Sábado 4 de junio de 2016
Como todos los años por estas fechas hemos estado en Lizarra en la entrega del Premio Irujo. En esta ocasión a Arantza Amezaga.
Ha estado Manu Ayerdi, Estefanía Beltrán de Heredia, el alcalde Estella Koldo Leoz, Juan Mari Atutxa, el presidente del ABB José Antonio Suso, el del Napar, la secretaria del EBB Mireia Zárate y la Burukide Ana Esther Furundarena, Daniel Innenarity, la senadora de Geroa Bai Ana Luján, Juanjo Pujana, Txomin Saratxaga, Ramón Sota, el consejero Mendoza, las hijas de Fortunato Agirre, el historiador Txueka, concejales y burukides de Navarra y amigo y familiares de Arantza. Han estado tres de sus cuatro hijos, Peio, Mikel y Enekoitz. Xabier está en Berlin. Asimismo han revoloteado por allí sus nietos.
A mí me ha tocado el discurso de orden y la entrega de la medalla y como lo mejor es transcribir lo dicho, ahí va. Trata de ser un recorrido generacional por una familia de exiliados.
El encargado de todo el acto, Koldo Viñuales, ha estado muy satisfecho del acto.
Egun on guztioi
Ohore bat da gaur hemen egotea, Irujo eta Fortunato Aguirreren lur hauetan; hauek gogoratuz tenplu honetako sakristau handia den Koldo Viñualesek urtero antolatzen duen sari banaketa honetan.
Ohoratzeak ohoratzen badu, Koldo Viñualesek Manuel de Irujo jaunaren izena omentze jarraitzen du bere bizilekuan eta honek aparteko meritua du.
Gizarteak erreferentzia argiak behar ditu, eta Koldok baditu, eta bere lana jarraitzen dugunok asko eskertzen dugu urtero egiten duen lana.
Seguramente la mayoría de ustedes han oído hablar de las luciérnagas, ese pequeño coleóptero alargado que desprende de noche una luz azulada bastante viva.
Un familiar de ellas es el cocuyo, típico de los países cálidos de América, donde también se les llama gusanos de luz.
Tienen un tórax articulado y esta particularidad le proporciona una ventaja excepcional ya que es la única forma de volver a ponerse de pie cuando cae de espaldas.
En el exilio vasco de 1937 hemos tenido muchos compatriotas cocuyos, muchos colectivos, muchos trasterrados actuaron con luz propia en la larga noche de la dictadura, y que a pesar de haber caído de espaldas, pudieron darse la vuelta, ponerse de pie, vivir y dejar una gran estela.
Gracias a ellos hemos sabido que estábamos vivos y que a pesar de la negritud de las sombras, siempre terminaba amaneciendo, porque los cocuyos habían hecho su trabajo durante la noche. Y es el que día llega, aunque los gallos no hayan cantado.
Hoy me toca hablar de varias luciérnagas, de varios cocuyos vasco-venezolanos universales, en este homenaje merecido a una escritoria, una madre, una esposa, una activista, una feminista a la que le gustan los piropos de buen gusto, una luchadora de acero inoxidable. Arantza Amezaga Iribarren de Irujo.
Pero a Arantza Amezaga no se le puede entender sin sus padres, una pareja de exiliados que tras un viaje de película de Spielberg, recalan en Buenos Aires. Ese viaje lo relató Arantza en su libro sobre la aventura del Alsina, viaje que duró quince meses, llevando en él desde Telesforo de Monzón a Tellagorri y al ex presidente de la República española Niceto Alcalá Zamora, conocieron los campos de concentración del desierto africano, un motín de la tripulación del Alsina, una cuarentena en Cuba, otra en una aldea mexicana cerca de Veracruz para llegar a Buenos Aires donde tenían familiares.
Su aita, Don Vicente de Amezaga, fue lo que se describe con una palabra definitoria: un intelectual, un gran intelectual, que nacido en Algorta, y habiéndose licenciado en derecho y siendo juez municipal de Getxo, vivió como exiliado 32 años, habiendo aprendido euskera con 17 hasta alcanzar una tal maestría en prosa y verso que tradujo desde el Licenciado Vidriera de Cervantes, hasta Platero y yo, pasando Hamlet y Macbeth y el Sueño de una noche de verano de Shakespeare.
Artículos, libros, ensayos, estudios históricos, conferencias, traducciones en varios idiomas, la Gran Semana de Montevideo, reseñas biográficas, cultura y personalidades, es decir todo y mucho más que logró hacerlo gracias al apoyo irrestricto de su esposa Mercedes Iribarren. Dos luciérnagas a tiempo completo. Y con una idea muy clara. Si al euskera no se le conoce su origen, no podemos permitir que en nuestra generación se le conozca su fin.
Y tuvieron descendencia.
Dicen que hijo de gato, caza ratones.
Y sus hijos e hijas Mirentxu, Begoña, Arantza, Bingen y Xabier siguen cazando ratones. Y sabiendo que en el único lugar en el que el queso no es gratis es en la ratonera. Xabier acaba de recopilar y documentar toda la ingente obra de su padre que ya está en la red. Y es inmensa.
Don Vicente brilló, con su luz de luciérnaga, en la noche de la amargura y su busto orna hoy frente al Puerto de Bilbao viendo la entrada y salida de los barcos que unen los continentes y que él reforzó con la palabra y su vibrante oratoria.
Y es que a Arantza tampoco se le puede entender sin la figura de Don Manuel de Irujo, el navarro más importante y señero de todo el siglo XX. Si el sacerdote dijo en su funeral aquí en Estella aquella fría mañana del uno de enero de 1981, que hombres como Irujo justifican una generacón, podemos decir que se quedó corto.
A quienes tuvimos la dicha de conocerle se nos quedó tatuada a fuego su personalidad del político vocacional con mayúsculas.
Honrado, trabajador, orador convincente, irónico, con una cultura oceánica, navarro hasta las cachas, propagandista de Lizarra-Estella, devoto de la Virgen del Puy, fundador de la Caja de Ahorros de Navarra, diputado foral, diputado en Cortes, ministro, europeísta, Senador, escritor de millones de cartas, artículos y estudios, conferenciante, optimista, disciplinado en su protesta, y sobre todo un gran humanista.
Estudiemos todos los personajes de la República y de la contienda bélica y no verán a nadie siendo descrito como alguien que trató de humanizar la guerra, aquella carnicería salvaje, yendo a las checas, a las cárceles, a los depósitos de cadáveres, atendiendo a las viudas, buscando ayuda para los huérfanos, doliéndose del dolor ajeno como propio, restableciendo el culto religioso, cantando las cuarenta al lucero del Alba.
Nadie como él. Absolutamente nadie.
Cuando fue Senador en aquella casa de la Marina española en 1977 le preguntaron que le parecía la entonces clase política española.
“No está mal-contestó. La mayoría son gentes vocacionales y buenas personas. Algunos tienen cabeza de chorlito, pero en general todavía no han aprobado el bachillerato”, les contestó.
No sé lo que diría hoy ante el espectáculo que vivimos.
Con Erkoreka anduvimos estudiando su paso por el Congreso en 1933 y 36. Él era quien llevaba el Grupo Parlamentario de la Minoría y antes como abogado, dominaba desde Estella toda la comarca.
Es un trabajo pendiente como lo es que en Estella, el gran amigo de Fortunato Aguirre tenga aquí una estatua que les diga a las nuevas generaciones que en política hay que ser como Don Manuel y que éste era de Estella y que durante toda su vida no hizo más que escribir de Estella, de Lizarra, de Navarra, y de Euzkadi. Y que fundamentalmente era hombre de pacto, de acuerdo, de conciliación.
Hoy, con el actual gobierno de Navarra, sería feliz pero sepan que les tendría el ordenador bloqueado de los miles de correos que les enviaría tratando de ayudar y pidiendo al elefante que se nos metió en la cacharerría rompiendo cosas, que saliera cuanto antes.
Don Vicente y Don Manuel vivieron una vida modesta, decente, rodeada de libros, de cultura y de predicar en el desierto, siempre alertando sobre los riesgos que el devenir político del país sojuzgado contemplaba y solicitando compromiso, honestidad, inteligencia y verdadero amor por Navarra y por toda Euzkadi.
“Toda persona que piense con seriedad que el mundo tiene que progresar tiene que admitir que el gran instrumento de cambio y de progreso del hombre es el saber, no es el puño, no es el grito, no es el golpe, no es el arma, es la cabeza”.
De allí la inquietud de estos prohombres por la educación y la Universidad. Sin universidad o con una universidad de segunda clase no puede hacerse un país de primera clase.
Pues bien, Arantza, hizo la biografía de Don Manuel y ahora recibe su premio.
Pero tampoco se le entiende a Arantza sin el exilio. Ese exilio que marca y que se define como el no poder visitar la casa donde naciste, porque alguien, arbitrariamente y por la fuerza lo impide.
Ya lo dijo Don Pedro Basaldua en Iruña en 1977, vosotros habéis sido los exiliados en vuestra propia tierra.
Y es que la mayor desgracia que puede caber a una generación, no es solo la guerra, sino el no aprovechar las enseñanzas que le deparó esa guerra. Toda victoria que no recoge cosecha en los campos que se regaron con sangre, engendra una nueva guerra, y afortunadamente aquella generación nunca predicó el odio, porque sabían que no hay mayor traición que la que se comete en la paz, contra los que cayeron por un ideal en la pelea, y el castigo que envían aquellos muertos traicionados, lo padecen las generaciones venideras.
Le preguntaron a Besteiro, en su juicio donde estaba el oro de España. El oro de España-contestó-esté en los cementerios, en las cárceles, en el exilio y en aquellos que siguen llorando por las heridas de una guerra cruel e innecesaria que nunca buscaron.
Y es que el exiliado hace de los recuerdos el sustituto de la permanencia. El exiliado abandona la tierra original llevándosela con él convertida en memoria y, a pesar de la tragedia que es el exilio fue un acontecimiento afortunado con esa multiplicidad de horizontes, de culturas, de vivencias, de olores y de sabores, de paisajes, de frutas y personajes, de léxico, de amistades, de tanta buena gente criolla. La condición cultural del exilio no fue una restricción ni un reduccionismo, sino una ampliación, un enriquecimiento.
¿Quién les iba a decir a nuestros padres que les iba a gustar el sabor de la guayaba, el alma llanera, el fulgor del Catatumbo, las cuevas del Guacharo, las arepas, el que a mi madre llamándose Itziar le llamasen Señora Isidra, o la alegría, improvisación y el mamagallismo de los venezolanos?.
Somos gracias al exilio la herencia de nuestros padres, combatientes de una idea limpia, honestos hasta la muerte y enterrados en la gran Sabana venezolana, dignos siempre de su tierra. Almas cargadas de fe nadando en una pecera, año tras año.
Sabían que todo viaje comenzaba con una despedida, pero también con una esperanza.
Y nunca abandonaron sus ideas centrales. Hemos crecido sintiendo y pensando como nuestros padres con esa identidad de aquí y de allá que acaba resultando una síntesis natural.
¿De dónde es Arantza?. De aquí y de allá. Un pie en Buenos Aires, un pie en Montevideo, un pie en Caracas, un pie aquí en Errikotxiki y el corazón en mitad el Atlántico, como decía nuestro delegado Fernando Carranza.
Pero es que a Arantza tampoco se le puede entender sin Venezuela.
Todo ésto necesitaba un país, y ese país fue Venezuela donde llegó la familia Amezaga tras pasar por Argentina y Montevideo. Un país para querer, un país fantástico hoy lleno de llagas que nos recibió a los vascos con los brazos abiertos.
Mi aita llegó en la Navidad de 1939 junto con otros veinte jóvenes vascos con el cielo arriba y la tierra abajo. Crearon una República. Mi aita era el ministro del Interior porque vendía por las calles ropa Interior, uno de Tafalla, ministro de Colonias porque vendía perfumes, más bien pachulí, en las calles, el otro ministro de agricultura porque vendía piñas y así todos. Lo que ganaban lo metían en un saco y de él vivían todos hasta que se fueron emancipando y saliendo prontamente adelante. Una República perfecta.
Un país con las puertas y ventanas de las casas abiertas. Un país donde montaron pesquerías no dándose cuenta que allí la gente no comía pescado. Un país alegre y rico que pedía la bendición a sus padres, un país de habla suave y cantarina y con Bolívar en cada plaza.
Por cierto, en el Juicio de Burgos fue Simón Bolívar uno de los que más ayudó con el solo slogan de: Bolívar, nieto de vascos.
Y como decía la poetisa rumana Elena Vacaresco:
Bolívar, Pradera de Molino en lengua vasca. Molino que supo moler trigo de gloria y dar a los pueblos, Pan de libertad.
Ese es el bolivarianismo que hemos conocido. El que nos gusta.
Pero tampoco a Arantza se le puede conocer sin el Centro Vasco de Caracas. Ni a muchos.
Creado como una Asociación de Socorros Mutuos, con el lema de Vasco ayuda al Vasco, el actual es el más grande de América y lo inauguraron el Lehendakari Aguirre, Joseba Rezola y Jesús de Galindez. Ese Centro Vasco fue el pilar del apoyo del Gobierno Vasco en el exilio, el lugar donde nos visitaban los Lehendakaris Aguirre y Leizaola y Don Manuel para animarnos y rascarnos el bolsillo, el lugar donde los padres llevaban a sus hijos a los Grupos de Baile, a la enseñanza del euskera, a los partidos de pelota, a las cenas de San Sebastian y a San Fermín, así como al Aberri Eguna y sobre todo para que las madres dijeran a sus hijas: mira aquel, que chico tan guapo y además está estudiado para ingeniero y sus padres son amigos. ¿No te gusta?. Y al revés.
Un Centro Vasco que tuvo a Martín Ugalde como presidente de Euzko Gaztedi y amigo de la familia Amezaga, con el que intercambiaba cuentos y libros y premios y hablaban del realismo mágico de aquel país para querer.
Un Centro Vasco que cuando recibía a Don Manuel de Irujo y lo hacía presidente de honor escuchaba sus soflamas embelesado por su contundente oratoria en momentos en los que hablar en público solo lo sabían hacer los curas.
Un Centro Vasco que era un pueblo de Euzkadi, con sus fiestas, su frontón, sus peleas de pueblo, sus actos solidarios, su convivencia de generaciones, su proyección hacia Venezuela, su monumento al gudari, su vida propia como si fuera un horno.
Pero tampoco se le puede entender a Arantza sin Pello Irujo, su compañero durante 43 años. Hijo de Eusebio, el farmacéutico de Estella, con su farmacia expoliada, la guerra lo hizo nacer en Bidart, y fue una mezcla rara de venezolano con expresiones de allí, de cabezonería navarra, de vasco de ley, de hombre vital, con una gran carcajada y grandes voces.
Le gustaba la discusión y el hacer planes. Y era muy generoso.
Un dato.
Paralelamente a aquella colectividad vasco venezolana y tras el cierre por parte de Miterrand de la Radio Euzkadi que funcionaba en Bayona en 1954 a nadie se le podía ocurrir que una emisora clandestina, con dos viejos transmisores de una petrolera, emitiera un programa de media hora tres veces por día en euskera y en castellano desde aquel trópico caribeño.
Decía Oteiza, vecino de Pello y Arantza, que la aventura podía ser loca pero el aventurero debía estar cuerdo.
Y la aventura venezolana era una locura, una quijotada, pero triunfó porque los que remaban en La Txalupa eran muy cuerdos.
Pero díganle a un vasco que algo no se puede hacer. Y se hizo. Quizás sea la quijotada más grande que se haya hecho en el mundo de las ondas porque Pello, entre otros muchos lo hicieron. Y así durante trece años, día a día, como la gota malaya, y tratando de superar una interferencia feroz que le ponía la dictadura y a la que llamábamos “la cotorra franquista”. Pero se oía.
Pues Pello ayudó con sus manos a montar las antenas, iba a visitar los sábados a un viejo gudari del Jagi Jagi que emitía el programa a sesenta kilómetros de Caracas, y una vez por semana hacía de locutor. Y tenía madera.
¡La cantidad de horas muertas que nos hemos pasado en aquel cuchitril arreglando Euzkadi y el mundo!.
A Pello la última vez que le vi en vida fue aquí en Lizarra y en el Premio Irujo. Por eso estoy seguro que su ruidoso angelote estará por aquí dando vueltas revoloteando satisfecho de ver que a su Arantza, a la que conoció en el Centro Vasco de Caracas y con la que se casó en 1965 recibe nada menos que el premio Irujo.
Y como hijo de gatos caza ratones sus hijos lo hacen porque ahí está Xabier, trabajando en Nevada y editando todo lo editable y estudiando ahora bombardeos, Pello, consolidando la lingua navarrorun en su cuna con su magnífico trabajo en las ikastolas, Mikel siguiendo la antorcha del federalista europeo Don Manuel y Enekoitz que le lleva a su ama a todas partes y sin GPS. Ah!. Sin olvidar a los once nietos.
Y tenemos por fin, a la premiada, Arantza Amezaga Iribarren de Irujo, hija de todas estas conjunciones siderales, estelares, antropológicas y familiares. UNA LUCIERNAGA EN LA NOCHE.Un foco en el día.
Por eso Arantza es difícil de catalogar. De hecho no la teníamos como locutora de Radio Euzkadi por su acento que ni es porteño, ni es uruguayo, ni venezolano rajado. Es el de ella.
Y eso como se podía notar mucho en la radio y dar pistas, la castigamos con algo que no le gusta. Estar en silencio.
Por eso y como lo de ella es escribir hasta debajo del agua, nos escribía historias, biografías, aniversarios, cuentos chinos y cuentos vascos, y cuentos para niños, e historias medievales, y relatos de vascos en su laberinto, porque aquella gargantúa que era la Radio, se lo comía todo.
Arantza, si hubiera sido EVA en el Paraíso con la manzana hubiera hecho una compota.
Es lo que hace con cuanta historia ve, o la cuenta tal cual o la novela, le da el toque del realismo mágico del Caribe,busca los datos como una entomóloga, y estaría todo el día publicando cosas con la obsesión de que la cadena no se rompa, sin meter mucho ruido y con su paso ingrávido como de cosmonauta. Pero ahí está. De escritora, de concejala, de charlista, de madre orgullosa.
Y como volvieron del trópico en 1972 ha tenido estos años tiempo para hacer lo que más le gusta que es recuperar historias, hablarnos de Roncesvalles, de Amayur.,con la Mujer Vasca,Con sus Chispas de Felicidad, con Bustiñaga,con sus 25 cartas para una guerra,con su Vademecum, contando la Rebelión contra la Compañía Gipuzkoana, y muchísimas obras más.
El presidente del primer Parlamento Vasco de nuestra historia, Juan José Pujana me ha pedido destaque el trabajo de Arantza como Fundadora del Servicio de Biblioteca, Archivos y Documentación de Euzko Legibiltzarra. Allí dirigió la colección de Catálogos Bibliográficos trabajando en ello solo tres personas, con el Presiente, montaron una biblioteca única donde está la mejor colección de libros en Europa de Simón Bolívar donados por Patxi Abrisketa, 38 cartas personales de Blas de Lezo, diccionarios y misales, expedientes de navegación y libros de todo el mundo. Si de algo se sienten orgullosos el presidente Pujana y Arantza es el de haber dejado este trabajo para que se continúe.
Y le recuerdo catalogando los cien primeros números de la revista Euzkadi, de las entrevistas que hacía a todos los personajes de su tiempo, a la organización de la Biblioteca de San Fermín, Zizur Txiki 2001, y destaco su reiteración admirable en que no nos olvidemos del alcalde de Lizarra Fortunato Aguirre ni de Jesús de Galíndez.
Hablaría mucho más pero me he pasado siete pueblos, pero he querido trompetear a Arantza, contextualizándola en una cadena de padres a hijos tan meritoria que no podía ser soslayada.
Don Manuel decía que hay que hablarle a la gente al corazón y Arturo Campión en su El Oro y el Bronce de los Vascos aseveraba que los vascos debían suministrar el bronce de su fortaleza y el oro de su entusiasmo.
Y eso lo tiene Arantza a raudales y como la virtud es más contagiosa que el vicio hay que contarlo pero con una condición: que se sepa, y este premio lo hace posible.
Termino.
Hoy aquí en Lizarra, estamos reconociendo el conjunto de una vida cuyas acciones fueron guiadas por el amor al país y la inteligencia, dos de la virtudes más estimables en el ser humano. Luciérnagas con luz propia que a pesar de lo duro de vidas perseguidas rompieron el silencio y como auténticas luciérnagas brillaron con luz propia en la noche.
Pienso que si Euzkadi, por resumir, ha producido a gentes como Don Vicente y Don Manuel, Doña Mercedes y doña Pilar y Don Pello, eslabones de una cadena, este es un país extraordinario en el que más temprano que tarde cogerán mucho vuelo los sueños que movieron a estas generaciones una de las más lúcidas que ha conocido Euzkadi.
El tiempo galopa.
La vida se nos escapa.
Pero lo puede hacer o como arena o como simiente.
Y Arantza ha sido simiente.
Lo decía Miguel Angel Asturias cuando escribía aquello de darle mil palos al agua, que seguirá siendo agua, dale mil palos al aire, que seguirá siendo aire, dale mil palos al suelo, que seguirá siendo suelo.
Dale mil palos a este tipo de vascos tercos y humanos, que seguirán siendo ejemplo y simiente de una Euzkadi magnífica.
O como nos repetía Don Manuel cada hora recordando el lema de los Infanzones de Abarca: Por la libertad de la Patria,todos los hombres libres estén en pie.
Eskerrik asko.
ZORIONAK, Misia Arantza.