Viernes 25 de septiembre de 2015
Conté como hace exactamente una semana estuve en Nueva York. El último día, al mediodía, decidimos dar una vuelta por la V Avenida. Allí me encontré con una pareja de Portu y con varios más. La ciudad, con buen tiempo, estaba iluminada y rebosante, y al pasar por la Iglesia de San Patricio, decidimos entrar en ella. Acababan de limpiar la fachada y todo olía a visita del Papa, sobre todo por el flujo de personas que entraban y salían continuamente y llenaban las naves. Uno de mis compañeros, Salvador Sedó de Unió, puso una vela eléctrica al santo para que le diera suerte en las elecciones catalanas del domingo. El otro para que le pusieran en las listas y, los más, compraban medallas conmemorativas de la visita de Francisco.
De repente sonó estruendosamente el órgano. Estaban en pruebas pero aquello parecía el cañón Berta. Y aquella solemnidad sobrecogía. Posteriormente he visto la Iglesia durante la visita del Papa. No cabía un alma y menos un obispo más. Pero me di cuenta que no hacía falta estar allí apretujado pudiendo ver en la CNN una magnífica transmisión en directo. Lo mismo ocurrió cuando la llegada del Pontífice en la base Edwards de Maryland con Obama y su familia, todo un mensaje o en el discurso en el Congreso estadounidense ante 435 senadores, invitados, jueces del Supremo y gente elegante que se puso de pie como un rayo cuando el chambelán anunció la entrada en el hemiciclo de Su Santidad el Papa del Vaticano. Era la primera vez que un Pontífice lo hacía de esa manera y además que estuviera hablando allí una hora y dando lecciones de moral y buenas costumbres a tanto galápago reunido. No todos. La Iglesia Católica con este acto y el propio Pontífice se han erigido en faros morales en tiempos de tanta confusión. No siempre fue así. El Vaticano y EE.UU no establecieron relaciones diplomáticas hasta 1984, después de un intervalo de más de un siglo. No le veo ni a Juan Pablo II con su soberbia polaca ni a Benedicto XVI ejercer semejante liderazgo ante unos señores que lo pueden casi todo.
Mi amona hubiera estado tremendamente feliz viendo esa referencia de la sotana blanca ante tanto traje oscuro y hablando calmadamente ya que recuerdo la alegría que se llevó cuando eligieron en 1960 a John Kennedy el primero y único presidente católico. Para ella aquello era una señal y el no va más de lo que podía pasar y solo faltaba la conversión de Rusia para que el mundo se arreglara. Los tres secretos de Fátima vaticinaban algo así, y estaba segura que las cosas iban a ir a mejor. Seguramente algo parecido le pasó al speaker o presidente de la Cámara de Representantes del Senado, el republicano John Boehner al que vimos en directo no poder contener las lágrimas al lado del Papa cuando éste bendecía a los asistentes asardinados en la explanada delante del Capitolio. Seguramente este rudo republicano de uña en el rabo debió tener unos padres y una abuela de este estilo y la emoción pudo con él. No es para menos.
El Papa no podía tocar todos los temas en su discurso pero los que fueron elegidos tenían enjundia. Era allí donde había que pedir la abolición de la pena de muerte, del comercio de armas, por la justicia social, la protección de la familia y del medio ambiente y demás verdades como puños. Seguramente a varios republicanos no les gustaría mucho lo que oyeron pero allí estuvieron porque el Papa era uno de los suyos y había que estar allí con respeto. Y estuvieron. Toda una lección. Aquí cuando han venido los anteriores Papas, al Pontífice lo ha tenido secuestrado la carcundia o el gobierno o solo recibiendo a prebostes del PP y del PSOE. Los demás, con tanto cura, monja y misioneros, no éramos hijos de Dios y se da la circunstancia que, nuestro Grupo Vasco de senadores, estuvo en enero del año pasado en la explanada del Vaticano un miércoles de audiencia general y al que le regalamos una argitzaiola. Y nos dijo lo mismo que expresó desde la balconada del Capitolio: ”Recen por mí”.
“Si la política debe verdaderamente estar al servicio de la persona humana de esto se deriva que ella no puede estar al servicio de la economía y de las finanzas…. Y ésta fue su primera propuesta: ”la dirección clara con una regla de oro: ”Tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con las que queremos ser tratados….”
Se nota que detrás de él hay mucha mili, mucho trabajo jesuítico del bueno y sobre todo mucho olfato y horizontalidad.
Nos contaba un embajador chileno miembro del Consejo de Seguridad: ”El primer milagro del Papa es que todo el mundo quiera a un argentino”.
Solo queda que, encauzadas las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, logre que en Venezuela, el 6 de diciembre haya unas elecciones verdaderamente democráticas. Sería otro milagro.