El domingo se cumplieron 33 años del conocido como 23-F. Y hubo dos programas en la televisión en la misma franja. Era difícil decidir cual ver. Yo lo tenía claro. El pasado mes de octubre me llamaron del equipo de Jordi Évole por si quería participar en una simulación televisiva. Acepté. Debe ser un género puesto en marcha en otros países. Consiste en contar la misma historia conocida con otro guión. En este caso el 23-F diciendo que era una simulación y que varios se habían puesto de acuerdo para quitarle a Suárez, reforzar al rey y montar un gobierno presidido por Armada bajo el guión de José Luis Garci que era al director de aquella simulación con ensayo previo.
Para mí el elemento fundamental de la simulación la daba Garci con sus verosímiles explicaciones, sin desdeñar las intervenciones de los demás que fueron bien actuadas.
Estuve una hora grabando esta película en la biblioteca del senado. Aparecí al principio. No me sacaron la petición de Peces Barba a Marcos Vizcaya para que apoyáramos el sainete. La respuesta de Arzalluz cuando le dijeron que iba a ser un general el protagonista respondió el por qué no un obispo. También hablé de la implicación del rey. No debió gustar y no lo sacaron.
Todo el relato debió estar creíble pues recibí cuatro watsapp y dos llamadas además de los de casa. Pero “¿es verdad eso?” No lo era pero se le parecía mucho. Del 23 F nada se sabe de su trama civil que no fue investigada y nada se sabe oficialmente de la implicación del rey que ningún historiador pone en duda.
El coloquio posterior fue flojo y académico. Eduardo Serra, lñaki Gabilondo y Garbiñe Biurrun. Eduardo Serra jactándose de no haber desclasificado pruebas contra González sobre el Gal, defendiendo a su Majestad vomitivamente, y comportándose como uno de los responsables de la opacidad y del encubrimiento de delitos de su época de ministro de defensa. Un indeseable para una democracia que dice defender. Gabilondo y Biurrun bien, pero sin arriesgar nada. Una pena de coloquio.
Buen coloquio el de la Cuatro con Iker Jiménez y los contertulios que llevó para hablar de lo mismo pero con militares y un periodista de cámara como Baltasar Magro. Me gustó, por valiente, la intervención de quien fuera comandante de una sección del Cesid de apellido, Rando. Éste fue muy claro. Dijo que lo habían desplazado de su unidad para poner a otro involucrado en el golpe y que ese día tuvo que atenderle a su sustituto que le contó de pe a pa lo que había hecho el Cesid. A raíz de esta información quisieron comprarle y al negarse, quisieron secuestrarle y matarle. Ganó un juicio y ahí estaba largando de lo más bien diciendo que el cerebro del golpe había sido el Cesid por su capacidad de análisis, de relación con estamentos y operatividad y que Tejero había sido la anécdota macabra. Le dio la razón en parte otro comandante de inteligencia como Fernando San Agustín, un monárquico de los que creen todavía que el rey no se enteró de nada, como Baltasar Magro que no hacia más que interrumpir groseramente y defender al rey. Completó el cuadro el periodista Palacio que lleva escritos dos libros sobre la involucración del rey en toda la algarada y al que no dejaba hablar Magro.
Este debate fue mil veces más interesante que el de Évole. Una pena.
En definitiva, que estamos como estábamos. Sin que los verdaderos culpables del 23-F hayan pagado sus graves culpas.
