Viernes 29 de enero de 2016
La noticia del día es que Cristina de Borbón está ya formalmente imputada, no solo investigada, y ha de sentarse en el banquillo de los acusados. Pues muy bien. Lo aplaudo.
Me ha llamado la atención que no ha habido especial revuelo.
Lo hubiera habido si le hubieran aplicado la llamada Doctrina Botín, que nunca fue doctrina, porque duró un parpadeo, el suficiente para que aquel delincuente llamado Don Emilio no fuera a la cárcel como debería haber ido. A Juan Mari Atutxa, al poco le condenaron injustamente juntamente con Conchi Bilbao y Gorka Knoor. Y ahí no funcionó la doctrina Botín.
Reconozco haber perdido todas las apuestas. Yo no creí se sentaría Cristina en el banquillo para ser juzgada.
Veremos que hace ahora el insigne presidente de la Caixa, entidad que tiene un código ético estricto. Pero me da que Isidoro Fainé es otro viejo lagarto de la misma cloaca que ha amparado la corrupción en este país. Esta señora sobra en una entidad de esa envergadura.
El caso es que el robo fue tan grande, la impunidad tan descarada, el intento en La Moncloa de Rajoy, Juan Carlos, Miquel Roca, Torres Dulce, Spottorno y Gallardón de ponerle un cortafuegos para que el incendio no chamuscara a la hija del rey, la defensa de Miquel Roca tan abusiva, el argumento de su defensor de que estaba enamorada y por tanto podía robar tan infantil, la bajeza del fiscal Horrach convirtiéndose en abogado defensor tan sucia, una abogacía del estado y una agencia tributaria no acusándole de nada cuando era la sociedad en su conjunto la perjudicada, la imposibilidad de que la acusación popular pudiera sacar cabeza como si esta no fuera legítima, las extorsiones y presiones intolerables, su vida de reinona en Ginebra, la argumentación infantil de que no se enteraba de nada, la estúpida defensa del ABC y de la Razón, y el cansancio de la sociedad unida a estas torpezas han llevado a Cristina de Borbón a la situación actual. A sentarse donde no quería.
Y digo que solo falta el padre en el banquillo porque le considero el culpable de todo.
El yerno jamás hubiera hecho lo que hizo sin el impulso del suegro ni sin que viera el yerno Urdangarin la vida de francachela, impunidad e inmunidad que vivía el padre de su mujer, su Majestad el Campenchano.
Bien por las jueces, bien por el juez Castro y su trabajo de sabuesos zaherido por todas partes y bien por la Justicia que efectivamente, comienza a ser igual para todos.
Hasta ahora no lo ha sido.

