Martes 22 de agosto de 2023
La memoria histórica no consiste solo en exhumar cadáveres de las cunetas, de las fosas comunes, identificarlos y devolverlos a sus remotos familiares para que les den un acomodo digno, junto con el resto de los miembros de su árbol genealógico.
La memoria histórica consiste también (y fundamentalmente) en constatar, contrastar con metodología científica y difundir, por los medios de comunicación al uso, lo que aportaron determinados personajes al devenir político, social, científico, cultural, económico…de su país.
Como justo reconocimiento a la gesta/as que protagonizaron.
Efectivamente, no hay Nación sin historia y sin Ceremonia.
La amnesia histórica es el Alzheimer de nuestra sociedad, con la diferencia de que en este tipo de demencia se borra la memoria a corto plazo, conservándose la del pasado.
Es obligación de nuestros historiadores, de nuestros políticos, de nuestros agentes culturales, rescatar del olvido hechos trascendentales para nuestro país.
Acontecimientos que, por su cercanía en el tiempo y su profusa documentación, pueden ser rigurosamente reconstruidos e interpretados.
Se conoce más al general Baldomero Espartero (1793-1879), regente de España, que a Juan de Aguriaguerra (1903-1978).
Y casi seguro que los vecinos de Bilbao, que tienen el privilegio de vivir en esa céntrica calle de Abandoibarra ( con viviendas a 4.583 €/m2), saben más de la gloriosa delantera del Athletic ( Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza) que de la biografía del político nacionalista.
En 1982, tuve la oportunidad de leer una biografía ilustrada de Sabino Arana y Goiri, patrocinada por el Departamento de cultura del
Gobierno Vasco, con guión de Koldo Anasagasti, dibujos de Juan Humaran, rotulación de Luis Mugueta y traducido al euskera por Iñaki Zubiri.
Me pareció una iniciativa interesante, rigurosa y pedagógica para todos los públicos.
Ediciones Roger, que dirige el prolífico José Dueso, puso en circulación en 1999, bajo la supervisión del profesor e historiador de la Sorbona Julio Eyara, una antología de Sabino Arana con textos escogidos del fundador del nacionalismo vasco.
Un libro de 472 páginas que rebosa objetividad, sosiego y rigor, redimiendo muchos de los sambenitos atribuibles al ideólogo bizkaitarra, fallecido a los 38 años y que reposa en Sukarrieta.
Desconozco si se han promovido estudios divulgativos semejantes, relativos a prohombres contemporáneos, que merecerían figurar en un futuro Panteón de ilustres de Euskal Herria.
Algo se hizo en el marco de la conmemoración del 700 aniversario de la fundación de Bilbao, a través de la Fundación Bilbao 700. III Millenium Fundazioa, con la publicación de la serie “Billbainos Recuperados”, (Editorial Muelle de Uribitarte).
Nuestros historiadores, cuya solvencia profesional me consta, deberían poner el foco de sus investigaciones en estas personalidades, y dar lugar a una producción biográfica que sirva de base para que educadores, pedagogos, divulgadores y expertos en comunicación audiovisual, visibilicen a la población las vidas de quienes se sacrificaron por la res pública.
Pero esa visibilización hay que realizarla con todos los medios de comunicación que hoy existen, y que son consumidos de forma diferente según edades y nivel de instrucción.
Teatro, cine, documentales, televisión, podcast, cómics, libros, conferencias….
A más a más, que diría un catalán, todas estas iniciativas deberían tener un fuerte respaldo institucional, pues forman parte de nuestro patrimonio cultural, de nuestra idiosincrasia y un antídoto contra el adanismo.
Ricardo Franco