Miércoles 10 de mayo de 2023
Este martes, con mi hermano Koldo y parientas y bajo la lluvia paseamos por Donostia. Poca gente en la calle, pero todo en su sitio. Y como los dos hemos vivido en esta ciudad, estudiado en los Marianistas de Aldapeta y Koldo, vivió cuando fue director del Festival fuimos viendo lo que ha ido cambiando. Vivimos un año en el Boulevard que se llamaba de Calvo Sotelo y el resto en la calle Prim, frente al Bellas Artes y posteriormente en Sancho el Sabio.
Continuamente hemos ido a Donostia pero el de ayer fue un paseo por el pasado. Nada que ver con aquella ciudad que en la calle Urbieta tenía un mercado rodeado de carromatos con percherones baserritarras que bajaban por la cuesta de Aldapeta, vendían legumbres y marmitas de leche, una Brecha desconocida, la calle San Martin donde se reunía el EBB, esquinas donde vendían chuches, un puerto ya sin pesqueros ni críos que se echaban al agua a recoger una moneda, esa luz cenital misteriosa, un tiempo fresco que hacía que nadie estuviera en la playa dándole al paseo ese toque nostálgico de los viejos tiempos. Muy viejos tiempos. Como he comentado, Donostia está a tiro de piedra de Bilbao y vamos continuamente pero ayer fue una especie de volver al pasado cuando esta semana ha sido noticia que derruían el colegio de Villa Belén, lo que hicieron con aquellos Marianistas que fueron demolidos y ahora las actuales instalaciones parecen más un hospital que un centro de estudios, o el Colegio de San Bartolomé, vacío de aulas y convertido en un hotel.
Fuimos invitados por Eragin una Asociación Cultural creada hace más de cincuenta años en tiempos en los que la mujer no tenía la misma situación en la sociedad que en la actualidad. Afortunadamente el salto cualitativo ha sido muy importante y en esta asociación se han ido adaptando a los tiempos tratando de conocer la realidad, analizarla y discutir sobre ella. Sus motores y almas son Marilen y Loli que dirigen la Asociación con una entrega muy digna de ser destacada, y como Koldo escribió el libro Clandestina, sobre la Radio Euzkadi que funcionó desde Venezuela en onda corta bajo el franquismo y yo suelo dar la tabarra sobre ese comentario de que la actual radio Euskadi cumple cuarenta años, nos invitaron para que contáramos la experiencia, porque les interesaba.
Y allí fuimos encontrándonos con la sala llena, buen sonido, buen coloquio y un buen momento vespertino. La sociedad no se vertebra solo con partidos y sindicatos sino que tiene asociaciones como estas que hacen un gran trabajo. Eragin, difunden cultura y están abiertas a la confrontación de pareceres. Destaqué que tres de los impulsores de aquella aventura fueron gipuzkoanos y de los tres dos donostiarras. Alberto Elosegi, el cerebro del planteamiento editorial, José Joaquín Azurza, el cerebro técnico y Jokin Inza, de Bergara, el cerebro económico sacando los presupuestos para mantener aquel tinglado trece años, de la nada. Es una historia bonita, desconocida, no valorada, que nos gustaría contar en Bergara y en los batzokis de los barrios donde vivieron aquellos dos donostiarras tan entregados a la causa de la libertad de este pueblo. No todo tiene que ser fútbol, ¿o si?.
Agradecimos a Marilen y a Loli su trabajo y entrega deseando que la cuerda les dure muchísimo tiempo. Este tipo de trabajo de hormiga solo se agradece cuando desaparece, pero se está a tiempo de que sea reconocido.
Doy fe de la magnífica labor de estas dos mujeres.
Me alegro que se les reconozca públicamente.
Enhorabuena a ellas.
«un puerto ya sin pesqueros ni críos que se echaban al agua a recoger una moneda». Perdón, eso no es cierto, sigue habiendo pesqueros y chavales que se tiran al agua en busca de una moneda, lo que pasa es que lo hacen en verano. Lo que ya no está es el puerto comercial que finiquitó sus actividades por 1.974 con carbón y apeas que iban para Papelera Zicuñaga de Hernani.
Efectivamente. Se echan de menos las cosas cuando desparecen. Un agradecimiento a todas aquellas pequeñas, (o debería decir grandes?) contribuciones a nuestro País.