Domingo 15 de abril de 2018
El 14 de abril de 1931 Ondarroa eligió regidor a José Maria Solabarrieta, que sufrió usurpación de bienes y el exilio
Un reportaje de Iban Gorriti – Domingo, 15 de Abril de 2018
El 7 de octubre de 1936 se constituyó en la Casa de Juntas de Gernika el primer Gobierno vasco, presidido por el lehendakari José Antonio Aguirre. Aquella mañana mil alcaldes y concejales eligieron al presidente del Gobierno Provisional de Euzkadi. Un regidor de aquel millar, José María Solabarrieta, acudió a votar a Aguirre y ya no pudo volver a su hogar. “Acabó en el exilio por el delito de ser nacionalista y de haber ido a Gernika a votar al primer lehendakari”, detalla María Esther Solabarrieta, nieta del histórico jeltzale, quizás la única persona que aquel 7 de octubre tuvo al lado de Aguirre a sus dos abuelos: el ya citado Solabarrieta, y el consejero Santiago Aznar.
“Ellos resumen lo que fue aquella primera parte del siglo XX. Socialista, el de ama. Nacionalista, el de aita. Consejero de Industria de Aguirre, Santiago Aznar. Alcalde de Ondarroa, Jose María Solabarrieta”, diferencia días antes de que se presente La obediencia vasca: Santiago Aznar y aquella comida en Guéthary (1940), libro escrito por su marido, Iñaki Anasagasti.
Solabarrieta nació en 1884 en Ondarroa. Fue hijo único enviado a Gasteiz a aprender confitería. “Jamás pensó cuando subía por Urkiola que su destino no sería la pastelería, sino la política, la pesca y dirigir una localidad como Ondarroa en aquellos tiempos de república, y el Centro Vasco de Caracas tras la Guerra Mundial”, resume su nieta, que ejerció como ex diputada de Medio Ambiente.
Solabarrieta se casó con María Urresti. Tuvieron niñas gemelas. En el parto murió una de ellas y la madre. Viudo, se casó con una hermana de la fallecida, Ezekiela. Tuvieron cuatro hijos. José tenía barcos pesqueros y un astillero. También trabajaron con carbón. “Fueron los que introdujeron el arrastre, tuvieron el primer teléfono y un toldo en la playa”, agrega Esther.
Afiliación jeltzale
Ondarroa tenía entonces 5.232 habitantes. A Solabarrieta le gustaba dirigir equipos humanos, vestía sombrero aunque en Ondarroa usara su inveterada txapela. Se afilió al PNV con el fin de la dictadura de Primo de Rivera en 1930. “Un día se levantó de una reunión donde habían proclamado concejales a los mayores contribuyentes locales. Al retirarse del salón, le siguieron otros”.
El 14 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales democráticas. Encabezó la candidatura jeltzale frente a tradicionalistas. Ganó el día que Alfonso XIII renunció al trono y llegó la República. Tenía 52 años. En 1932 logró aprobar el proyecto de un puerto interior en la dársena. “Resultó un salto revolucionario que permitió a Ondarroa pasar de un pequeño puerto a ser referencia en el Golfo de Bizkaia”, valora su nieta.
Pero el proyecto necesitaba ser financiado. Aquel año, no había ni Diputación ni Gobierno vasco ni amigos en Madrid por lo que aguzó el ingenio. Gracias al líder socialista Indalecio Prieto y a otras autoridades lo consiguieron. Markos Gabika reivindicó para ellos, para los Solabarrieta, Prieto, Mancisidor, Bakeriza y Beristain alguna placa o monumento en Ondarroa. No se hizo. Estalló la Guerra Civil y Solabarrieta creó el Comité de Defensa local, y el histórico 7 de octubre fue a Gernika a dar su voto a Aguirre para ser elegido lehendakari. Mientras tanto en Ondarroa Juan Bautista Beitia se reunía para constituir un nuevo ayuntamiento: el franquista. Aquel robo iba a durar 43 años.
Comienzo de la depuración
La casa del alcalde fue saqueada. Su zapatería, desvalijada; su fábrica de conservas, ocupada; su tienda y su Banco, desbaratado; sus acciones y participaciones en los pesqueros y astilleros, bloqueados. “Se quedó con el cielo arriba y la tierra abajo. Como muchos”. Su mujer debió dejar el pueblo por el monte. Fueron a Bilbao, donde tenían un despacho en la Gran Vía en las casas de Sota, donde estaba el Gobierno vasco y el PNV. Vivió en Atxuri y Portugalete. La familia se exilió en un barco pero el alcalde se quedó en Bizkaia. Al mes, Solabarrieta llegó a La Rochelle. Hasta 1940 mantuvo relación con sus ciudadanos, preocupándose de su situación, de los barcos, de cobrar algunas deudas en Italia, de pasear y de ir a misa. El Gobierno vasco les daba cinco francos al día que “no alcanzaban para nada, pero había tanta gente en aquella situación que no se quejaba”. Envió a sus hijos a Bélgica.
Como no tenía dinero para hacer un viaje intercontinental para seis personas, reclamó su dinero a la Caja de Ahorros, pero se lo negaron. Desde París, el Gobierno vasco le consiguió 2.000 francos. Viajaron a Venezuela en tercera clase desde Marsella junto al cartelista del nacionalismo Nik-Kintana. El 24 de junio de 1940, día de la batalla de Carabobo que selló la Independencia de Venezuela, arribaron al país. Se afincaron en Cumaná, a 700 kilómetros de Caracas. “Con la familia encauzada y en posición económica desahogada, el virus de la política continuaba”, sonríe. El Centro Vasco de Caracas se había fundado en 1942, día de Aberri Eguna. Solabarrieta fue su presidente y en los actos públicos hablaba en euskera.
Retorno a Ondarroa
Regresó a Ondarroa habiendo recibido del consulado español toda clase de garantías de que no le sucedería nada. Los franquistas le picaron el pasaporte para que no volviera a salir. Su llegada al pueblo fue un acontecimiento. Había vuelto el alcalde legítimo y democrático. “El contraste era evidente y muy molesto para el alcalde Aguirre puesto por el Gobernador civil”, matizan.
Logró volver a Venezuela y con el tiempo a su pueblo de Ondarroa, ya para siempre. El 25 de abril de 1957 falleció en el pueblo que le había visto nacer. “El funeral -valora su nieta María Esther- fue todo un plebiscito de dolor y homenaje hacia el alcalde democrático. Scola, el conservero, comentó: “Ha muerto el mejor hombre de Ondarroa”. Todavía faltaban 22 años para que los ondarrutarras volvieran a elegir otro alcalde democrático, Félix Aranbarri, en 1979.
Nos anuncia un libro de exaltación familiar que hará las delicias, espero, de amigos y conocidos, dada la habilidad del Sr. Anasagasti juntando palabras.
Tengo curiosidad por saber cuales fueron los esfuerzos desarrollados por el personaje para atemperar los enconos histéricos e históricos, entre gentes de Lequeitio y gentes de Ondarroa. Enconos cerriles y, desgraciadamente, muy comunes entre poblaciones próximas y de parecida potencia como es el caso de Tarrasa y Sabadell en esta Cataluña del «Som Gent pacífica i no ens agrada cridar», ese cañón que empueza piano, piano, para concluir con un estruendo y una violencia que desmiente lo que proclama.
Lo dejo aquí, lo del libro, de momento.
Ese reportaje de Iban Gorriti juega con las informaciones que maneja de modo un tanto desconcertante para mi.
De un lado se esfuerza por situar fuera del círculo de «grandes propietarios» de Ondárroa, al activo y avispado Solabarrieta.
De otro lado nos cuenta que » La casa del alcalde (Solabarrieta) fue saqueada. Su zapatería, desvalijada; su fábrica de conservas, ocupada; su tienda y su Banco, desbaratado; sus acciones y participaciones en los pesqueros y astilleros, bloqueados. “Se quedó con el cielo arriba y la tierra abajo. Como muchos”. Su mujer debió dejar el pueblo por el monte. Fueron a Bilbao, donde tenían un despacho en la Gran Vía en las casas de Sota, donde estaba el Gobierno vasco y el PNV. »
Pues no seria un «gran propietario» – que debian ser casi todos «carlistones», quizás «falangista» alguno – pero el activo y avispado Solabarrieta no me parece que fuera pobre de solemnidad en Ondárroa, eso seguro. Lo que no justifica, en absoluto, que le quemaran la casa, ni el resto de tropelías y abusos que sufrió en su extenso y variado patrimonio, ni justifica el miedo que debieron de pasar los suyos huyendo por el monte.
La rivalidad entre Lekeitio y Ondarroa se remonta a las luchas banderizas, pues smbos pueblos apoyaron a linajes enemigos.
Lekeitio con su jauntxu Adan de Yarza se alineó con los oñacinos partidarios del Reino de Castilla y Ondarru con su jauntxu Arancibia se alineó con los gamboinos partidarios del Reino de Navarra.
La historia nos cuenta todo lo necesario para encontrar las causas de lo que vivimos en el presente.