Estuve en su día con la Directora General de EITB, Maite Iturbe, en su despacho. Entre otras cosas le comenté mi extrañeza sobre el por qué la aparición y presentación de libros no eran nunca noticia en los informativos de ETB. Me dijo que así se había decidido. Le dije que ese no era el espíritu ni las letras del reglamento del Ente. Lo que me dijo no era verdad. En ETB si se hablaba de libros de forma esporádica pero al parecer solo de los escritores consagrados o de gentes vinculados a la IA y sus movimientos. Me tomé el trabajo de seguir este tipo de informaciones y le hice llegar un resumen de las mismas ocurridas en un mes que desmontaba su información. Nunca me contestó.
Digo esto
porque este pasado domingo, en un informativo que sigue muy desequilibrado, me
alegró que se hablara del libro escrito por
Antón Arriola, ”El ruido de entonces” sobre el secuestro y asesinato del
ingeniero de Lemoiz José María Ryan que,
convulsionó a la sociedad vasca en 1981 y al escritor de forma especial pues
eran vecinos. De Arriola acabo de leer su libro “El Diario de Josef Barath”, uno
de los miembros de la Corte de la emperatriz Zita en su destierro en Lekeitio. Es
una historia novelada muy viene escrita y muy interesante. Recupera lo ocurrido
en Lekeitio en aquellos años veinte cuando la Emperatriz austro-húngara con sus hijos
exiliados se acogieron a la amistad de un encantador pueblo de arrantzales. Y sobre lo ocurrido en esos años Arriola
escribe toda una trama policíaca, histórico política.
En una
de aquellas reuniones de la Democracia Cristiana europea me tocó almorzar al
lado de Otto de Habsburgo, que hubiera sido el emperador como hijo mayor de
Carlos y Zita, que me recordó con cariño aquellos años y me recitó el Aita
Gurea en euskera. Detrás de esa novela se ve hay muchas veladas buscando datos
para ambientar una historia interesante, distinta y con paisaje europeo y
vasco.
ETB debería
tener un programa dedicado a los libros que se escriben y editan. No todo tiene
que girar alrededor de internet, redes y móviles. Un pueblo culto tiene que fomentar
la lectura, discutir sobre ella, y sacar a la luz a nuevos escritores, entrevistarles
y dedicarles tiempo y seguimiento. En Francia
Bernard Pivot fue un periodista cultural que dirigió el espacio televisivo “Apostrophes” y
posteriormente “Boullion de culture”
este dedicado no solo a libros sino a teatro, cine, arte. Cuando le dieron en
Girona un premio comentó que para preparar el programa “Apostrophes” leía entre
10 y 15 horas. ”La misión de cualquier presentador de televisión es influir de
alguna forma en su audiencia, suscitar
deseo por lo que presenta y orientar el programa a que la gente vaya más al
teatro, al cine, que lea libros”.
Cuanto
más lea un país, más culto será y entre otras cosas, esa es también la
obligación de un Ente Público no solo presentarnos “El Conquis” como lo más de lo más y el desiderátum del entretenimiento
en un medio, que repito, es público y tiene obligaciones que cumplir. Entre
ellas difundir la cultura.
Ojalá
se animen a hacerlo, olvidándose de las audiencias y tratando de lograr ser un referente en un espacio dedicado
al libro, no solo al cine.
El rey Juan
Carlos recibió, en una colorista ceremonia en el castillo de Windsor, la Orden
de la Jarretera, la más importante del Reino. Isabel II concedió la Orden de la
Jarretera a don Juan Carlos durante su visita de Estado de 1988, en respuesta
al Toisón de Oro que le otorgara el rey. La Orden es una condecoración del
máximo prestigio cuya historia, transida de leyenda pícara, se remonta al siglo
XIV. El rey Eduardo III estaba bailando con la condesa Joan de Salisbury cuando
a ésta se le cayó la jarretera (una liga con hebilla). El monarca la recogió y se la entregó entre
las sonrisas maliciosas de los cortesanos presentes. “Honi soit qui mal y pense!”
(“¡vergüenza para quien piense mal”!), replicó el soberano, en el francés que
se hablaba en la Corte, a los presentes, a quienes advirtió que llegaría un día
en que tan modesta prenda fuera tenida en gran respeto. Al poco se fundó la
Orden de la Jarretera, complemento del vestir medieval que hoy figura en el
escudo del Reino Unido con las palabras pronunciadas por Eduardo III.
Hace veinte años si tu pensabas mal de la monarquía y lo decías en
la Corte de Juan Carlos te contestaban
con la leyenda de la Jarretera, ”vergüenza para quien piense mal”. Y como
nosotros pensábamos muy mal de la cloaca real, nos ponían la jarretera como
mascarilla, para que no habláramos de lo que veíamos. Teníamos voz, aunque no
nos ponían altavoz los mismos que hoy se rasgan las vestiduras o no iban al
Congreso, como Bildu. Un cortesano me llegó a decir enigmáticamente, como en la
película El Padrino ,que yo era “como un pacifista que se metía en el río
pensando que el cocodrilo se iba a comer al otro”. Le dije que, de lo que
sabía, los problemas no eran los cocodrilos sino los osos y los elefantes y que
esos siempre acababan en un circo y que a mí no me iba a comer nadie pues tenía
razón. Y el tiempo lo diría. Y lo ha dicho.
Xabier Arzalluz comentaba que en cierta ocasión Felipe González le comentó
que preferían a un Jefe del Estado que
se dedicara a sus coches, motos, mujeres, cacerías y negocios a que metiera la
nariz en política. Algo así debió ocurrir porque con tanto Cesid y CNI y tanto
chismoso suelto es imposible no supieran nada de las aventuras de un Borbón
haciendo gala a su apellido. Nosotros lo supimos, lo intuimos y lo denunciamos.
Es más. Incluso les dimos una solución ante una Constitución atada y bien atada
para cualquiera tipo de reforma, imprescindible ante la primacía del varón, la
inviolabilidad, el control de sus cuentas y el recibimiento de regalos y
comisiones.
El 21 de junio de 2000, en la Comisión de Exteriores del Congreso
se ratificó la creación del Tribunal Penal Internacional, con sede en La Haya. Vimos
que aquella era la oportunidad de oro y presentamos una enmienda muy comentada
que proponía que el rey fuera responsable de sus actos ante el Tribunal, cuando sus decisiones no
hubieran sido refrendadas conforme a lo establecido en la Constitución. Argumentamos
que si en ninguna Constitución europea no existía una inviolabilidad semejante a la española, por
qué diablos al rey de España, que en España era intocable no se le podía juzgar en Europa. Aquello fue una bomba porque
era un planteamiento lógico y democrático. Logramos que se creara una controversia jurídica por supuesta colisión entre el Tribunal Penal y el artículo 56 de
la sacrosanta Constitución española que
asegura que el rey es irresponsable a
efectos penales, es decir, no puede ser encausado. El gobierno de Aznar
consultó al Consejo de Estado que emitió
un informe en el que se aseguraba que no
era preciso cambiar la Constitución, dado que todo acto del Rey se refrenda por
el Gobierno y, por tanto, si hay alguien imputable en caso de delitos
perseguibles por el Tribunal de la Haya, o sea genocidio o delitos contra la
humanidad, entre otros, pero no el de corrupción, a pesar de que en esta caso
borbónico haya delitos internacionales de manual.
El caso es que todos los bienpensantes, medios de comunicación españoles de todo tipo, y partidos, todos, se
arrugaron, comenzando por el PSOE y nos rechazaron la enmienda. Imagínense si
hubiera prosperado. El PSOE no se atrevió a contradecir lo que Franco había
dejado en su testamento cuando escribió que todo quedaba “atado y bien atado”. Y
es verdad. No se puede hacer una tortilla de patatas sin huevos y sin patatas. No
se puede hacer una verdadera democracia sin demócratas de verdad. Hoy mismo, la
negativa a que en el Congreso se investigue lo ocurrido por parte del PP, Ciudadanos,
Vox y el PSOE es el peor servicio que pueden hacerle a la propia monarquía. La
sobreprotegieron y así les fue. La superprotegen y así les irá.
Podía poner decenas de ejemplos. Ahí va uno más. En el 2015 el
Consejo de ministros aprobó reestructurar la Casa del Rey tras la abdicación de
Juan Carlos el año anterior. Nos dijeron que era consecuencia de la promesa de transparencia
esbozada por Felipe VI en su entronización. Se regulaban los procedimientos de contratación
basados en transparencia y eficiencia. El decreto recogía la posibilidad de que
la Casa Real pudiera aprobaron un código
de conducta. El nuevo rey prohibía a los miembros de su familia aceptar favores
o regalos caros. La norma, publicada en el BOE recogía que Felipe VI podía
distribuir como considerara oportuno el presupuesto de la Casa Real que recibe
anualmente de los Presupuestos, cuentas que este año incluso aprueba Bildu. Unos 8
millones y pico. Mi pregunta no fue admitida por la Mesa del Senado. Recurrí y
tras muchas idas y venidas me dijeron que no la admitían a trámite por no
resultar de la competencia del gobierno ya que el tema afectaba al régimen
interno de la Casa Real. Volví a recurrir diciéndoles que recibir dinero de los
presupuestos no era una cuestión interna y sin embargo saber qué se hacía con
ellos sí. En eso quedó la transparencia de Felipe VI.
Finalmente un apunte sobre el discurso de Navidad de Felipe VI el
24 de diciembre pasado. Fue un escándalo
democrático.
Con
buena voluntad se puede entender que Felipe VI no descalificara personalmente a
su padre. A fin de cuentas está sentado en La Zarzuela por él, y no es muy
edificante que un hijo reniegue de su padre en público y mucho más siendo Jefe
del Estado.
Se
puede entender que no bajara al detalle de los delitos de su progenitor.
Se
puede entender que nos metiera una buena chapa hablando de lo bueno que somos
todos.
Se
puede entender dijera que la ética y la moral están por encima de las personas.
Algo parecido ya lo dijo Juan Carlos cuando afirmó muy convencido que todos
somos iguales ante la ley. Ya vimos para lo que sirvió.
Pero lo
que no se puede entender es que no entonara como monarquía el menor reproche por nada, ni
el pedir perdón por nada. Hasta el Emérito tras sus cacerías dijo aquello de
“Lo siento mucho…..”.
No se
puede entender que no dijera que había que revisar esa patente de corso como es
la inviolabilidad.
No se entiende
que no dijera que, pasados cuarenta años, la institución necesita una
adecuación. Fíjense que no pido un aggiornamiento.
Es imposible
de entender que no anunciara el que se presta como Institución a la inspección del Tribunal de Cuentas como hace
todo el mundo institucional.
Es
insólito que no le haya dicho a los militares golpistas que se han dirigido a
él que esa misma Constitución sacralizada no permite proclamas parecidas y que
los tiempos de la dictadura ya pasaron.
No hay
quien entienda eso si no se hace desde el concepto consagrado en la
Constitución de que la monarquía es símbolo de unidad y permanencia y no hay
que dar ni una sola baza argumental a los que hemos denunciado la Cloaca Real .
No hay
quien entienda que un partido que se declara republicano como el PSOE
apoye esta impunidad.
”Vergüenza
para quien piense mal!!.
Habrá que
darles a todos la Orden de la Jarretera.
Es del Alderdi Eguna
de 2001. La costumbre era que dos afiliados históricos izaran la ikurriña y ese
año les tocó hacerlo a Jokin Inza y al conocido como Juan Tortillas. Dos
cimientos jelkides.
A Inza
le llamábamos El Gordo. Era un gigantón de Bergara cuya madre murió en la
guerra. Pronto su inquietud por la resistencia vasca le llevó a estrenar la
cárcel de Martutene. Salía y entraba por
acciones clandestinas de todo tipo. Desde el reparto de propaganda a organizar
acciones más contundentes. Tras esconderse en Barcelona y con la policía
pisándole los talones llega a Caracas y es el gran jefe de la Resistencia en el
trópico. Con el encargo de enviar dinero para los presos crea EGI poniéndole la
I que significaba del Interior y diferenciarla de la que funcionaba en el
Centro Vasco de Caracas. Todo eso lo cuenta en el libro que editó la Fundación,
libro que se lee de un tirón porque está escrito de la manera como hablaba, sin florituras.
A su alrededor se forma el Grupo Egi que da
como resultado montar una radio clandestina funcionando todos los día en onda
corta. El se ocupaba de mantener económicamente el tinglado con las quinielas
del fútbol español en el barrio de La Candelaria llena de bares vascos. Nadie
sabía para que era aquel dinero pero
permitía mantener un complicado tinglado técnico. Las reuniones se hacían todos
los lunes en su casa, del Grupo Egi. Con las quinielas y a puro sablazo, se
hacía Radio Euzkadi, la revista Gudari, ediciones de libros y la película Los
Hijos de Gernika. Vendía monedas de oro con la efigie de Sabino Arana y era el jefe absoluto reconocido por todos. Vuelve
a Donibane llamado por el Vicepresidente Joseba Rezola y organiza grupos de
formación para cuando se produjera la muerte de Franco. Un tipo interesantísimo,
de ordeno y mando y de enfrentarse a quien fuera para sacar adelante proyectos
y sabiendo solo leer y escribir.
Juan
Tortilla era de Durango. Un resistente absoluto. Los últimos años de su vida
colaboraba en la cocina del Alderdi Eguna. Preparaba la comida a los chavales
de EGI que a menudo pagaba él, ya que como solterón manejaba bien su dinero. Socio
activo de la Fundación Sabino Arana fue a varios de sus viajes. Jelkide entregado
con la fe del carbonero, dispuesto siempre a todo.
Cuando
se habla del EAJ-PNV y de sus 125 años no puede concebirse la historia sin
personalidades como éstas. Y también con Emakumes que asimismo izaron la
ikurriña. Hoy le tocaba a Inza y a Tortillas.
Ojalá
volviera esta buena costumbre. De gente meritoria, que ha luchado por el país y
la sigla, volvieran a izar la ikurriña. Es el mejor regalo que se le puede
hacer a un/a veterano/a.
¿A que
si?.
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