Martes 21 de enero de 2020
Con Txomin Aurrekoetxea
De la mano de Nerea Lupardo y de Xabier Ormaetxea he estado visitándole en Basauri a Txomin Aurrekoetxea. Creía cuando iba en camino que me iba a encontrar con un Txomin con un estado de salud delicado, pero mi gran y favorable sorpresa, ha sido conversar largamente con un Txomin, algo más grueso, pero agradecido por la visita y hablando de todo.
Como es lógico hemos recordado viejos tiempos ya que Txomin entró en el Parlamento Vasco en su segunda legislatura en 1984. Venía precedido de su trabajo constante en favor del euskera y no en vano fue él quien consiguió el acuerdo entre HABE y AEK, la creación de Uztarri y posteriormente ser la gran referencia estatal y vasca de ayuda al pueblo saharaui viajando incluso a Naciones Unidas a presionar por desbloquear la situación en la que viven y 22 veces a los campamentos de Tinduff. Veintidós veces. Una de ellas le acompañamos Josu Bergara, Juan Mari Atutxa y yo.
Nos ha contado que al encontrar resistencia para que los gallegos asumieran las tesis que llevaban ellos en el estado español le pidió a Manuel Fraga una entrevista y logró que desde Galicia asumieran la reivindicaión, no sin antes escuchar al viejo dinosaurio decirle que a los vascos no se les había perdido nada con esta reivindicación y que eso era propio de la “política de Madrid”.
Nosotros en el grupo le llamábamos aita Txomin y es que sigue teniendo alma de misionero como nos ha contado que hiso el noviciado pero por problemas de salud no pudo seguir su vocación pero rehízo su vida muy satisfactoriamente y casarse con Maite, una guapa chica de Bedia, con la que nos ha dicho, está más enamorado que nunca.
Hemos hablado del próximo cuarenta aniversario de la elección en la historia del primer parlamento vasco y del poco aprecio que hay hacia la reivindicación de ese pasado que debía tratarse con amplitud y criterio institucional.
Txomin es todo bondad y hombre agradecido y para él todo el mundo es bueno. Fue un gran parlamentario y un ejemplo para los candidatos y de los actuales de cuyos nombres apenas sabemos, sobre todo si se es parlamentario del partido de gobierno, pero Txomin con el euskera y el Sahara marcó perfil propio y todos esos colectivos le están agradecidos por su labor y entrega.
Una muy agradable visita.
El primer árbol que florece
Aquí está este magnolio indio que debe ser el primer árbol que florece en Bilbao y además en este crudo invierno. Ya en diciembre apuntaba sus brotes que han explotado a mediados de enero ornando el número 24 del Campo de Volantín, un feo edificio de oficinas, donde antes estaba la casa donde vivió Joaquín Almunia.
Todos los años lo traigo a colación pues además de éste, había otro de pétalos rosados, una auténtica belleza que fue cortado sin ningún miramiento hace treinta años. Lo bueno fue que cuando iban a cortar éste, pasó por allí mi ama y le montó tal berrinche al talador que éste paró su fechoría, consultó y dejó vivir al árbol. Mi ama, sin tanto cambio climático encima, hizo por el medio ambiente más que tantos neoecologistas a la violeta que nos rodean.
Y, de verdad, es un árbol precioso. Ojalá hubiera más.