Se fue el supervisor de nubes

Martes 21 de febrero de 2012

El capitán de la nave observó desde el puente de mando los peligrosos glaciares atravesados en su derrotero; vio el inmenso campo de hielo que amenazaba su ruta; de inmediato, veloz y urgente, como suele ser, tomó directamente el control del timón, y con voz estentórea ordenó, gozoso, enfilar el buque directamente para estrellarlo contra la masa flotante. En esos minutos previos al desastre confió en que la fuerza de sus convicciones, su rol en la Historia y la decadencia de los demás harían que el gélido obstáculo no tuviera más remedio que apartarse, por aquella idea fatua e inútil según la cual: «Si la naturaleza se opone, el hielo se derrite».

El pasado viernes 3 de febrero, José Luis Rodríguez Zapatero se despidió ante los suyos, como secretario general del PSOE. Yo me despedí de él, parlamentariamente hablando, con una pregunta sobre aquella milonga que nos presentó como la panacea para la resolución de la paz en Medio Oriente y con el mundo árabe: «El Encuentro ó Diálogo de Civilizaciones». Un Encuentro que no se enteró de la «primavera árabe» y en la práctica solo sirvió para darle cierta cobertura a Turquía y un trabajo al ex presidente portugués Sampaio. Pura filfa.

Xabier Arzalluz tenía una expresión para calificar a personas como Zapatero: «gentes sin columna vertebral». Un día dicen una cosa, la semana siguiente otra, andan con un sombrero y cada cierto tiempo sacan un conejo de esa chistera, sonríen mucho, hacen las grandes faenas a los cercanos, se encaprichan con la gente, tienen buena voluntad pero ningún proyecto coherente sobre casi nada y tira millas. Bien es verdad que eso suele funcionar en tiempos de bonanza.

Es verdad que también ganó dos elecciones y que ha tenido al PSOE en un puño, tras cargarse la generación anterior a la suya que no le tiene la menor simpatía. Lo hemos visto en Sevilla. Ni González, ni Solana, ni Almunia, ni Borrell, ni Solchaga, ni Benegas, ni nadie que él creyera le podía nacer sombra quedó vivo para contarlo salvo Pérez Rubalcaba que hizo lo mejor que sabe hacer: rubalcabismo. Pero también han acabado mal.

Le conocí en l986. Era un diputado joven, callado, observador, trabajador en lo suyo, pero nunca despuntó por nada sino por sus buenas maneras, que en aquella piscina de tiburones, no es algo menor.

José García Abad, autor del libro «El Hundimiento Socialista» criticaba la falsa salida que se dio el PSOE hace doce años eligiéndolo. “Lo que tenía que ser una reflexión de cambio estratégico fue una estrategia de puro marketing. La categoría de Zapatero no era comparable con la de Felipe González. En primer lugar, por la calidad del líder. Sobre todo falló su forma mesiánica de dirigir el partido, exigiendo fe ciega en lugar de formar equipos con los mejores”.

Y, entonces, ¿por que ustedes le apoyaron al final de su mandato?.

Por dos razones. Porque no queríamos una intervención de España como en Grecia o Portugal y porque vimos que era la única manera de desbloquear el estatuto de Gernika, algo que se consiguió.

Anunciada su despedida nos dijo lo que iba a hacer: «El mejor destino es el de supervisor de nubes acostado en una hamaca». Pues que disfrute.

Desde una cierta perspectiva, la conducta suicida de este capitán no tiene explicación racional, cuando una de las claves de la acción política son las alianzas, especialmente después que se ha recibido una derrota tan calamitosa como la explosión de una crisis. El hombre se aisló internamente, provocó desazón en sus filas y recibió el abrazo mortal de los mercados, banda vinculada al capitalismo, que hizo más dramático su aislamiento internacional, mientras subía el paro. ¿Cuál fue la lógica secreta de esta autoinmolación?.

Es ya un clásico verle a Zapatero escuchar a Jordi Sevilla y éste decirle que en dos tardes le pondría al día en rudimentos de economía. Conocida la oferta, el maestro Sevilla fue mandado al paro y no sabemos si en algún salón de La Moncloa, Zapatero dedicó alguna hora para estudiar cómo hacer frente a lo que nos venía.

Parece que no. Impidió se hablara de crisis y de recesión. Le despidió a Solbes de mala manera. Lo mismo hizo con Moratinos y nos dijo que superaríamos a Alemania en renta per cápita. «Es que el crecimiento de España está en el 4%. Creando empleo. Solo con esa cifra, uno, como presidente de Gobierno, se siente ya absolutamente reconfortado en el balance de su actuación.

Y dijo más: «Conmigo de Presidente jamás habrá en este país recortes sociales». Se lució. «La crisis es una falacia. Puro catastrofismo». «No son parados. Son personas que se han apuntado al paro». «Somos la envidia de Europa y en pocos años vamos a ser un país de primera división en el mundo».  “Lo enunciaré de forma sencilla pero ambiciosa: la próxima legislatura lograremos el pleno empleo en España». «No hay atisbo de recesión económica. La economía española tiene muy buenos fundamentos».

Y finalmente, una perla: «La cuestión no es que puede hacer Obama por nosotros, sino que podemos hacer nosotros por Obama». Grandiosa.

Cuando en el año 2004, los jóvenes socialistas le gritaron en Ferraz: “¡José Luís. No cambies nunca!”, dijo que no lo haría, pero lo hizo. Y perdió el contacto con la realidad. Le deseo que vuelva a ella, aunque sea supervisando nubes.

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