Sábado 26 de octubre de 2024
Gemma Nierga, la periodista catalana que tras el asesinato de Lluch le pidió a Aznar que negociara y sufrió las consecuencias de su “osadía” tiene ahora un programa en TVE que recoge y pone al día aquel 59 segundo que te permite hablar un minuto y el micrófono desaparece y te corta.
Y me invitó el pasado jueves a asistir a su programa para comparar como se hace la política hoy, crispación incluida y como se hacía antes. Y acudí a San Cugat el jueves 24, estudios que cumplen ahora 65 años. Y me tocó como compañeros a Joan Tardá, Pablo Iglesias, Macarena Olona, Valeriano Gómez y José Manuel García Margallo. Les conocía a todos menos a Macarena Olona a quien por referencia sabía de su obsesión a todo lo que hacía el nacionalismo vasco. Había sido abogada del estado en Bilbao poniendo la lupa en todo lo que se aprobaba aquí y nos hacía la vida imposible. Diputada de Vox, se fue tras su fracaso en Andalucía y ahora busca notoriedad a insulto limpio.
Con Joan Tardá hablé del proceso interno de ERC. Recordaba una charla que dimos en Cornellá sobre la monarquía. No lo hicimos mal pues se convirtió en algo viral y todavía se lo comentan. Asistimos a un coloquio en Sevilla con Rodríguez Ibarra y recordaba el odio que tiene este caballero a los nacionalismos y a los nacionalistas, algo que le impresionó. Él es una persona entrañable, cercana y respetada por mucha gente.
Con Margallo he tenido mis choques pero a sus ochenta años sigue en la brecha. ”Fuera tengo un viejo que se me quiere meter y yo me niego, por eso acepto todas las invitaciones”. Venía de Valencia y se iba a otro coloquio en Madrid. A Pablo Iglesias le conozco de la época de Fort Apache y Valeriano Gómez fue ministro de trabajo de Zapatero
Pablo Iglesias ese día rumiaba la dimisión de su enemigo político Pablo Errejón con quien no se habla desde hace cinco años. No fue magnánimo con él.
Y Macarena Olona que en la sala estuvo normal pero en la tertulia y ante cámaras, respondiendo a una pregunta de Gemma Nierga sobre si volvería a calificar a Iglesias de matón, Olona se reafirmó en sus palabras, le llamó “pirómano de la democracia” y dirigiéndose directamente al líder de Podemos lo acusó de tener “lengua para criticar a un policía, pero no huevos para ser uno de ellos”…Iglesais evitó responder directamente y se refirió al problema de la polarización con un comentario sobre la normalización de la ultraderecha. Al final y tras varios insultos, dijo que “la política siempre ha sido conflicto pero había ciertos consensos. No permitir la basura de la ultraderecha en un medio público”. Arriba teníamos 300 espectadores que aplaudieron.
A mí me llamó gratuitamente lacayo de ETA. Le dije que dos no pelean si uno no quiere y no me daba la gana de caer en su provocación y solo recordarle que fui objetivo de ETA durante trece años. También tuvo su ración de descalificación con Tardá que se la tomó a beneficio de inventario. Había ido a provocar y lograr ese minuto de notoriedad arrojando basura. Hay personas realmente tóxicas, y ésta es una de ellas. No creo le vuelvan a invitar a nada.
Sobre la crispación antes y ahora pedí no se idealizara el pasado pues a Suárez le habían crucificado, el 23 F había sido lo más grave que se había padecido, la conducta del Rey había sido encubierta por un pacto de silencio, el asunto del Gal fue terrible, la ofensiva de Aznar contra el nacionalismo fue asquerosa a cuenta de una ETA que mataba y lo resumí en que había una crispación intermitente y que quizás no se recurría con tanta facilidad al insulto ni a la crispación permanente y al gamberrismo como ahora.
Total, que entre la noticia de Errejón y el follón de Macarena Olona, el programa tuvo mucha audiencia pero no fue precisamente nada edificante. Lo bueno fue tratar con la gente normal. Y les dije en antena, “Euzkadi era un país en carne viva. Hoy los debates en el Parlamento Vasco son absolutamente homologables con democracias asentadas. No se recurre ni al insulto ni a la bronca por la bronca. Que aprendan en Madrid”.
No aprenderán. Les es rentable la crispación y no hacerla exige un grado de tolerancia y educación que hoy no existe.


