Lunes 7 de septiembre de 2015
También los republicanos y todos los nacionalistas, vascos y catalanes, así como los gallegos que tuvieron que exiliarse en la guerra incivil española y andar con harapos y sin maletas por esos mundos de Dios. No hay que olvidar a los 4.600 niños vascos «de la guerra» que aparecieron en 1937 Inglaterra, Bélgica, Suiza, Holanda y Rusia. Ni del éxodo a Santander con lo puesto y de allí a Catalunya, pero cuando iba a caer Catalunya en manos de los sublevados, vuelta a coger el petate y por Port Bou y la Junquera a Francia. Y allí en el Rosellón a Argeles sur Mer un Campo de Concentración para cien mil perdedores que malvivieron sin higiene, alimentación y electricidad. O mi aita que ante el inicio de la guerra mundial en 1939 y ante el peligro de que lo recluyeran en el Campo de Gurs lograron, él y un buen puñado de jóvenes, llegar a Venezuela tras pasar por República Dominicana en un viaje de película y navegando en un océano infectado de submarinos alemanes que hundían barcos y convoyes como en un juego de cartas. O la historia de mi ama que pasó por monte con su madre y hermana a Iparralde con contrabandistas pagando lo propio. Y, tantas y tantas historias de angustia, desesperación y muerte.
Quizás lo que vemos ahora es más grave si cabe pues estamos en el siglo XXI y todos esos listos que llenan los ministerios y se creen cabezas de huevo imaginando escenarios, ¿qué es lo que han hecho para abordar esta crisis humanitaria que se veía venir pues solo en Turquía hay ya más de dos millones de sirios?. Un país al que Occidente ha armado y ha tolerado la dictadura de los Asad, un país al que Rajoy acudió al funeral del gran dictador como Felipe VI acaba de hacer lo mismo en Arabia, un país con cinco años de guerra, sin agua, sin electricidad, sin futuro. Un país deshecho y con una clase media que puede pagarse esos viajes miserables donde las mafias les quitan hasta los dientes, un país como Siria rodeado de emiratos árabes y de países árabes que no quiere saber nada de y con ellos, un país para morir.
Pues lo lógico es que migren y afronten todos los inconvenientes habidos y por haber porque nada puede ser peor que vivir a expensas de un bombazo o de la acción de un loco con chilaba del estado islámico. De ahí la solidaridad que se ha levantado en parte de Europa y que contrasta con los muy democristianos Margallo y Rajoy que solo creen que tienen obligaciones en Ceuta y Melilla para expulsar a los otros emigrantes «en caliente». Estos, los pobres además rechazados por pobres y negros.
Bien por la Iglesia vasca, bien por el Eibar y sus 5 euros por entrada, bien por esa sensibilidad de las ciudades como las hay con los niños saharauis y los de Chernobil cada año. Ya vimos como trató el gobierno español a los cubanos que trajo Moratinos en 2011. Lo malo es esta Europa que todavía no se ha reunido y lo hará el 14. ¿A qué esperan? ¿Para qué quieren tantos funcionarios?. ¿Qué les falta para tratar en serio este asunto?. La tragedia de Lampedusa y el llamamiento del Papa no sirvieron para nada. El nacionalismo de los estados nos demuestra que la Europa política no existe, y esa es la clave de lo que está sucediendo. Y de que hay mucho maula en Bruselas en la Comisaría que se ocupa de los Asuntos Sociales.
