sacar la guadaña y liarse a segar conquistas sociales. Se basa en el mismo desconocimiento y la misma carencia de elementos para el análisis. Son incapaces de olerse lo que va a pasar un mes después, como demostraron cuando la crisis les estalló en sus felices morros, pero no les cabe ni la menor duda de cómo se van a dar las cosas en 2020 o 2030.

Igual que en los noventa

Supongo que no sirve de nada recordarlo, pero estas mismas profecías truculentas se hicieron ya a principios de los noventa. Se aseguraba entonces que el sistema haría crack y que la caja se vaciaría en el año 2005 como muy tarde. Luego cayeron del cielo unas vacas gordas que tampoco habían sido capaces de prever, y donde decían digo, dijeron Diego. Tengo yo media docena de sabios entrevistados en los años de bonanza que me juraban por su Rólex que las pensiones nunca más volverían a estar en peligro. Alguno se gustó tanto que dio por finiquitada la economía de ciclos y auguró que en adelante nos esperaba el crecimiento contínuo. Probablemente para él sería cierto.

Me habría gustado llegar a este punto de la columna con una conclusión o una moraleja que ofrecerles, pero me temo que no es el caso. Como ustedes, sólo sé que el presente tiene una pinta horrible y que el futuro la tiene aun peor. El único clavo ardiendo a la vista es que, como ha ocurrido otras veces, las funestas previsiones estén equivocadas y pasado mañana se nos haya olvidado esta pesadilla… hasta que se nos venga encima la siguiente.