Martin
Lasa me escribió estas líneas explicando el por qué no se afilió a ELA. Su
argumentación me parece relevante y la reproduzco a continuación:
ELA estuvo durante algo más de un año intentando que me integrara en sus filas. El militante que, con entrega total, lo intentó, me conocía únicamente a nivel profesional, y utilizó dos argumentos principalmente:
Uno,
que ELA era no del PNV, sino anti PNV
Dos,
que organizaban unas partidas fantásticas de mus a primera hora de la tarde.
Afortunadamente
no lo hice y no tuve, por tanto, que pasar el bochorno de los compañeros de
trabajo con carnet del sindicato, cuando nuestra empresa cerró mediante un ERE
de extinción y ELA no movió un dedo para ayudarnos, tal vez por ser una empresa
pequeña que solamente contaba entre sus trabajadores con la mitad de ellos
afiliados a ELA.
Después
de aquello, cada uno buscamos nuestro camino, muchos en la competencia, y hoy
en día conservamos una buena relación que me permite afirmar que todos los que
estaban afiliados a ELA, lo siguen estando, pese al comportamiento en aquella
situación extrema del sindicato, para con nosotros.
Esto,
indica a las claras que la gente no está afiliada a un sindicato por
seguimiento de una idea, como puede ocurrir en un partido político o por
ilusión, como puede suceder con los aficionados al fútbol.
La
gente se afilia a un sindicato, porque supone que sus alubias están mejor
defendidas si está, que si no está sindicado.
No
por ideología ni por amor.
Por
eso ELA, que ha derivado en lo que ha derivado, se equivoca de pleno si cree
que tiene la fuerza que le dan sus números de afiliación y sus delegados
sindicales.
ELA
está jugando con fuego, alejándose del sindicalismo, añorando ser un grupo de
presión y cometiendo demasiadas barbaridades sin llegar a ningún acuerdo,
buscando la huelga por la huelga y el juicio por el juicio sin conciliaciones
posibles, porque al final, todo el mundo se cansa de aguantar.
Como con el lío de los municipales ahora, o como pasará con cualquier otro colectivo mañana.
Al
final, terminaremos suspirando por el comportamiento de los boinas rojas de la
UGT.
Entrevista con Dr. Wilhelm Hofmeister, director de la oficina de la
Fundación Konrad Adenauer para España y Portugal.
Entrevista completa:
Cuando hace tres años y medio Wilhelm Hofmeister
aterrizó en España le recomendaron que viera el debate electoral entre Mariano
Rajoy y Pedro Sánchez que se había producido pocos meses antes. «Lo busqué
en YouTube y vi que fueron como dos horas de ataques personales sin que el
moderador interviniera. No entendía que aquello fuese un debate político».
Hofmeister, politólogo de 63 años, dirige desde Madrid para España y Portugal
la fundación Konrad Adenauer, ligada a la CDU de Angela Merkel. Una de sus tareas
es «traducir la situación política en España al alemán», como él lo
resume. En febrero, cuando Pedro Sánchez convocó elecciones, uno de
sus informes radiografió la situación política: «España vota de nuevo…
pero es dudoso que se superen la división política y la inestabilidad».
«Negociar es perder. Todo o nada. Así funciona la política en España. Para
un observador extranjero, especialmente cuando proviene de un país orientado al
consenso como Alemania, esto no siempre es fácil de comprender. Pero este es el
modelo del estilo político en España». Acertó. La semana pasada
una periodista alemana descolocó a la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, al
preguntarle abiertamente por qué consideraba imposible un Gobierno de
coalición, algo perfectamente asumido en prácticamente toda Europa. A veces
conviene dar un paso atrás o dos y tomar distancia para pintar mejor el
panorama. Hofmeister, afiliado a la CDU y con experiencia en Bolivia y Chile,
aplica esa distancia para diagnosticar los males de la política española. La
entrevista se produce en la sede de la Fundación, junto al Retiro, en su
despacho de suelo de madera y techos altos. La fundación Konrad Adenauer
aterrizó en España en 1976 para impulsar a la democracia cristiana en España.
En eso no tuvo mucho éxito, pero sí en generar debate e influir.
PREGUNTA. Llegó hace tres años. Menudo ciclo político le ha pillado.
RESPUESTA. Tres años y medio, casi tres elecciones y tal vez ahora otras.
P. En febrero hizo un informe premonitorio en el que advertía de que las
elecciones probablemente no iban a solucionar el bloqueo.
R. Escribí que en España los partidos consideran que negociar es perder y
siento que lo que está pasando lo confirma. La política es el arte del
compromiso y del consenso, pero lo que observo en España es que esa capacidad
de llegar a acuerdos y consensos no se ha cuidado mucho en los últimos 40 años.
Los protagonistas de la Transición tenían posiciones antagónicas y mucho más
distanciadas que los de ahora, por ideología y por experiencias personales
traumáticas como los que habían vivido en el exilio o la clandestinidad, pero
fueron capaces de llegar a acuerdos que de alguna forma se mantienen. Esa
Constitución permitió un desarrollo considerable en términos de consolidación
de la democracia, promoción de equilibrios regionales, extender la
participación, llegar a un Estado social desarrollado…
P. Ahora no hay tantas diferencias entre los líderes.
R. Aunque entre la nueva generación de políticos hay menos diferencia que
en aquella época, aparentemente tienen menos capacidad para llegar a acuerdos
sobre temas menores. Eso es lo curioso. El año pasado llegaron a un principio
de acuerdo sobre el pacto de Toledo de las pensiones. Eso es de lo más
importante que hay. Al final se rompió por politiquería menor, como pasó con la
renovación del Poder Judicial. Pero demuestra que pueden llegar a acuerdos
porque no están tan distantes entre sí y les separa la politiquería. Por eso
hice la observación de que algunos políticos sienten que si hacen una concesión
están perdiendo, porque funcionan a todo o nada.
P. ¿A qué lo atribuye? En Alemania hemos visto hasta una gran coalición,
pero aquí parece imposible siquiera un pacto entre partidos próximos.
R. España debería aceptar que muchas democracias occidentales están por la
fragmentación y la dificultad de que partidos en solitario lleguen a mayorías.
No quiero ser tajante, pero eso exige capacidad de hacer coaliciones. España
hasta hace poco estaba marcada por el bipartidismo, pero los actores tienen que
entender que terminó y probablemente no va a volver tan rápidamente. Con menos
de un tercio del voto es difícil en muchos países formar un Gobierno
monopartidista y hay que buscar acuerdos.
P. La noche electoral al ver el resultado no parecía que tres meses
después España fuera a estar sin Gobierno. Había dos opciones: o socialistas y
liberales o socialistas con Podemos y nacionalistas. Muchos países en Europa
firmarían tener algo tan gobernable.
R. Pensaba también que sería más fácil llegar a un acuerdo y partía de la
idea de que Sánchez seguramente iba a gobernar con el apoyo de Podemos. Es
sorprendente que hasta ahora no tengan ese pacto. Pero es que ni han empezado a
negociar de forma seria. Primero esperaron cuatro semanas a las elecciones
europeas, pero llevamos mes y medio más sin negociar.
«Los partidos pueden llegar a acuerdos porque no son tan
distantes entre sí. Pero les separa la politiquería»
P. ¿Qué pensó la noche electoral que podía pasar?
R. Lo ideal para cualquier país es tener un Gobierno estable con capacidad
de ejecutar políticas públicas durante tres o cuatro años. Para formar un
Gobierno estable en sistemas parlamentarios hay que mirar los números. En
Alemania lo primero es ver el resultado de las elecciones y preguntarse qué ha
querido decir el pueblo con su voto. Si tomo los números en España, los
españoles parecen moderados, no son extremistas y por eso estos partidos no
tuvieron mucho éxito. Segundo: tal vez sería conveniente excluir a los
nacionalistas de una mayor influencia en el Gobierno porque tienen su agenda
particular y es difícil que entren en el Ejecutivo sin darles concesiones que
compliquen la negociación. Sin ellos hay cuatro partidos: el PSOE con menos de
un tercio de los votos, después PP, Ciudadanos y Podemos.
P. ¿A Vox no lo cuenta?
R. Las posiciones de Vox creo que no entran muy bien en un Gobierno. El
ganador de unas elecciones debe convocar a los otros. En Alemania el ganador
haría un análisis matemático y vería que con Podemos no llega a la mayoría y
que la mayoría está con Ciudadanos o con el PP si quieres formar un Gobierno
estable. Hay que saltar el puente, ver cómo llegar a un acuerdo u otra
posibilidad de un apoyo parlamentario a un Gobierno en minoría y ese ejercicio
no se hizo aquí.
P. ¿A qué lo achaca?
R. Eso tiene que ver con la cultura política del país. Si ves las campañas
electorales están llenas de ataques personales y después se hace muy difícil volver.
Los políticos deben saber que después de las elecciones tienen que sentarse en
una mesa y es malo romper el mantel antes de sentarse. La cultura política
debería respetar ciertos límites porque al final hay que regresar.
P. El PSOE la noche electoral decía que ‘Con Rivera, no’ y Ciudadanos no va
si le convoca el presidente del Gobierno. El abismo es insalvable.
R. Es imposible, no debe ser así. Si te convoca el presidente del Gobierno
debes ir. Hay que respetar ciertas formas.
P. Ciudadanos no se sienta con Sánchez, pero Rivera tampoco se reúne con
Abascal y a Podemos lo ve chavista. De cuatro partidos alrededor veta a tres y
a los nacionalistas.
R. En Cataluña igual. Me preguntaba por qué Arrimadas no se tomaba un café
con los nacionalistas. Yo trabajo también en Portugal y allí, a pesar de que
las diferencias ideológicas son incluso más marcadas, porque hay todavía un
partido comunista estalinista clásico, al final de un debate los parlamentarios
del partido conservador y los comunistas son capaces de conversar sin problema.
P. Aquí en persona no se llevan tan mal, pero en cuanto hay un micrófono…
R. En Alemania los Verdes aparecieron como una fuerza antisistema. Pero
hubo jóvenes de ambos lados que se iban a tomar una pizza en Bonn y crearon una
conexión pizza. Y hoy los que comieron juntos están en cargos importantes y eso
contribuye a que las posiciones se acerquen. En el futuro es probable que haya
acuerdos entre la democracia cristiana y los verdes si dan matemáticamente. Los
Verdes han llegado al sistema.
«En Alemania el ganador haría un análisis matemático y vería que con
Podemos no da mayoría y que esta llega con Ciudadanos o PP»
P. ¿Cree que es un problema de la cultura de los políticos o del
votante, que penalizaría al político que pacte?
R. Creo que el votante lo aceptaría. Hablé con alguna gente que se mostró
muy sorprendida por el no de Ciudadanos a Sánchez antes de las elecciones, de
la contundencia de ese rechazo a cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE.
Estratégicamente es malo para ellos y sabemos que a sectores empresariales y de
la sociedad les gustaría mucho si Ciudadanos llegara a un acuerdo con el PSOE.
¿O por qué excluir la idea de que el PP llegue a un acuerdo con Sánchez?
P. Porque aquí se mira la gran coalición en Alemania y se interpreta que
penalizó a los socialistas y solo benefició a Merkel.
R. A los socialistas en Alemania no les afectó la gran coalición. Los
socialistas han tenido problemas en todo el mundo y no tiene que ver con
grandes coaliciones sino con que su electorado tradicional desapareció o
cambió. La socialdemocracia ha tenido problemas y se ha unido a que Merkel es
una buena gestora. Eso pasó.
P. ¿Vox genera interés en Alemania?
R. Estamos muy preocupados con AfD [la ultraderechista Alternativa por
Alemania], es un tema permanente. Pensábamos que estábamos exentos y ahora
somos más sensibles a ver qué pasa en otros países. De repente también hay en
España un partido nacionalista. Aunque diría que Vox no se encuentra todavía en
el marco general de la nueva derecha europea. Lo veo un fenómeno muy español,
que tiene mucho que ver con el tema catalán y busca algunas provocaciones para
hacerse notar.
«Las campañas electorales están llenas de ataques personales y después
se hace muy difícil volver»
P. ¿No diría que es extrema derecha?
R. Es difícil de decir. Seguramente está a favor de la Constitución. Parece
que acepta mucho más que otros el franquismo y eso es de extrema derecha, como
su posición contra la igualdad de género o los migrantes. A la vez, propone una
reforma constitucional, pero lo hace siguiendo los caminos legales, como
Podemos, que también quiere otra forma de Estado. Yo no haría una coalición con
Vox, creo que es un error estratégico del Partido Popular. No se combate
populismo con populismo. Eso no funciona.
P. ¿La CDU pactaría con Vox?
R. No.
P. ¿Ni a nivel local o regional?
R. La CDU tomó hace unas semanas la decisión de que no habrá acuerdos o
coalición con AfD. No se debe tomar ni un café con ellos. Al menos a nivel
nacional y regional. A nivel local es mucho más difícil porque la gente se
conoce bien. Además, los partidos locales y regionales tienen más autonomía que
aquí. El presidente nacional no puede dar órdenes a un partido local ni nombrar
a un candidato regional.
P. Antes hablaba de la pizza con los Verdes. ¿Ese café no sería una
forma de integrarlos en el sistema?
R. No lo veo. AfD realmente presenta algunos temas que son tabú. Alemania
tiene pocos tabús, pero todo lo que tiene ver con el nazismo lo es, como la
cuestión migratoria. La mayoría de los alemanes estamos a favor de tener las
fronteras abiertas y recibir un número considerable de migrantes al año. Y con
esa forma racista y xenófoba y cuasinazi que algún ala del partido AfD
representa es imposible sentarse.
«Diría que Vox no se encuentra todavía en el marco de la nueva derecha
europea. Lo veo un fenómeno muy español, tiene mucho que ver con Cataluña»
P. Me ha parecido entenderle que Vox sería más fronterizo que AfD, menos
radical.
R. Parece, parece. Tengo la impresión de que Vox está tratando de atraer a
los antiguos franquistas, que todavía existen, sin decir claramente que es un
partido neofranquista.
P. ¿Cómo resume el tema catalán a un alemán?
R. Mi impresión es que durante 30 años los Gobiernos se apoyaron de
nacionalistas moderados y miraron para otro lado cuando se trataba del
nacionalismo en Cataluña, al tratar de la lengua, la educación… y eso
contribuyó a fomentar un nacionalismo mayor. Después entró el tema en la
campaña nacional con el nuevo estatuto y generó un conflicto constitucional.
Entonces llega la crisis financiera y no hay nada más fácil que culpar de los
errores propios a Madrid: España nos roba. Además había un Gobierno nacional
que no supo responder de forma política, que nunca dijo: ‘Queremos a los
catalanes, pero ahora no hay dinero, vamos a ver qué otras cosas podemos dar’.
Y así llegamos a 2017.
P. La justicia alemana denegó la extradición de Puigdemont.
R. Creo que los jueces no entendieron el problema aunque hay cosas del
juicio en España con las que tampoco estoy de acuerdo.
«La CDU tomó hace unas semanas la decisión de que no habrá acuerdos o
coalición con AfD. No se debe tomar ni un café con ellos»
P. ¿Le siguen preguntando por este tema desde Berlín o ya está superado?
R. En este momento no es un tema internacional. A ver si Puigdemont se
aísla más y más y la agenda europea va hacia otros temas. Todo está más
calmado. Al principio el tema catalán produjo mucha confusión, principalmente
en los medios de comunicación europeos. Eso contribuyó a crear una reacción
crítica de la opinión pública. Al principio estaban al lado del enano frente al
gigante que supuestamente amenaza la libertad y la convivencia. Costó un poco
presentar otras visiones frente a eso.
P. El Gobierno de Rajoy no hizo mucho contra eso.
R. La política de comunicación del Gobierno anterior en el exterior era un
desastre. No lo digo solo yo. Todos los periodistas lo saben. El acceso al
Gobierno, cómo divulgaron las informaciones, cómo trataron a los periodistas…
fue totalmente diferente a lo que hicieron los independentistas.
P. Los corresponsales entonces contaban que podían hablar fácilmente con
Romeva pero no con nadie del Gobierno.
R. Además, los catalanes hablaban en cualquier lengua y atendían bien a los
periodistas. El Gobierno mandaba un ‘briegfing’ de las embajadas y lógicamente
los periodistas no reproducen lo que reciben de las embajadas.
P. ¿En Alemania podría pasar algo parecido?
R. Allí no hay independentistas, pero si un Gobierno regional violase la
Constitución alguien intervendría. El artículo 155 está copiado de la
Constitución alemana aunque allí sería mucho más difícil aplicarlo porque
depende de los estados federales y seguro que alguno votaría en contra.
Volvemos a la cultura política. La democracia requiere de instituciones, pero
también necesita de una disposición de los actores. De los ciudadanos y sobre
todo de los políticos de respetar las reglas inherentes de la democracia. Eso
no pasó en Cataluña. Con todas las reglas no puedes corregir una mala
conducción. Y eso lo observamos en todo el mundo, si los parlamentos o los
dirigentes violan el espíritu de la democracia es difícil de condenar. En
Alemania sería también difícil arreglar un problema así solo con vías
policiales o judiciales.
La noticia el domingo
pasado fue que un gran número de ertzainas de ELA dejaban este sindicato y se
iban a ESAN, un sindicato nacido en tiempos de una ETA que mataba mucha gente, entre
ellos ertzainas, pero ELA al parecer no demostraba la mínima sensibilidad para
condenar aquella barbarie. En este caso del domingo la deserción por cansancio
se ha debido a la puesta en marcha del piloto automático de la condena al
gobierno vasco, al ayuntamiento de Bilbao y al PNV a cuenta de un incidente en
la calle San Francisco. ELA no le ha dado la menor importancia, dice que no les
importa y que son muchos, pero ahí está el dato. La gente comienza a ver que ELA
hoy no es un sindicato sino un contrapoder político que hace además de correa
de transmisión de Sortu.
Para
abundar más en esta argumentación fácilmente entendible ahí está la negativa de ayer en la que dicen que no
irán a la reunión de “reconstrucción”, con la administración, la patronal, las
cámaras y otros sindicatos y partidos achacando que es una plataforma para
perder el tiempo. No va con ellos. Ni lo intentan. De hecho no acuden a las
reuniones del Consejo de Relaciones Laborales ni al Consejo Económico y Social.
Tienen pavor a la confrontación civilizada. Lo de ellos es la pancarta, no
argumentar. La protesta por la protesta.
Y es
comprensible. Ir a una reunión a oponerse a todo y no lograr nada de lo que su
discurso extremista plantea les debe crear una gran frustración por una parte y,
por otra, solo demuestra que no están capacitados ni preparados para negociar
nada ni para vivir en una sociedad en la que se les pueda contradecir. Lo de
ellos es imponer. Lo estamos viendo al escuchar su repetido grito de guerra de
la huelga por la huelga, no para resolver problemas, sino para desgastar al que
tiene la representación política que le ha dado las urnas, que en democracia, es
la única forma que se tiene para actuar. Huelgas donde, las más de las veces, se
intimida y se actúa con piquetes. Así cualquiera.
Y digo
la representación, porque en una democracia la representación, la legitimidad, la
da el ciudadano a los que eligen, no a los que no elige. La democracia es
representación no una cosa extraña que
le da derecho a nadie a imponer su criterio si previamente no es elegido para
ello, algo que el pensamiento, que comienza a ser totalitario de los dirigentes
del consorcio ELA-LAB, no admiten. Lo hemos visto esta misma semana con la
apertura presencial de parte de la
educación, previo planteamiento hecho en cada centro. Lógicamente se puede y
debe discrepar pero de ahí a que entre lo que dicen los elegidos y lo que dicen
ellos, ha de hacerse lo que dicen los no elegidos, es decir ellos, va el trecho
de lo que es el funcionamiento adecuado de la democracia. O se hace lo que yo
digo o me manifiesto y organizo una huelga porque el que manda soy yo, como si
el gobierno vasco fuera un platillo volante caído del cielo y no lo hubiera
elegido nadie
Aquí
mando yo, nos dicen.
Quizás
ELA y LAB han decidido no presentarse a las elecciones porque para eso está
Sortu (Bildu no existe). Ellos son eficaz y ruidosa correa de transmisión de un
sindicato, plural en su interior, monolítico en su cúpula, que mal usando una representación
de trabajadores de distintas opiniones pero que han delegado su defensa en ELA
y LAB, la utilizan para ir en contra de todo lo estatuido, exigiendo siempre
derechos, nunca proponiendo deberes, cargándose todo aquellos que es menester
cargarse y creando el mal ambiente adecuado para que nada funciones bien. Lo
malo es que hay gente que todavía sigue creyendo que ELA y LAB son opciones
sindicales cuando no son más que un contrapoder disolvente y bastante
destructivo en este momento crítico de la sociedad vasca.
¿No tiene
que haber sindicatos?.
Por
supuesto que sí, pero sindicatos, no partidos políticos antisistema camuflados que no se presentan a las elecciones, ni
acuden a las reuniones porque temen que la realidad les ponga en su sitio, ni tampoco
organizaciones que se jactan sobre todo de ser un grano en el culo, porque a
ellos les da la gana y porque Urkullu y el PNV les caen mal.
Decía
Txiki Muñoz que es preferible un buen jabugo que mortadela caducada. ELA y LAB, para desgracia del país
son hoy mortadela caducada porque no se ha enterado que las ideas que se defendían
tras el muro de Berlín, cayeron con el muro, fundamentalmente por arruinar la
vida de muchísimas personas. Y están en ello.
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