Bono, Azkuna, tres libros y Agur!!!

Jueves 7 de mayo de 2020

Bueno, esto toca a su fin. Podría seguir y seguir pero entiendo que la reiteración puede cansar. He pretendido que el sesenta aniversario del fallecimiento del primer Lehendakari no pasara desapercibido en parte por las circunstancias y la suspensión del acto organizado y en parte porque podía considerarse una fecha más. Me hubiera gustado que Gogora hubiera destacado el hecho telemáticamente. Las nuevas generaciones carecen de las mismas referencias que las de nuestra generación y, antorcha que no se pasa, se apaga.

Mañana publicaré el doloroso trabajo de D. Manuel de Irujo tras el fallecimiento de Agirre y pasado el comunicado del Euzkadi Buru Batzar ante su muerte. Y se acabó.

Siempre me ha interesado  la biografía y la vida política de un hombre al que le tocó pasar por tragos muy amargos y sin embargo liderar desde un esquema de acción positivo la vida de un pueblo derrotado, incomprendido, sin horizonte y por eso fui un día donde el presidente del Congreso José Bono para que en la colección de parlamentarios del Congreso estuviera el diputado Agirre. Y aceptó de buen grado editando un libro en el que publicamos sus intervenciones parlamentarias y sobre todo su trabajo en la Comisión y ponencia que alumbró el primer estatuto vasco en 1936. Estaba dictaminado en Comisión y ahí están las actas con intervenciones de Calvo Sotelo e Indalecio Prieto y les pedí a los que habían sido portavoces parlamentarios del EAJ-PNV en el Congreso y sucesores de Agirre que me contaran algo sobre él. De esta manera este libro, que está prologado por Bono tiene presentaciones de Xabier Arzalluz, Marcos Vizcaya, Josu Erkoreka y quien esto escribe, jelkides  que hemos tenido el honor de ocupar esa tribuna que tan brillantemente utilizó nuestro primer Lehendakari. La colección Biografías Parlamentarias se enriqueció con este trabajo  de 2010.

El otro libro es el que editó el Ayuntamiento de Bilbao. El alcalde Iñaki Azkuna, hijo de un gudari del batallón Kirikiño, era persona muy sensible a la divulgación de hechos históricos de referencia y no solo acogió bien la idea de la estatua sino la edición de una publicación que es un lujazo gracias a que el diseño y la confección la dirigió Javier Riaño que en ese momento era responsable de Bilbao Arte, un artista exquisito con el que trabajamos muy bien y la obra editada es magnífica. Mejor no se podía haber hecho en recuerdo del primer presidente vasco que además era bilbaíno.

Y el tercero es del inicio de una democracia en momentos en los que la juventud no tenía muchos referentes y aunque no se crea, con total desconocimiento de quien era José Antonio  de la mayoría de la gente, salvo los protagonistas de tiempos de la República que tuvieron la suerte de conocerlo. Con Saratxaga habíamos editado “Entre la Libertad y la Revolución” en 1976, un libro clave para conocer la discusión que hubo alrededor del primer estatuto, tocándome  a mi hacer el nomenclator y en Venezuela habíamos ido editando sus discursos de Gabón. Y que quede claro que si alguien quiere editar estos trabajos, tiene total libertad para hacerlo para que la cadena no se rompa. Aquí no hay más derechos de autor que la obra de Agirre que es propiedad del pueblo vasco. También Erkoreka tiene un buen trabajo sobre como le trató la prensa franquista a Agirre que ojalá se edite algún día aunque soy muy pesimista ante esto. No se lee, no se edita, las liberrías se cierran e impera lo efímero. De esta manera nuestra propia historia la contaran otros y muy mal.

En estos trabajos he tratado de buscar fotografías inéditas y me dejo varias de ellas en el tintero, como me dejo de reseñar el Premio  José Antonio Agirre que ojalá se volviera a reactivar o la edición de los trabajos que organizó el ayuntamiento de Getxo, junto al busto del artista Lucarini que queda para quien considere que Agirre deba ser recordado.

Espero les hayan  interesado estos trabajos. Eskerrik asko!!!

Santiago Carrillo y el Lehendakari Agirre

Miércoles 6 de mayo de 2020

La foto que publico es inédita. La he encontrado en el álbum de fotos de mi aita. Es de la inauguración, hace setenta años del Centro Vasco de Caracas y de la misa en el frontón que daba inicio a las ceremonias en las que se plantaría un retoño del Árbol de Gernika y donde podemos ver al Delegado del Gobierno Vasco, D. Luis Bilbao, al dirigente Joseba Rezola y a gentes representativas de aquella comunidad.

Y no está mal iniciar esta reseña con una misa cuando viene ahora la reseña de un dirigente comunista como Santiago Carrillo, porque la figura de Agirre es poliédrica. Vale conocer no solo la foto sino lo que opinaba Carrillo del Lehendakari Agirre.

Conocí personalmente a Dolores Ibarruri “La Pasionaria” en una reunión en la sede del EAJ-PNV en la calle Marqués del Puerto, en octubre de 1979, poco antes de ir todos al Pabellón de La Casilla al mitin de apoyo al SI en el referéndum estatutario. Verles a D. Manuel de Irujo, a Manu Robles Arangiz, a Dña Contxa Azaola y a La Pasionaria, hablando de cuarenta años de penalidades y conocidos, como si estuvieran en una merienda. Es uno de  esos momentos únicos en la vida y un encuentro con la historia sin parangón.

Y es que no hay que olvidar que Agirre tuvo en su gobierno a un Consejero comunista que fue Juan de Astigarrabia, al que el PC convirtió en su chivo expiatorio en 1937 al caer Bilbao y cuando quisieron volver en 1946, tras la guerra mundial, llegó aquella guerra fría que impedía el trato con un partido comunista que no paró en tocar la puerta para volver al ejecutivo vasco en el exilio.

Carrillo fue un actor principal en Madrid en tiempo de guerra y, tras esta, fue un líder republicano que se pasó aquel exilio organizando reuniones de todo tipo. Tuve la suerte de conocerle en Madrid y asistir con él, con Fraga, con Alzaga y con López de Lerma a un programa en televisión donde Fraga le sacó al líder comunista su actuación en la guerra culpabilizándole de los asesinatos de dirigentes de la derecha en Paracuellos del Jarama. Casi acabamos a tortas.

Pero vayamos al trabajo de Carrillo, tratando de saber quien fue el dirigente asturiano.

Nació en Gijón en 1915. En 1960 fue elegido Secretario General del Partido Comunista de España, anteriormente había sido ministro del gobierno republicano en el exilio y una persona conocida e influyente. Lógicamente, conoció a José Antonio de Aguirre como cronista parlamentario cuando escribía para «EL SOCIALISTA», antes de ser elegido secretario general de la federación de las juventudes socialistas.

En su libro «La Segunda República. Recuerdos y Reflexiones» realiza una semblanza de Aguirre que reproducimos seguidamente.

La llamaban «la caverna», era la minoría vasco-navarra o «vasco-romana», como ironizábamos a menudo de las Cortes Constituyentes de la II República. Figuraban como presidente el señor Beunza, y como secretario don José Antonio de Aguirre y la componían, entre otros, el canónigo Pildain, Picabea, Oriol y Leizaola. Fuera de Euzkadi, en ese momento, el más conocido de todos ellos era seguramente Aguirre, no como político, sino como interior derecha del Athletic de Bilbao. Pocos años antes, entre mis cromos de la colección de futbolistas, guardaba yo el del diputado elegido a la vez en la candidatura de dere­chas de Navarra y en la de Vizcaya.

Curiosamente, de la actividad de la minoría vasco-navarra en las Cortes, conservo más recuerdos relacionados con Beunza, Pildain y Leizaola que con José Antonio Aguirre. Las intervenciones de éste apenas han dejado huella en mi memoria, quizá porque los tronantes sermones, la contundente oratoria sagrada que caracterizaba las inter­venciones más corrientes de esta minoría integrista, diferían del tono de aquel joven simpático, un tanto fuera de lugar en aquel grupo al que yo, si cerraba los ojos, podía imaginar portando en las manos el tra­buco del cura Merino.

Cualquiera que hubiese prestado más atención que yo al discurso pro­nunciado por Aguirre en un debate sobre el Estatuto de Estella, habría percibido ideas menos tradicionales.

«Si es que derecha es ser opuesto a los avances legítimos de la democracia en contra de los poderes absolutos, si esto es ser de derecha, nosotros somos izquierda. Si por derecha se entiende la consubstancialidad de la religión con un régimen cualquiera y no independencia absoluta de ¡os poderes eclesiástico y civil en sus materias respectivas, entonces también somos izquierda. Y si por derecha se entiende en el orden social, oposición a los avances legí­timos del proletariado, llegando incluso a la transformación abso­luta del régimen presente, incluso hasta donde no vais vosotros en el terreno económico, si por eso se entiende derecha, también somos izquierda”.

En estas palabras de Aguirre había ya un acento que no era el característico de “la caverna”, y más tarde su trayectoria personal demostró que no las había pronunciado a humo de pajas.

El personaje venia de una familia de la burguesía media: había hecho la carrera de abogado en Deusto. Sumamente popular en Vizcaya, particularmente entre la juventud, por sus actividades deportivas y también por su desbordante simpatía, se trataba de un líder nato. Aún muy joven, estaba considerado como un buen propagandista de la juventud de Acción Católica.

Manuel de Irujo cuenta de Aguirre, que «… como presidente de las Juventudes Católicas de Vizcaya, tuvo por jefe a don Ángel Herrera (…) Herrera era frío y reservado. Aguirre, efusivo y cordial. Pese a no ser temperamentos hechos para trabajar en común, nunca chocaron…»

Cabe suponer que Herrera, promotor de la rápida carrera de otro polí­tico joven, Gil-Robles, no fuera ajeno al comienzo de la de Aguirre, aunque luego éste tomara derroteros distintos de los que Herrera hubiera preferido.

La vocación nacionalista de Aguirre resulta patente desde muy pronto y, ya en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, encabeza la candidatura por Getxo, siendo elegido alcalde. Dos días más tarde, en su alcaldía proclama la «República Vasca», vinculada en Federación con la República Española, según relata Irujo, que añade:

«…Y se acordó invitar a otros ayuntamientos para que, con idéntica proclamación, lograran la unión de todos en un programa conjunto de libertad, pero siguiendo el espíritu vasco, en aplicación al cual se pidió la derogación de la ley de 1839 y el retorno de nuestros viejos organismos soberanos.»

La figura de Aguirre atrae grandes simpatías. Cuando es elegido Lehendakari sólo ha cumplido treinta y dos años. Es un hombre joven, de fácil acceso, cordial, simpático; se expresa bien y se hace com­prender con facilidad por las masas que le siguen. Es optimista, levan­ta el ánimo y respira confianza y seguridad. Incluso, probablemente por su edad, posee una cierta dosis de inocencia política y esponta­neidad que cooperan a su popularidad.

Yo vi por primera vez a Aguirre tras la Segunda Guerra Mundial. Precisamente el día en que se firmaba la paz entre vencedores y ven­cidos, almorzábamos juntos en un restaurante parisiense él, Dolores Ibarruri y yo. También se hallaban presentes, si la memoria no me traiciona, Tarradellas e Irujo. Hablamos de la necesidad de restablecer las instituciones republicanas para ver cómo lograr que la victoria antifascista tuviera sus lógicas consecuencias en España. Entonces todos pensábamos que habiendo sido España el teatro de la primera batalla en esa gran contienda mundial, los aliados intervendrían de alguna manera para desplazar la dictadura de Franco, que había sido clara aliada del Eje. Teníamos la ilusión de que, desaparecidos Hitler y Mussolini, no se mantendría la nefasta política de no intervención.

En ese almuerzo tuvimos ocasión de escuchar ampliamente las opiniones de José Antonio Aguirre, siempre optimista y enormemente simpático. Nos pareció que en esos años su pensamiento político había madurado y se había inclinado hacia la izquierda. Desarrolló toda una concepción según la cual era necesaria en el mundo una revolución social compatible con la libertad y la democracia; era la suya una posi­ción democratacristiana muy avanzada.

También pensaba que gracias a posiciones como las que había mantenido Estados Unidos bajo la presidencia de Roosevelt, las políticas de los aliados en la guerra seguirían el rumbo de la inteligencia y la colaboración.

Criticaba severamente al catolicismo norteamericano por su proclivi­dad demostrada hacia las «dictaduras cristianas» y le dolía la actitud mantenida por la Iglesia de Roma durante la guerra civil española, hos­til a la República y a los nacionalistas vascos, pese a la fidelidad de éstos a ella.

Entonces el porvenir se nos aparecía de color de rosa. No pensábamos en la guerra fría que vino después y que obstaculizó gravemente las relaciones entre los partidos que habíamos luchado contra Franco.

Incluso durante la guerra fría mantuvimos siempre, hasta su muerte, un contacto personal amistoso con José Antonio Aguirre, el primer lehendakari, el hombre que quizá había hecho más por diferenciar al nacionalismo del tradicionalismo carlista, por afirmar su independen­cia política de la jerarquía eclesiástica y por la cooperación con la izquierda española.

José Antonio de Aguirre, jugador del Athletic

Martes 5 de mayo de 2020

Su familia procedía de Bergara y Mutriku. Su padre había sido abogado defensor de Sabino Arana. Había nacido en el Casco Viejo de Bilbao y se había casado en Begoña. Había estudiado derecho en la Universidad de Deusto y presidía Acción Católica. Diputado por Navarra y por Bizkaia. Había sido jugador del Athletic de Bilbao. Vamos que ni de diseño para llegar a ser Lehendakari con 32 años.

Hoy vamos a hablar de su etapa de jugador. Carlos Aiestaran escribió un documentado libro que trata de esto. ”De Futbolista a Lehendakari”. Esta es la biografía, desde un punto de vista deportivo, de José Antonio Aguirre y Lecube (1904-1960), primer Lehendakari vasco, sin olvidar, obviamente, su labor desarrollada en el ámbito político, e incluyendo también la relación que con el fútbol mantuvieron todos sus hermanos. No se puede hablar de Aguirre como un excelente jugador, pero sí de un futbolista apasionado que lo dio todo por el club cuyos colores defendió. Como ejemplo, veamos lo dicho por la prensa deportiva de la época:  «Este muchacho; todo codicia y voluntad, trabajador incansable, que tiene un gran dominio de balón, que sabe pasar… pero que no remata, ¡qué gran medio haría! Y no olvidemos que buenos medios son lo esencial…» (José Mª Mateos, seleccionador nacional. La Gaceta del Norte, 30-12-1924). «Onaindía, Hierro, Aguirre (J. A.) y Cantolla pueden codearse y hablar de tú a tú con los jugadores de primera fila, muchos de los cuales suscribirían con orgullo, como propias, las actuaciones de aquellos jugadores». (Rolando. El Liberal, 02-03-1925). «J. A. Aguirre, uno de los jugadores más entusiastas y disciplinados del Athletic». (Milton. El Nervión, 09-12-1925).

En el año 2010 la Diputación Foral de Bizkaia editó el libro José Antonio Aguirre y Lecube. El fútbol: su faceta desconocida, trabajo del mismo autor, Carlos Aiestaran, premiado ex aequo en el I Certamen de Monografías Deportivas del Dpto. de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia. Transcurrido un tiempo desde su publicación, y aprovechando la celebración del octogésimo aniversario de la participación del equipo Euzkadi (que no Euskal Herria) en la Liga Mayor 1938-39 de México D. F., el autor dio  por finalizado lo que debiera haber sido inicialmente el trabajo premiado, completando la información y Pie de foto: En la temporada 1923-24, José Antonio comenzó a jugar en el Athletic Club de Bilbao. Era el Athletic de los Vidal, Sesúmaga, Lazarra, Rousse, Acedo… En la imagen, abajo, tercero por la derecha

Es interesante conocer la opinión de su hermano, Juan Mari, sobre cómo era el juego de José Antonio en el Athletic. En el cuestionario  de las veinte preguntas que mencioné cuando hablé de su hermano, éste me decía:

“Jugó bastantes partidos en el primer equipo del Athletic. Su juego era técnico, un poco lento y con gran toque de balón, como generalmente ocurría con los ex-alumnos del colegio de Orduña, en donde se practi­caba el juego contra la pared o frontón con pelotones de un diámetro de medio metro o más. Abandonó el fútbol una vez terminada su carrera de Derecho».

«Es muy difícil, señor Aguirre, saltar desde la línea delantera del Athletic Club a la línea delantera de ese equipo vasco-navarro que a Su Señoría le toca capitanear». De esta forma descalificante  se refería el líder socialista Indalecio Prieto a José Antonio Aguirre en las Cortes Constituyentes de 1931. Años más tarde, el propio Prieto rec­tificaría esta afirmación por desafortunada, ya que Aguirre había con­seguido dar el salto y lo había hecho airosamente.

Aguirre obtuvo la licencia de federado de la Regional Vizcaína el 19 de junio de 1921 y estuvo vinculado al club rojiblanco durante las temporadas 1924-25 y 1925-26.

José Antonio jugó en el puesto de interior, formando ala con otro Aguirre, conocido como «Aguirre-Begoña». También durante su estan­cia en el equipo vasco compartió filas con el hijo de Prieto, lo que hizo que el socialista bilbaíno tuviera por él un especial afecto.

Durante su trayectoria futbolística, el Athletic de Bilbao se vio sumido en una transición, ya que no conseguiría ningún título hasta 1930 -el anterior lo había alcanzado en 1923-. No obstante, en esta época aparecerían nuevos valores del deporte inglés, tales como «Travieso», Carmelo Goyenechea, Félix Sesumaga,… que sustituirían a los hermanos Hurtado, hermanos Belausteguigoitia y al fallecido Rafael Moreno «Pichichi».

El historiador Hugh Thomas señaló en sus escritos, quizás superficialmente, que «José Antonio procedía de una familia carlista de la clase media y debía buena parte de su fama a su agradable aspecto y a sus proezas como juga­dor del Athletic de Bilbao».

Tras su activa participación en el fútbol, Aguirre continuó siendo gran animador del Athletic de Bilbao. En 1933, siendo diputado, acudió al partido que el club vasco disputó en Madrid correspondiente al cam­peonato de liga e, incluso, pasó unas horas en el hotel donde se aloja­ba el equipo rojiblanco, pues el portero, Gregorio Blasco, resultó lesio­nado de gravedad.

Durante la guerra, el Lehendakari Aguirre fue uno de los principales impulsores de la selección de Euzkadi de fútbol que lució los colores de la ikurriña por los terrenos de juego de Europa y América. Este equipo consiguió el segundo puesto en el campeonato mexicano, sien­do los fondos recogidos por la selección destinado a los niños vascos refugiados en Europa. Se llamaba Selección de Euzkadi y no de Euskal Herria como han tratado de desvirtuar este nombre los que nos quieren borrar esta historia.