Diario de un Gudari condenado a muerte

Domingo 19 de agosto de 2012

Cada cierto tiempo paso por la librería Kirikiño de Bilbao. Allí Txomin Saratxaga, rodeado de libros con solera, de “incunables” nacionalistas y de todo lo que se mueve en el campo abertzale corrige en agosto unas pruebas y seguía la pista de todos los familiares que aparecen en un libro manoseado. Va a reeditar el de Ramón de Galarza, “Diario de un Gudari condenado a muerte”, para que las nuevas generaciones no olviden lo que pasaron aquellos gudaris vencidos en una guerra salvaje así como su posterior represión, cárcel, condena a muerte y alejamiento. Tiene las galeradas, el prólogo de José Luis Bilbao, fotos inéditas y la intención de presentarlo el mes de setiembre, si el mes de agosto lo permite. Txomin es una gota malaya, y lo conseguirá.

Conocí a Ramón de Galarza en 1976. Su fama le precedía. Había editado un libro con nombre supuesto que respetaba sus iniciales. “Diario de un Gudari condenado a muerte”. Rafael de Garate era Ramón de Galarza, aunque todos le conocían como «Ruidos». Quizás porque era un hombre animado, ruidoso, simpático, organizador de cosas y muy orgulloso de haber sido un gudari, un vencido más, de una guerra que a toda aquella juventud le cayó encima como plomo líquido.

Ruidos era, como muchos, un superviviente. Había sobrevivido a una guerra atroz como miembro de un ejército con muy pocas armas. Había apoyado a un gobierno al que el ejecutivo central no le había enviado aviones mientras Mola bombardeaba con saña Bizkaia. Había sido engañado por una potencia invasora como Italia que había firmado con sus autoridades un pacto, el de Santoña, porque acordar nada con quienes se habían sublevado contra la legalidad republicana, un año antes, no ofrecía la menor garantía. Había sido condenado a muerte y había visto morir a sus compañeros. Había logrado que su condena no se ejecutara. Y había salido de la cárcel y se había enfrentado a una postguerra pobre, cutre, bajo aquel falangismo ramplón y reinante bajo una dictadura totalitaria que perseguía de manera preferencial las señas de identidad del pueblo vasco, su lengua, sus costumbres, su genio civil, su modus vivendi. Y había visto con estupor comola Jerarquía EclesiásticaEspañola, trasla Carta Colectiva, no predicaba la caridad, la justicia y el amor, sino la retaliación y la persecución y a pesar de ello no había perdido la fe.

Pero Ramón, junto con muchos de aquellos vencidos había logrado superar todo esto y llegar vivo al 20 de noviembre de 1975 cuando el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, decía gimiendo por aquella televisión en blanco y negro aquello de:»Españoles, Franco ha muerto…». Y ese día supo que todo aquello que se había perseguido y ocultado volvería con fuerza inusitada y la memoria juvenil de un pueblo machacado, refrescaría lo que ellos habían hecho y les darían de nuevo la razón.

Pero como era hombre de acción y habiendo sido protagonista de una biografía vital tan intensa no quería que lo que había vivido él y su generación se olvidase y mientras le oía a Telesforo Monzón hablar de «los gudaris de ayer y de los gudaris de hoy» atribuyendo este título a los comandos de ETA, quiso dejar claro que el campo había que delimitarlo. Los gudaris de ayer eran ellos y lo fueron en virtud de una guerra de agresión desigual, con un ejército improvisado, tras una legalidad y un Lehendakari de 32 años llamado José Antonio de Aguirre y que aquella desproporción la habían pagado muy duramente con la muerte, los trabajos forzados, la tortura, el exilio y la derrota y que de aquella epopeya, nadie hablaba. Por eso Ramón quiso dejar constancia de aquel horror en un libro magnífico que habló del espanto de lo que habían vivido. Libro que, salvo el de Felipe Egiguren, se puede decir que es único sobre esta represión tratando de romper el muro de silencio decretado por cuarenta años de dictadura y la ignorancia de las nuevas generaciones a quienes sonaba todo aquello como «las batallitas del abuelo».»Si no rompemos el silencio moriremos en silencio» cantaba por esos días Raimon y Galarza no estaba dispuesto a que esto se cumpliese.

En ese contexto le conocí sabiendo que era una de esas referencias que andaba por el Casco Viejo y que organizaba encuentros anuales de antiguos gudaris y que había sido promotor de la organización municipal de Begoña donde me había afiliado ya que Begoña llevaba incorporada jurisdiccionalmente a la de Matiko, Junta Municipal histórica donde toda mi familia había estado afiliada en aquellos años dela República.

Pero lo malo de aquellos días era la urgencia política. Había que sacar al PNV de la clandestinidad, aprobar sus ponencias, reconstruir batzokis, recuperar el euskera y clarificar una historia falseada entre la que se contaba lo hecho en la guerra, en el exilio y en la clandestinidad, dar formación, marcar pautas y hacer política sin olvidarnos de la información y el recuerdo a lo silenciado por la dictadura. Y fue en ese año cuando comenzamos a sacar en la calle Iturribide la revista Euzkadi en una imprenta y no a ciclostil.

En aquel trabajo de recuperación, la editorial San Miguel reeditó el libro del entonces diputado José Antonio de Aguirre, «Entrela Libertadyla Revolución», libro que fue presentado en el Hotel Carlton, sede del gobierno vasco desde el 7 de octubre de 1936 hasta su caída el 19 de junio de 1937. Y allí estuvo Ramón Galarza, feliz de ver que la historia se movía y que por una noche, los vencidos volvían a la sede de la presidencia de aquel gobierno vasco que él había defendido con las armas.

Pero el tiempo no había transcurrido en balde. Ya en el segundo Euzkadi me vino con una colaboración rindiendo tributo a uno de aquellos luchadores fallecido esos días. Se trataba de Agustín Egaña, el Txato Egaña. Contaba la historia de éste gudari que a pesar de haber sido condenado a muerte y salir de la cárcel en 1943, volvió a la lucha clandestina y a una cárcel en la que lo tuvieron encerrado hasta 1954, rechazando la especie de que aquella generación poco menos que había bajado los brazos, tirado la toalla y abandonado la lucha. El Txato Egaña desmentía la mentira y Ramón reivindicaba al luchador silencioso. Uno de tantos.

Poco después me vino a nuestra sede del Bizkai Buru Batzar en la calle Marqués del Puerto con la semblanza de una emakume, Leonor de Gorostidi, presidenta de las Emakumes de Matiko en tiempos republicanos y perseguida política. Hablaba de ella, de su sonrisa y de sus trabajos durante cuatro décadas, como la de otras tantas emakumes. Y como su visión de Euzkadi era la de un patriota, no quería se minusvalorara a nadie y pedía se destacara el trabajo de los alaveses quienes a pesar de haber sido invadidos y sojuzgados desde el inicio de la guerra, Ramón quería recordar la importancia que había tenido el batallón Araba y de cómo habían estado en el Santuario de Estibaliz con los que quedaban de aquella pica alavesa, recordando lo vivido.

Pero como he dicho, eran días boreales en los que la gente joven aprendía a cantar el Euzko Gudariak y el Himno Vasco y hasta a pronunciar la palabra maldita: «Euzkadi», perseguida durante cuarenta años y, es en ese contexto, quien suscribe esta reflexión junto con Txomin Saratxaga, fuimos los que pusimos en pie y organizamos el primer Alderdi Eguna de la historia en San Miguel de Aralar el 25 de setiembre de 1977. Digo esto porque en aquella primera magna concentración los gudaris, aquellos gudaris vencidos durante cuatro décadas, desfilaron con su cartel anunciador de los batallones supervivientes. Y aquello para aquellos sesentones, fue el punto final de oro de una larga lucha. Todo lo vivido había valido la pena. Allí estaban, rodeados de los suyos, ante una poderosa Euzkadi que se atisbaba en el horizonte cargada de esperanza.

Y Ramón me volvió a venir con un trabajo sobre aquella jornada a la que tituló «La Emociónde Aralar». Decía entre otras cosas:

“Cuando salíamos con nuestros estandartes con el nombre del batallón a aquella explanada yo no veía. Aquellos aplausos, aquellos gritos ¿eran para mí? ¿eran para nosotros?».

“Las miles de amatxus de los que murieron en el frente, fueron mutilados o fusilados, sus hermanos, sus aitonas, también lloraban de emoción y agradecían el riego de sangre vasca que hicieron los suyos por nuestra causa”.

Esperemos pues a setiembre. Un gran e imprescindible libro.

 

Bien por Ecuador,el recuerdo de Marylinn y Elvis, Llorente y La Gomera

Jueves 16 de agosto de 2012

 —-No me gusta el presidente de Ecuador Rafael Correa, pero si lo que ha hecho con Julian Asange, es decir concederle en  su embajada de Londres, asilo político. Y no me gusta el tono chulesco del ministro británico de Exteriores. Un impresentable total. un facha, como sinónimo de mamarracho. Seguramente Asange no es un angelito pero descubrió la miseria de la diplomacia internacional, y su doble juego. Si le extraditan a Suecia, los norteamericanos no pararán hasta llevarlo a los Estados Unidos para que se ensañen con él y le condenen a todo lo condenable, incluso a muerte. Tengo para no olvidar el doble juego del eurodiputado López Aguilar cuando era ministro de Justicia del gobierno Zapatero. Nos decía a todos que no dejaría impune el crimen del cámara de Tele 5, José Couso, mientras en los papeles de wikeleeks aparecía asegurando al embajador USA que haría todo lo que estuviera en su mano para obstruir a la justicia. Este sinvergüenza sigue ahí, impartiendo doctrina y sin que el PSOE hubiera actuado nunca contra él. Luego se queja el PSOE de la mínima credibilidad que tiene. De ahí que el trabajo de Asange sea  tan perseguido. Descubrió la podredumbre  y la doble moral de  la diplomacia internacional y van por él. Y, en relación al ministro de exteriores inglés, ¡que tipo más desagradable y  que tipo más obsequioso al poder norteamericano!. ¡Que asco de tipo!. 

—-Resulta que se conmemora el 35 aniversario de la muerte de Elvis Presley. Hace poco el cincuenta de la muerte de Marylinn Monroe. Muy bien. Pero aquí nadie recuerda nada de lo que pasó hace setenta y cinco años en Euzkadi. Hechos silenciados durante cuarenta años. Viva la sociedad del espectáculo!! Y que viva la fiesta y la amnesia!!!.

 —-Vine el jueves al lado de Fernando Llorente en el avión. Un tipo muy correcto. Me saludó afectuosamente. El comandante le invitó a que  viera el aterrizaje desde la cabina. Mucho menos profesionales estuvieron las azafatas de Iberia empezando por la sobrecargo, pero bueno, es entendible. El chaval es un real mozo. Y le esperaban los periodistas en el aeropuerto y el entrenamiento en Lezama. Y allí se fue.

Me da pena lo que está ocurriendo. Pero tiene 28 años y ha de aprovechar este último tren y no se le puede exigir cosas que otros no harían. El futbol está enloquecido y como me dijo Ramón Mendoza, «Iñaki te equivocas, el futbol no es un deporte, es un espectáculo». Si, ya se que el Athletic es más que un club, pero  el hombre no tiene por que sentir lo mismo que siente uno de Gernika. Sin ir más lejos el propio Patxi López juega en la ejecutiva del PSOE en Ferraz. Y ahí está, diciendo en una entrevista que aquel impresentable de Mario Onaindia decía que ser vasco es muy «cansao». Si, para los que no se sienten vascos.

—-El Senado hizo un buen trabajo hace veinte años analizando los incendios forestales. Propusieron en el diagnóstico medidas que si se hubieran cumplido, el incendio deLa Gomerano se hubiera producido. Pero las metieron en un cajón. Y el ministro Arias Cañete, se fue con el rey a una corrida de toros. Máxima frivolidad, empezando por el rey que anda probando el Fortuna. Solo encenderlo cuesta veinte mil euros. Pero al tío eso no le importa nada. Y nadie dice ni mu. Seguramente nuestro senador Cazalis sacará aquellas conclusiones del cajón y les dirá a los amnésicos. «¿Para qué carajo se hizo este trabajo que ustedes han ignorado?».

 

Joseba Aguirre y Bidasoa

Miércoles 15 de agosto de 2012

El viernes 3 de agosto, pasando cerca de Cariñena, me llamó Joseba Zubia para comunicarme la mala noticia del fallecimiento de Joseba Aguirre Zabala, hijo del Lehendakari Aguirre. La noticia me entristeció y, dado que estaba fuera de Euzkadi, no pude acudir el sábado a su funeral en Algorta.

No sé cuando le conocí pero sí que era de esas relaciones “de toda la vida”. En Donibane, en decenas de actos, conferencias, manifas, presentaciones de libros, comunicándome por correo electrónico, en la calle. Mi aita era contemporáneo de su hermano Juan Mari, y el apellido Aguirre, además de por la política, siempre ha estado presente en casa, lo mismo que el de su muy querida esposa Mª Josepa Muñoa.

Por eso, en la hora de la despedida, permítanme un breve comentario no solo sobre su personalidad sino sobre un trabajo que llevaba haciendo los últimos cincuenta años, con gran eficacia.

Uno de los grandes déficits de la mal llamada “democrática transición” fue el no haber asumido ningún Gobierno Vasco y de manera seria la recopilación de la historia oral de aquellos años de plomo y hierro. Años de silencio, de persecución, de oprobio, de muerte, de tal manera que parecería que la historia de la guerra del 36 es la historia de pequeñas batallas y la historia del franquismo, algo menor. Triste balance para quienes deberían haber sido los promotores o los sostenedores de un trabajo singular emprendido en su día bajo Franco, por Luís Ruíz de Aguirre (Sancho de Beurko), Jose Mari Ganboa, Eugene Goyenetche, Jean Claude Larronde y Joseba Aguirre. En casa de Eugenio, en Ustaritz, recopilaban el material fotográfico y lo reproducían con los pobres medios de la época, archivaban documentación y hasta editaron un folleto de lo que querían hacer en aquel recién nacido Instituto de Investigación Bidasoa. Yo, de Venezuela, les traje varias entrevistas hechas a viejos gudaris y resistentes que ellos transcribían. Todo modesto y amateur.

Con el tiempo fueron editando pequeños folletos y libros de gestas de la guerra como la de la batalla Matxitxako. Asimismo encargaron a un pintor inglés experto en escenas bélicas la pintura de esta desigual batalla, así como la de las Intxortas,la Brigada Gernika, la biografía de Aguirre, la biografía de D. Manuel de Intxausti y algunas más. Libros de tapa roja con una fotografía en su mitad y escritos en euskera, castellano y hasta en francés.

La división del PNV, el fallecimiento de Ruiz de Aguirre y el paso del tiempo hizo que aquel esfuerzo se mermara por la escasa y esporádica ayuda del Gobierno Vasco y su falta de priorización y en un intento por tomar aquella quijotesca idea, cada cierto tiempo, en invierno nos llamaba Jose Mari Ganboa a Josu Jon Imaz, Josu Erkoreka y a mí para mantener una reunión en la que erala Casa Torrede su mujer en Laurgain, cerca de Zarautz. Allí, al calor de la hoguera, rodeados de cuadros y documentos, pisando una crujiente madera, como si estuviéramos en el Pentágono, Jose Mari Ganboa llevaba la reunión como si del general Patton se tratara. Había estado en el desembarco de Normandía como soldado y había sido herido allí. Cumplía el orden del día y realizaba el seguimiento de los acuerdos e invitaba a personalidades de acuerdo a la efemérides por caer. Recuerdo una con el secretario general de la presidencia de Ibarretxe, Chus Peña, tres con el Diputado General de Gipuzkoa, José Juan González de Txabarri de la que salió la edición de la obra de D. Jose Miguel de Barandiarán con las encuestas que hacía en Villa Endara a los que pasaban la muga en plena guerra y con Jose Mari Muñoa, alguna vez.

Jose Mari no quería que el recuerdo de la figura de los gudaris del 36 se mezclara con los miembros de ETA, a quienes Monzón llamaba “los Gudaris de Hoy”. Deseaba que en el monte sobre Gernika se inaugurara un monumento como Dios manda en el 75 aniversario del bombardeo. La idea era muy simbólica y plástica. Y siempre quiso que se erigiera, como hacen los países serios, un monumento al gudari como Dios manda y no quedaran como tales los dos actuales que no reflejan lo que fue aquella figura irrepetible.

Tras la reunión venía la comida en un comedor adornado con pinturas murales con una vista espectacular, el seguir con planes, y para terminar, pasábamos al cuarto de la chimenea donde dábamos cuenta del café con algo de malta como antiguos lanceros de Bengala. Lo bueno del caso es que de allí algo salía y algo se hacía. Un ejecutivo motivado hubiera hecho maravillas.

Todo eso acabó con el fallecimiento de Ganboa y ante el vacío en estos años han sido varias las veces que hemos hablado con Joseba para retomar aquella semilla, laminada por el tiempo. El cincuenta aniversario del fallecimiento de su aita y los actos a los que hubo que hacer frente, el inicio de su enfermedad y lo poco que interesan estos temas, fue logrando hacer languidecer el Instituto. Queda como último mohicano un ciudadano ejemplar como Jean Claude Larronde, pero es la última referencia. En eso estamos.

Haciendo gestiones, dentro de Bidasoa allí estaba Joseba animando el cotarro, llamando, yendo y viniendo, llevando a uno y otro, recordando algunas vivencias con su aita y siendo elemento dinamizador del proyecto. Ya fallecido su pérdida la echaremos en falta por esa doble dimensión. Su calidez humana, con sus bromas y apuntes y la histórica. Toda una pérdida. G.B. Joseba.