Sábado 25 de enero de 2020
La foto de portada de hoy en Deia es la del saludo del Abad de Belloc junto al Lehendakari. Saludo aparente pues no estaba saludando sino señalando a un monje benedictino que allí estaba al fondo y que había redactado el librito donde se cuenta la historia del monasterio, pero la foto vale para hacer hincapié en la filosofía de aquel recinto que en 1937 acogió a nacionalistas vascos perseguidos, entre ellos a mi aita. El abad le regaló asimismo a Urkullu un CD con cantos en gregoriano y un queso que hacen los monjes y que el Lehendakari no nos dejó ni oler. En fin.
Culminaba el encuentro con las palabras del Lehendakari y el abad tras una visita por las dependencias del monasterio. Eché en falta una exposición fotográfica de cómo debió ser aquel gran convento en los años posteriores a la guerra civil y mundial, hoy totalmente restaurado. También fotografías de aquellos monjes y refugiados que era para lo que estábamos reunidos y que quedará perpetuado en una placa que el Lehendakari regaló al monasterio y que el Abad dijo lo pondría en sitio preferente. Todo pues muy sobrio aunque necesario, nada menos que 83 años después.
Fui con mis dos hermanos Jon y Koldo, junto a María Esther y Bego. Mi hermana no pudo ir, aunque allí había familiares de los Zubiria, Benegas, Artolas y algunos más. Me consta que han estado buscando algún familiar de Joseba Elosegi sin éxito. Quizás le hubiera gustado estar en aquel homenaje promovido por Gogora y con presencia, además del Lehendakari, de Aitzane Ezenarro, Marian Elorza, Iñaki Bernardo, Amaia Bernaola y Mikel Antón. Estuvieron asimismo Ramón Sota, Eugenio Ibarzabal, Paco Etxeberria y el presidente y alcalde de Bayona Jean René Etchegaray así como concejales y algunas autoridades de Iparralde. Como el presidente del Consejo General de los Pirineos Atlánticos, Jean Jacques Laserre a quien conocí en su día como senador francés.
Nos impresionó estar en aquel recinto donde nuestro aita encontró acogida tras la guerra en Euzkadi junto con más de cuarenta vascos que huían de la represión. La orden benedictina debe tener como norma no preguntar de donde se viene, ni quien se es a la hora de acoger al refugiado. Y allí estuvieron, en el caso de mi aita dos años trabajando en la huerta, yendo a Bayona a vender frutas, lavando las ropas de los monjes y enterándose de lo que iba aconteciendo en la guerra bajando a un bar lejano donde había una radio. Todo de película en un lugar muy hermoso.
La Abadía ubicada en Urt, a escasos 20 kilómetros de Bayona capital, les acogió evitando que los refugiados fueran recluidos en los campos de refugiados del sur de Francia, como el de Gurs.
Urkullu agradeció y reconoció en nombre de las personas y familias acogidas, y de la sociedad vasca en general, la labor humanitaria de los monjes benedictinos de la abadía de Belloc. El lehendakari hizo extensivo este reconocimiento a todas las personas y las instituciones de Iparralde que abrieron sus brazos y sus puertas a los refugiados y que «demostraron la solidaridad con hechos».
En plena Guerra Civil española, una larga lista de vascos y de otros territorios, incluidos algunos nombres importantes de la cultura y la política vasca como José Ariztimuño (Aitzol), José Miguel de Barandiaran, Antonio Labayen, o Joseba Elosegi, entre otros, encontraron refugio en esta abadía tras huir del país «en condiciones penosas».
El lehendakari subrayó que aquellas personas escapaban del horror de la guerra y encontraron una cálida solidaridad «huían de lo peor y encontraron lo mejor de la condición humana». Tras recordar que encontraron en Belloc un espacio que les permitió «salvar sus vidas», Urkullu destacó el calor y la atención que recibieron por parte de los moradores de la abadía: «Encontraron una acogida cálida que les permitió sobrellevar el desarraigo, manteniendo su dignidad».
«Mostramos nuestro más profundo agradecimiento por la acogida generosa y genuinamente humana que brindasteis a las vascas y vascos que escapaban de las tropas franquistas entre 1936 y 1940», subrayó Urkullu durante su encuentro con los religiosos. El lehendakari estuvo acompañado por familiares de personas que fueron acogidas en el centro. Entre ellos nietos del político socialista Txiki Benegas, cuyo padre pasó un tiempo en el Monasterio; el exsenador jeltzale Iñaki Anasagasti, cuyo padre (José Luis) también fue acogido; o el cantante Txomin Artola, cuyo padre permaneció cuatro años.
Los monjes benedictinos de Belloc también durante la Segunda Guerra Mundial ofrecieron hospitalidad y protección a la resistencia francesa y volvieron a acoger a vascos represaliados por el régimen franquista en los años 60. Actualmente, ofrecen ayuda y protección a inmigrantes y refugiados.
En un ejercicio de memoria crítica del pasado, el lehendakari remarcó que, «en esta constatación sobre el horror del pasado, se asienta la esperanza en el porvenir» y recordó que, hoy en día, «millones de personas en todo el mundo huyen de la guerra, la injusticia o la miseria buscando refugio». Asimismo hizo un guiño al presente recordando que Euzkadi «fue una sociedad acogida cuando lo necesitó y ahora debe ser una sociedad acogedora». «Debemos guardar en nuestra memoria el esfuerzo por construir una sociedad basada en la defensa de los derechos humanos y la solidaridad», concluyó.
El acto estuvo bien .Paco Etxeberria nos comentaba al final. ”El acto era necesario y ha resultado ajustado, proporcionado, sencillo y claro”. Por su parte el cantante Txomin Artola, cuyo aita también estuvo en Belloc comentaba, ”El acto ha sido entrañable. Nos ha dado la oportunidad de encontrar, conocer y saludar a descendientes de aquellos que tuvieron que huir de los horrores de la guerra”. Y es verdad aunque echamos en falta algunos una mayor empatía por parte del Lehendakari que quizás impelido por el horario debía acudir a otro lugar y cumplió con el programa con corrección, pero nada más. Es la vida.