Steve Jobs y aquel asesinato de la Avenue Marceau

Domingo 13 de enero de 2013

Iniciando este 2013 recibí en mi correo esta invitación:

¡¡¡Kaixo!!!

“El próximo viernes, día 4 de Enero a las 20,00h estrenamos una nueva faceta de nuestro Batzoki Bilbo Zaharra como Centro Cultural.

“En esta ocasión, te ofrecemos el concierto en directo del pop acústico, del británico Gareth Kitch, que actuará, por primera vez en Bilbao, en nuestra Sala GANBARA del Batzoki Bilbo Zaharra, con entrada gratuita y aforo limitado.

Su música abarca desde el folk moderno, el pop, el country, hasta la música electrónica. Puedes enterarte de más en su web”:

¡Caramba!, me dije. No puedo ir pero me parece excelente que un Batzoki con solera organice estas cosas. Que los Batzokis no solo sean comedores, lugar de charlas eventuales y de asambleas, sino sitios muy abiertos en contacto con la gente de todas las edades. Eso fue en definitiva el gran invento de Sabino Arana. Primero lanzó su mensaje en el Txakolí de Larrazabal en 1893, luego fundó el Euskaldun Batzokija en la calle Correo del Casco Viejo donde se izó por primera vez la ikurriña en 1894 y al año siguiente fundó el PNV en 1895. Quiso crear la célula societaria del Batzoki para que la gente hablara, discutiera, convivieran generaciones, se conocieran los afiliados e hicieran planes para irradiar su ideología fuera de los muros. Y metió en esa casa el bar y el restaurant, porque a los vascos se nos podrá quitar la foralidad, la autonomía y la independencia pero lo que es el hambre y la sed, eso no nos lo quita nadie.

Tan es así que un vecino, el ex concejal Filomeno Soltura los denunció por el follón que metieron y eso motivó una réplica de Sabino por lo que fue procesado y el local clausurado el 13 de setiembre de 1895.

Ya sé que en aquellos tiempos sabinianos y en los de la República no había ni televisión, ni móvil, ni tableta, ni redes sociales, pero ahí está el resultado. Un partido que en julio cumplirá 117 años. A ver quien mejora el invento. Aquel hombre sabía lo que le gustaba al vasco.

El otro día vi en un semáforo una familia en su gran Volumen. El padre hablaba por el móvil, la madre buscaba algo en la tableta y los críos detrás jugaban con la play. Tenían comunicación con el exterior pero entre ellos no se dirigían la palabra. ¿Les suena? De ahí que me haya parecido éste concierto del batzoki de Bilbo Zaharra una gran idea.

Y me retrotraigo a 1977. Salía el PNV de la clandestinidad en Iruña. Había renovado sus cuadros y elegido sus Consejos Regionales y el Consejo Nacional, así como la Asamblea y los Tribunales. Los burukides elegían al presidente y, en Bizkaia, como no podía ser menos, elegimos a Juan de Ajuriaguerra cuya característica principal era el vivir por y para el PNV. Trabajaba en una pequeña oficina de la calle Dr. Areilza vendiendo marcos de ventanas Pearson para no depender de la organización, pero la mayor parte del día lo empleaba en aquel maravilloso reto de fortalecer una organización a la que habían dado políticamente por amortizada.

Y recuerdo en una reunión del BBB, que entonces se juntaba en un piso de la Alameda Rekalde Nº 39, que nos propuso que a partir de las cuatro fuéramos a la oficina donde él se comprometía a tener siempre café con leche y pastas para hablar e intercambiar puntos de vista. Su paso por las cárceles, la enseñanza de la vida le habían ilustrado que cualquier persona podía aportar mucho y que el contraste siempre era bueno. Y algo se hizo pero la campaña para las elecciones de junio de 1977, interrumpió aquellas tertulias.

Elegido en junio de ese año diputado conjuntamente con Iñigo Aguirre, Kepa Sodupe y Marcos Vizcaya, y con el resto de los diputados y senadores, propuso a los elegidos alquilar un piso en Madrid para vivir todos juntos y poder relacionarse en el desayuno, en la comida y en la cena. Eso le saldría más barato al PNV y obligaba al Grupo a que cada uno contara lo que le iba pasando y así todos tenían la información de todos. De hecho, en la campaña electoral se había negado a hacer un cartel que pivotara en una sola persona. Algunos recordarán nuestro poster con la fotografía de todos los candidatos que la oposición tituló el cartel del “Wanted”, como en el Oeste.

Introspección e interconexión

Todo este cumulo de recuerdos me ha venido a la mente al leer un trabajo donde se dice que el 60% de los consejeros
delegados de las principales empresas del mundo aseguran que la creatividad es ya la cualidad de liderazgo más importante.

IBM realizó una encuesta internacional en la que participaron 1500 consejeros delegados. El 60 por ciento consideró que la creatividad es la cualidad de liderazgo más importante del futuro. Gente audaz para poner en práctica estrategias novedosas, incluso disparatadas, y que se sienta cómoda en la incertidumbre. En resumidas cuentas, que tenga valor para lanzarse a la piscina sin saber si tiene agua.

Steve Jobs creía que las mejores ideas surgen en el cuarto de baño y en la cafetería, charlando con los colegas. Introspección e interconexión: dos ingredientes de la creatividad. Cuando se fue de Apple y fundó los estudios de animación Pixar, su preocupación no eran las películas, sino obligar al mayor número de empleados a que compartiesen los momentos de mayor intimidad y la franja más relajada de la jornada de trabajo (la hora de comer). Estaba seguro de que la chispa de la genialidad surgiría entonces, no en los despachos.

Así que rediseñó los  planos de los estudios,  que en un principio eran tres oficinas separadas: informáticos, animadores y directivos. Volvió loco al arquitecto hasta que consiguió lo que quería: un solo edificio con un gran atrio central. Allí ubicó una gran cafetería y los únicos aseos. La interacción del grupo estaba asegurada. “Las mejores reuniones ocurren por casualidad, en el vestíbulo, en el aparcamiento o mientras te lavas las manos”, decía. Resultado: Toy Story y otros 11 taquillazos, con una media de recaudación de 500 millones de euros.

Asesinato en la Avenue Marceau

Igual lo del retrete y lo del atrio central es lo que nos ha faltado a una serie de jelkides que en las redes sociales comentamos lo poco que se lee, lo ágrafos que son casi todos los dirigentes nacionalistas, la basura que llena las librerías donde los vencedores siguen contando sus batallas y los vencidos creyéndoselas, la poca cultura histórica que tiene la juventud actual y cosas así. Y se nos ocurrió, en ese atrio central que es el éter, escribir una historia novelada para que pudiera leerse. Se titularía «Asesinato en la Av. Marceau» y sería la historia de nuestros dirigentes tras la caída de Bilbao tomando la vida de un gudari como eje central. Un gudari que se escapa de Santoña, pasa a Iparralde con contrabandistas, conoce a D. José Miguel de Barandiarán y le ayuda en la recopilación de información, se va a París, se enamora de la hija del jefe de la resistencia del distrito de Passy, aparece en la Brigada Leclerc en la entrada de los aliados, toma la Av. Marceau con Landaburu, se convierte en el chófer del Lehendakari Aguirre, a la novia la matan en la Delegación… y cosas así. Cada uno iba a escribir varios capítulos buscando darle ritmo y suspense, con el fin de que se pudiera leer. Pero no lo hemos llevado a cabo por la sencilla razón que no hemos podido reunirnos un solo día. Uno vive en Bruselas, otro en Barcelona, el más experto historiador no le gusta salir de su atalaya, hay un vitoriano que le encantan las viejas historias, el ex alcalde siempre está ocupado y así todo.

Internet multiplica esas condiciones de sobrecarga intelectual. En lugar de compartir solo vínculos con nuestra red social o comentar los blogs de nuestros amigos, tiene mucho más potencial creativo interactuar con extraños y con propuestas que nos son ajenas o que provienen de disciplinas con las que no estamos familiarizados.

Con frecuencia, el acto de crear no es más que la recombinación de viejas ideas o bien una transposición de un campo a otro. En cierto modo todo está inventado, pero todo se puede reinventar. Los hermanos Wright aplicaron sus conocimientos en la fabricación de bicicletas a la aeronáutica; de hecho, su primer avión no era otra cosa que una bicicleta con alas.

Conclusión. Hay que hablar más, reunirse, idear cosas. Crear sinergias, tomar la iniciativa, y no parar nunca. Y eso hacerlo hasta sin la presencia de las pastas y el cortadito de Ajuriaguerra. Igual hasta podemos ser tan ambicioso como Steve Jobs… o incluso más.

Las quince visitas de Franco a Cataluña

Viernes 11 de enero de 2012

La Tempestad. Barcelona, 2002

En la tradición literaria y cultural española, «la fea burguesía», según la motejara Miguel Espinosa, parece una especie social e histórica confinada en Madrid y sus aledaños. A la burguesía catalana, y más concretamente la barcelonesa, ese adjetivo de «fea» se diría que no le conviene tanto, dado que, si bien dicha burguesía ha sido objeto -en igual o superior medida que la madrileña- de severas impugnaciones, aun en la más bochornosa de las circunstancias consi­gue lucir una suerte de glamour que, por mucho que se juzgue indicio de la más irritante bobería, cuando no agravante de una bellaquería redomada, tienen por efecto procurarle un cierto encanto.

Que así sea obedece a muy variadas razones, entre las que debe contarse, muy en primer lugar, la de haber sido vástagos de esa misma burguesía los que más obstinadamente la han impugnado, en una siempre agridulce ostentación de desafecto. También interviene el hecho de haber suscitado la burguesía barcelonesa, a diferencia de la madrileña, una mitología propia, apuntalada, por un lado, en la épica gansteril del advenedizo y, por el otro, en la perspectiva libidinosa y falaz del xarnego (baste pensar aquí en las obras de Eduardo Mendoza y de Juan Marsé). Por no hablar del énfasis modernista y pretendidamente cosmopolita de Barcelona misma, y de su siempre favorecedora distancia del poder cen­tral; todo lo cual, sumado a la naturaleza congénitamente melindrosa y oportunista del nacio­nalismo liberal, y a esa aptitud para nadar guardando la ropa que se conoce por seny, parece envolver a la burguesía catalana en un escurridizo satén.

El caso es que, del abundante caudal de literatura más o menos crítica con los comportamientos de la burguesía catalana durante y después del franquismo (Momentos decisivos, la última novela de Félix de Azúa, se contaría entre las muestras más recientes), no acaba de desprenderse una descalificación neta e incordiantemente comprometedora, y parece ser el empeño de enderezarla lo que animó a Javier Pérez Andújar (Barcelona, 1965) a documentarse para es­cribir Catalanes todos.

El envoltorio del libro no puede ser más prometedor, comenzando por el título mismo y esa fotografía del Caudillo besando a la Moreneta que ilustra la cubierta. El texto de la contracubierta señala cómo el subtítulo escogido -Las quince visitas de Franco a Cataluña- sirve de clave estructural para un texto que se ofrece como «una historia secreta del franquismo catalán, desde la guerra civil hasta la recuperación del Estatuto». Se pretendería con ella denunciar «la privilegiada posición de la aristocracia y de la alta burguesía barcelonesas durante la dictadura de Franco». Y hacerlo, por una vez, con nombres y apellidos, según parece deducirse del exhaustivo índice de nombres que da razón de las cerca de quinientas personalidades reales que comparecen en el texto en calidad de protagonistas o figurantes. Como condimento añadido, se reproducen junto al texto de numerosos anuncios publicitarios de época, así como fotografías de archivo y otros documentos más o menos pintorescos. Todo ello precedido por un prólogo del autor en el que, con tono intimidante, se anuncia de qué trata el libro, a saber: de los catalanes que, «de todo corazón, salieron a la calle ataviados con sus camisas azules y sus boinas rojas para vitorear al Caudillo»; de cuantos «acumularon su primera fortuna aprovechándose de los privilegios que les brindó el franquismo»; de todo un tejido social que, durante los cuarenta años de dictadura, vivió en Cataluña «a cuerpo de rey», al precio de pactar con el sistema, desde luego, pero sin empacho de, llegado el momento, ingresar cómodamente en las filas del «catalanismo democrático», eso sí: «Pasándole de vez en cuando una goma de borrar a la Historia».

De todo esto trataría, pues, este libro, del que asegura su autor que la mayor parte de los acontecimientos que sirven de trasfondo a los episodios que lo constituyen son rigurosamente verídicos. Y así es, en efecto: Pérez Andújar ha tenido la paciencia de bucear con algún detenimiento en las hemerotecas y meterse un atracón de números antiguos de La Vanguardia Española y de ¡Hola! De ahí ha sacado un montón de nombres, de ecos de sociedad, de informaciones y crónicas de época (a cual más vil o disparatada, como era de esperar), de cuanto nutre la llamada petite histoire de un país, y se ha ocupado con ello de crear un convincente «efecto de realidad» para lo que constituye, en definitiva, una colección de viñetas satíricas cronológicamente ordenadas. El hilo conductor de la secuencia lo proporcionan las ficticias malandanzas de Juanito Oliva Fabregat, un falangista de base que queda mutilado durante los estertores de la guerra civil y que, por no pertenecer a la clase patricia, sobrevive de mala manera a los vaivenes de los tiempos, de forma que en el orgullo y la ilusión de los primeros años de la victoria van “abriéndose paso la sospecha la resignación y la ironía, por ese orden”.

El resultado de todo esto es una especie de cómic documental, muy influido por la poética de los fanzines a que tan adicto parece ser Pérez Andújar. El humor se identifica aquí con el chiste, la insumisión con la gamberrada, la denuncia con el chivatazo, y la progresiva degradación de todos los propósitos inicialmente declarados se resuelve en un inofensivo bromazo, más simpático que otra cosa, por no decir emotivo, en el sentido en que puede serlo un libro como El florido Pensil, de Andrés Sopeña. La intención crítica queda así desactivada, resolviéndose en simple ademán denigratorio. Ni siquiera el ostentoso empleo de nombres propios tie­ne efectos comprometedores, dado que la exagerada caricatura impide la identificación cabal y se desatienden las motivaciones, de modo que, en la mayor parte de los casos, todo queda en dejar dicho, para quien no lo supiera, que Martín de Riquer, por ejemplo, fue falangista y cooperó con el Servicio Nacional de Propaganda, o que Jorge Herralde, ¡vaya por dónde!, gustaba de montar a caballo cuando, muy joven aún, frecuentaba el Real Club de Polo. Todo esto al lado de las actuaciones de Franz Johann y los Vieneses, y de las consabidas tropelías del alcalde Porcioles.

Menudean, de un tiempo a esta parte, los más o menos indulgentes ejercicios de revisión del franquismo y sus secuelas, emprendidos por lo general con más ánimo de choteo que con voluntad de realizar un verdadero ajuste de cuentas. La mayoría de estos ejercicios, vaciados de tensión literaria, no van más allá de una suerte de costumbris­mo camp, o pop, más o menos cáustico, más o menos sentimental. El encono de Pérez Andújar parece invitarlo a llegar más lejos, pero la vía escogida -ese bendito humor que termina por actuar de disolvente de toda intención crítica- lo devuelve a la casilla de salida, donde todo se queda en decir qué memos eran algunos, qué canallas los otros, y hay que joderse con que sean siempre los mismos los que, además de pasárselo bien, terminen por escribir la Historia.

 

Me huele mal lo de Corina

Jueves, 10 de enero de 2012

Uno de estos prebostes que se escandalizan por lo no escandalizable, le he visto hoy en la Sexta, escandalizado. Ante  la presentación en los juzgados  de Palma de Mallorca de evidencias de la relación de la amante del rey con el Instituto Noss, ha exclamado irritado mientras se rasgaba las vestidura: “¡Esto es un chantaje inadmisible!. ¡No se puede tolerar!”. Y seguramente algo harán sus amigos para que las evidencias de Diego Torres  en el caso Noos queden en agua de borrajas. Una cosa es decir que  ”la Justicia es igual para todos” y otra que sea verdad. ¡Hasta ahí podíamos llegar!.

Los dolores de cabeza para el Rey con el “caso Noos” no paran de crecer.  Aunque no al nivel que lo ha hecho con su yerno, Iñaki Urdangarin, aparecen pruebas que podrían salpicar a la amiga más conocida de Juan Carlos I, Corinna Sayn-Wittgenstein.

La procuradora del socio de Urdangarin, Diego Torres, ha presentado el 9 de enero de 2013 al juzgado de Palma de Mallorca una “pieza separada” con copias de diversos intercambios de correos electrónicos que muestran la participación de la princesa alemana en eventos organizados por el Instituto Noos.

El más antiguo de ellos fue el enviado por Corinna a Francisco Larrey, empleado de Noos, el 2 de noviembre de 2004:

Querido Francisco.

Sólo unas líneas para agradecerte la organización fantástica de Valencia y la ayuda con nuestro viaje, etc.  Nos lo hemos pasado muy bien. ¡Bien hecho!

Saludos,

Corinna.

Ese mismo día, Larrey le contesta:

Querida Corinna,

¡¡Eres una mujer encantadora!!.

Gracias por asistir al Valencia Summit 2004 y me gustaría enseñarte el próximo Valencia Summit 2005”

Bueno pues el rey tiene un buen marrón. Pero vendrán los Hermida, los Somoano, los opinadores del pasado día cuatro  en TVE de la misma generación del rey, el gobierno Rajoy en pleno, el silencio culpable del PSOE y hasta Rouco Varela para que ésto no prospere y declaren nula la prueba con lo que evitarán se demuestre que si Iñaki Urdangarin hizo lo que hizo es porque lo veía por todas partes en aquel patio de monipodio que ha sido la Corte del rey Juan Carlos. Quien de verdad en todo este asunto es culpable es el rey por su vida disipada permitida por los gobiernos de UCD, PSOE y PP, y Urdangarin  es en todo ésto un mero monaguillo. Pero para demostrar ésto hay que dejar que Diego Torres siga aportando pruebas .¿Le dejarán?. No lo creo. Se permiten apuestas.