Jueves 12 de octubre de 2023
Entrevista de Danilo Albin en PUBLICO.
Iñaki Anasagasti pide un cortado. Faltan tres minutos para las cuatro de la tarde y en la cafetería de un céntrico hotel de Bilbao solo se escucha de fondo algo de música, mezclada con la consulta de un turista inglés que pregunta en la barra, de forma algo precipitada, por el menú de la cena. No hay murmullo que haga desviar a este veterano político del PNV, exportavoz de la formación nacionalista durante los gobiernos de Felipe González, Aznar y Zapatero. Ahora acaba de publicar un libro en el que rememora esos años. Se titula ¡Qué país, Mikelarena! (Txalaparta) y repasa su trayectoria política en Madrid.
La editorial señala que se trata de las memorias políticas de una persona como usted, que estuvo muchos años en el Congreso. Seguramente tendrá mucho para contar…
Este libro abarca una parte de aquel trabajo parlamentario, sobre todo los 18 años que estuve en el Congreso. Llegué cuando estaba Felipe González con mayoría absoluta, luego con José María Aznar y el sí a su investidura, también cuando llega Zapatero… son muchas vivencias de un Madrid que cuando llegué era un poblachón manchego como decía Azaña, sin ínfulas. Era la capital de España, pero no una ciudad-Estado como pretender ser ahora, con una presidenta que cultiva algo que me parece deleznable: una competencia con las nacionalidades históricas, cuando Madrid tiene, por obligación, absolutamente todo.
¿Ha cambiado la manera de hacer política en Madrid?
«Aznar convirtió la lucha contra el terrorismo en una lucha contra los nacionalismos periféricos».
Ha cambiado una cosa fundamental: cuando nosotros llegamos a Madrid ETA existía y actuaba, y eso condicionaba muchísimo la actividad política. Creo que antes había más contención en algunos temas, hasta que llega Aznar con mayoría absoluta en 2000 y convierte la lucha contra el terrorismo en una lucha contra los nacionalismos periféricos. Actualmente veo una incontinencia verbal tremenda, y en un hemiciclo no puede valer todo. España es un país violento, pero teóricamente el hemiciclo era un lugar más o menos sosegado. A día de hoy se ha convertido en un espacio de enfrentamiento, insulto e inmoderación.
¿La llegada de la ultraderecha al Congreso contribuye a ese clima?
Debo decirle que a mí Vox no me extraña mucho. Conozco a dirigentes de Vox que antes estaban en el PP, y nadie les ha cambiado el cerebro; el dinosaurio ya estaba ahí. Lo que ahora esgrime Vox lo ha defendido siempre el PP: yo, al PP y a Vox, los meto en el mismo saco.
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¿No le sorprendió la irrupción de la extrema derecha en el Estado español?
No, no me sorprendió. Lo que ya existía de forma soterrada ha sacado la cabeza debajo del agua. No hay que olvidar que Santiago Abascal estuvo en el Parlamento vasco por el PP, y nadie le ha cambiado su visión de la vida en blanco y negro: es el mismo de joven y de adulto.
¿Cómo ve el escenario político actual en Madrid?
«Feijóo tiene los mismos tics que podía tener Manuel Fraga».
Veo y escucho un discurso catastrofista de Feijóo, engañando al personal y presentándose como un político moderado, cuando no lo es. Con la mentalidad actual de Feijóo y con las tremebundeces que dice, en 1978 no habría habido transición. Creo además que tiene los mismos tics que podía tener Manuel Fraga; no distingo entre su discurso actual y el que tenía Fraga. Por otro lado, veo también falta de madurez en una izquierda que le da continuamente argumentos a la derecha con sus reyertas, salidas de pata de banco y posiciones hiperextremas. Ya sabemos que los líos internos los aprovecha quien los aprovecha. ¿Habrán aprendido?.
¿Qué cree que hará Junts ante la posible investidura de Pedro Sánchez?
«A Junts no le quedará más remedio, porque con unas elecciones perderíamos todos»
Junts procede de la antigua Convergencia i Unió, una coalición que parecía muy sólida, muy influyente, intocable pero que se ha disuelto en la nada. Algún chip de aquella época tendrán sus herederos y pienso que si, que llegarán a acuerdos. Me da que Puigdemont añora esa imagen histórica de un Tarradellas llegando del exilio en el balcón de la Generalitat, diciendo «catalans, ja sóc aquí», y para Puigdemont eso es el desiderátum: si eso ocurre habrá ganado la batalla, porque habrá torcido el brazo , sobre todo, al Poder Judicial, un Poder Judicial que no es democrático y que está al servicio de viejas ideas, de una España muy antigua. Volviendo a la pregunta, creo que a Junts no le quedará más remedio, porque con unas elecciones perderíamos todos.
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¿Cree entonces que habrá investidura de Pedro Sánchez?
Sí, yo creo que habrá investidura. Me parece que lo están haciendo bien, porque están manteniendo mucha discreción, y eso es fundamental en una negociación. A mí me tocó negociar junto a Xabier Arzalluz la investidura de José María Aznar, y tuvimos mucho cuidado para no dar armas al adversario político, y sobre todo buscamos que la gente asimilara lo que estábamos haciendo con una explicación y un debate interno.
¿Sintieron vértigo a la hora de explicar esa negociación a sus bases?
Sí nos dio vértigo. Veníamos de duros enfrentamientos. Muy duros. Eran los herederos de AP y estos del franquismo sociológico, aunque Aznar se jactaba de leer a Azaña, y tras una negociación con presiones de todo tipo, al final, quisieron presentar el acuerdo en Sabin Etxea, y les dijimos que preferíamos hacerlo en su sede y nos fuimos a Génova 13, porque no queríamos hacerlo aquí. Aquella noche vimos a un Aznar completamente distinto, que ante Arzalluz parecía la imagen de un alumno frente a su profesor. Aznar sentía admiración por él. Recuerdo también que en su despacho nos dijo que, habiendo nacido su padre en Bilbao, una de las cosas por las cuales pactaba con el PNV era por la posibilidad de que el ‘Gernika’ de Picasso viniese a Bilbao y él pudiese sacarse una foto delante para pasar una página de la Guerra Civil. Luego, cuando se agriaron las relaciones, Aznar me dijo que no se acordaba de eso.
En estos últimos meses volvieron a surgir informaciones sobre las negociaciones que el Gobierno de Aznar mantuvo con HB y con ETA. ¿Usted estaba al corriente de esas conversaciones?
Cuando había un atentado siempre surgían condenas y duros debates. Siempre estaba el ritornello ese de que si no hay violencia todo era posible. Ahora no hay violencia y nada es posible. Por lo tanto, mintieron. Nosotros entonces sabíamos que en el mundo de ETA se estaba cocinando algo. Aquello no podía durar y durar. Era el empate. En aquel escenario, Arzalluz le dijo a Aznar que para ver que pasada había que sondear y eso es como cuando antes de tirarte a la piscina tienes que saber si hay agua, de lo contrario te estrellas, y por eso le pidió ver si hay agua, y le pidió que nos dejase investigar precisamente si había agua, si se podía llegar a acuerdos. Pero había un ministro del Interior que se llamaba Jaime Mayor Oreja que medía y miraba todo con los ojos de la represión. Quería solo derrotar a ETA sin abordar el problema que la creó.
Nosotros le dijimos que la Policía en lógica tenía que actuar, pero también había que intervenir políticamente y dar a ese mundo una percha para poder justificarse ante su mundo, que era clandestino, cerrado, sin airear. Ellos no quisieron, y ese fue uno de los motivos por los que, al año y medio del acuerdo con Aznar hecho en 1996, rompimos.
¿Cree que la izquierda abertzale ha dado pasos convincentes de cara a la normalización política y respecto al acercamiento a las víctimas?
Puedo contar mi experiencia personal. Tuve 13 años escolta, porque en un momento determinado el mundo de ETA decidió que si había que atentar contra alguien del PNV, ese alguien era yo. Recuerdo perfectamente cuando Jon Idigoras (diputado de HB) comenzó a ir al Congreso de los Diputados. Lo hizo una vez. Gran expectación. Fui donde él. Estaba solo en la última fila. Le dije que si necesitaba algo le podía ayudar, y me respondió que lo que teníamos que hacer nosotros era irnos de allí cuanto antes.
Ahora veo a los seis diputados de EH Bildu trabajar afanosamente en el Congreso y digo que sí, que claro que ha cambiado. Lo único que no han hecho es no reconocer aquellas cosas que decían de nosotros, de que nos vendíamos por un plato de lentejas y que hacíamos política de limosna. Creo también que aciertan cuando rectifican. Ellos han rectificado, están haciendo política, y eso les ha rendido electoralmente. Nada que objetar.
¿Cómo ve al PNV?
Las últimas elecciones han sido muy polarizadas: o votas a Sánchez o votas a Feijóo, o vas con papá o con mamá, y eso lógicamente supuso un golpe. En segundo lugar, la pandemia afectó a la sociedad, y hay instituciones como Osakidetza o la Ertzaintza que no han sabido comunicar bien lo que hacían. Hay una crítica, a veces excesiva, que ha calado, pero no para cambiar el voto, sino para ir a la abstención. Creo que ese voto se va a recuperar en las elecciones autonómicas del año que viene.
¿El creciente papel de EH Bildu en Madrid puede perjudicar al PNV?
Yo creo que son unas elecciones autonómicas donde importan mucho también las candidaturas. Creo que el candidato del PNV va a volver a ser Iñigo Urkullu, una persona de la que no se esperan quiebras ni enfrentamientos llamativos. En un contexto como el actual la gente busca seguridad y tranquilidad.
¿Le gusta Urkullu como candidato a lehendakari?
Recuerdo un primer ministro belga, Wilfried Martens, que iba formando gabinetes. Decían entonces Martens 1, Martens 2, Martens 3… llegó a nueve gobiernos y dio mucha estabilidad a Bélgica. Aquí podemos tener un Urkullu 4.¿Por que no?.Da estabilidad.
¿En Euskadi hay margen para un acuerdo entre fuerzas soberanistas que permita avanzar en materia de autogobierno y nuevo estatus?
Sí, lo que ocurre es que en esa ecuación el PNV siempre tiene que incluir al PSE, aunque sea un acuerdo de mínimos. No sé si ahora, en la negociación con Pedro Sánchez se avance en algo en este sentido y por pura necesidad parlamentaria del PSOE. Ojalá y si de una vez por todas reconoce que el Estado español es un estado que tiene naciones y regiones, ahí sí se podría avanzar, aunque sea algo. Nada es imposible aunque lo parezca. Por ejemplo, antes en el Congreso no se permitía ni decir egun on; ahora se puede hablar en los idiomas co-oficiales, y además con los mismos que antes nos decían que no. Los astros, a veces, se conjugan.