Periko Ibarra compró “Palaba de Iñaki”

Lunes 12 de diciembre de 2022

Fueron varios los que pasaron por el stand de Elkar en la Azoka de Durango. Uno de ellos  fue Periko Ibarra, abogado laboralista, catedrático de Ciencia Política de la UPV. Ha sido además profesor visitante en Florencia, Nevada, Burdeos y Barcelona.

En la Azoka anterior a la pandemia, presentamos en el stand de la editorial Pamiela y de manera conjunta, él su libro “Memorias del antifranquismo en el País Vasco, y yo, ”Obediencia Vasca” sobre la petición del PNV al PSE en 1939 para que todos los Consejeros del Gobierno Vasco, tuvieran Obediencia Vasca.

En aquel libro de Ibarra aparece muy bien diseccionada la oligarquía vasca habitante en Neguri del que era él uno de sus más claros exponentes hasta que con su mujer, Soledad Oriol, lo dejó todo.

Fue pues muy interesante que nos comprara el libro y que nos anunciara una reflexión sobre el mismo.                                                                      

Iruña. Solidaridad Abertzale bajo el terror de Mola

Domingo 11 de diciembre de 2022

En Iruña, la semana pasada, se ha inaugurado un memorial con la  visión de  15 espacios de terror para someter a Pamplona en 1936. El Instituto de la Memoria expone los lugares que fueron la herramienta para sembrar el terror  en la ciudad e imponer castigos a la disidencia. Junto al Memorial se ha instalado un panel desde el que se accede a toda la documentación que existe  de cada uno. La guerra se inició en el mismo centro de la  ciudad, cuando el general Emilio Mola, salió al balcón del Palacio de la Gobernación  rumbo a la calle Mayor y llamaba a la insurrección con un  mensaje de radio  y la rotativa de “Diario de Navarra” a la par que la plaza del Castillo se llenaba de requetés.

Decía Saramago que “se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”. Es algo de lo ocurrido en estos años, no solo con los grandes acontecimientos de dolor y sufrimiento en la guerra y postguerra fundamentalmente con los hombres, sino también y sobre todo con sus familias, mujeres e hijos menores, de lo que muy poco se ha hablado y menos contado. Todos tenemos algún episodio de sufrimiento familiar en el pasado. En mi caso narré lo que vivió mi familia materna en Zarautz cuando a mi amona le encerraron con otras 27 mujeres en el convento de las Clarisas durante nueve meses al entrar los falangistas en septiembre de 1936, a mi ama le cortaron el pelo al cero y al final, y después de saquear su casa, las expulsaron y llegaron a Iruña con lo puesto en plena orgía de sangre y odio en la Pamplona sometida a aquel asesino llamado Emilio Mola.

Y como me han pedido continúe la historia lo hago esta vez con el propósito de destacar la solidaridad abertzale en una Iruña donde imperaba el terror y por aportar algo más a éste Memorial.

Fue así. Viviendo nueve meses en aquellas circunstancias tan precarias, un día el coronel les llamó, a mi ama y sus dos hermanas, al cuartel para decirles que habían sido expulsados de Zarautz. Porque si. Era la ley de la fuerza de los vencedores de toda guerra.  «Quedan ustedes despachadas, elijan donde van. Y además se van a pagar ustedes su viaje de expulsión». Ellas contestaron que podían ir a Etxarri Aranaz, pues allí vivía un familiar. «Eso es lo que vosotros quisierais. Etxarri Aranaz está al lado de la frontera y lo que vosotros buscáis es escaparos. Ni hablar», contestó aquel déspota.

«¿Y a Pamplona?». «Ahí si, que es zona nacional» -replicó.

Habida cuenta que el gran piso donde vivían en la Plaza de la Música de Zarautz era  del banco les ordenaron dejaran sus cosas. Azkue accedió a que ocuparan una habitación con vestidor. Y se pasaron la noche con ayuda de una chica  y de la familia Ugarte recogiendo los muebles de una casa que les había pertenecido. Una familia formada por siete personas, estaba reducida a una madre y tres hijas muy asustadas. Parecía mentira.

Hecho este trabajo, fueron avisadas a las diez de la mañana que  debían irse a Pamplona, pero como la madre, mi amona, continuaba encarcelada en las Clarisas, sus tres hijas le dijeron al déspota que sin la madre no salían de Zarautz. Arantza fue donde Echeverría que había ocupado el puesto de su padre en el banco. Este que ya les había ayudado en otras ocasiones intervino para lograr la libertad de la madre que fue sacada del Convento de Santa Clara. Llegó destrozada. La habían liberado del cautiverio para su directa expulsión desde la estación del tren. Como se ve, los de la Santa Cruzada actuaban con gran caridad. Acto seguido, desvalijaron el piso. Se llevaron todo. Solo se salvó el piano que se lo había pedido a Arantza el padre Garmendia que había sido su profesor de música. Más tarde se lo devolvió para que lo vendieran. Lo vimos en la visita a los Franciscanos.

Con la familia Ugarte, y unos primos, pagado ya el viaje y con dos falangistas de custodia, fueron a la estación. Así dejaron Zarautz en un viejo cacharro de vapor de un tren de cercanías conocido como el Plazaola,  para llegar de noche a la gris y sometida Iruña. Gracias a Nicolás Ugarte pudieron pasar la noche bajo techo. Este les había dado una carta de presentación para un primo suyo que vivía en Pamplona en la calle San Antón, en la parte vieja de Iruña, y que se llamaba Luis Sarasua. Trabajaba en un bar, «El Espejo», donde se podían comer buenas banderillas. Así pudieron dar los primeros pasos.

Debió ser dramática aquella llegada de noche a Pamplona, con mucho miedo, sin conocer a nadie, perseguidas, con poco dinero, acompañadas de policías secretas y tras haberle amonestado a la madre porque le había hablado en euskera a su hija Arantza: «hable  usted en cristiano», le dijo aquel esbirro.

En Iruña les recibieron sorprendidos Don Luis y Doña María Sarasua. Cuatro mujeres, de noche y de aquella manera. Cansadas del viaje, con la madre, tras nueve meses de cautiverio, Itziar con un pañuelo en la cabeza, la hermana Arantza con cara de pocos amigos por el sufrimiento, y la pequeña hablando como una cotorra en mal castellano y diciendo que les habían expulsado por ser nacionalistas. Ellos, navarros, no lo entendían, pero les alojaron en su casa diciendo: «mañana, Dios dirá». En éesta casa pasaron unos días, pero como no tenían dinero para una pensión, pues costaba 14,50 ptas. por persona, la madre alquiló una habitación con derecho a cocina en la calle Mercaderes con lo poco que tenían.

En Pamplona José Luis Larumbe, al  que habían conocido en Aizarnazabal les había conseguido esta solución con dos camas y un catre. Tenía una terraza desde la cual se divisaba el fuerte de San Cristóbal, siniestra cárcel para republicanos y nacionalistas. Con el tiempo mejoraron las condiciones. Establecieron relación con el golpeado mundo nacionalista clandestino, que con la discreción debida, en una situación de guerra y férrea dictadura, a pesar de todo, les ayudaron. Una de éstas fue la familia Cunchillos. Santiago Cunchillos, abogado había sido, concejal del PNV de Pamplona en la República, secretario general de la Diputación, tomó parte en la redacción del estatuto Vasco. Tuvo que exiliarse  con su familia a Buenos Aires.

Como en el piso había hasta “pichis” (guardias), no podían hablar en euskera. A la pequeña Begoña la metieron en las escuelas públicas donde una de las profesoras se interesó por la cría, al contarle ésta su historia y el cuadro familiar en que vivían. Petra Menaya era una de las «emakumes» nacionalista que dio la voz. A partir de ahí no les faltó nada. Cestos de comida y asistencia. Un rayo de buen sol en aquella noche. La pequeña Begoña solía ir con la familia Cunchillos a su casa y los domingos pasaba con ellos la jornada yendo de pueblo en pueblo, paseando y volviendo a casa con verduras, cosas de droguería, dinero y sobre todo apoyo.

En la pensión había dos guardias de asalto que lo habían sido en tiempos de la República. Había además gente diversa y agradable, lo que les permitió en aquellas duras circunstancias ponerse a coser y con ello sobrevivir dignamente a la pesadilla que estaban viviendo como si ellas, una madre y tres hijas, fueran culpables de algo.

Itziar cosía pero también enfermaba. Víctima de un reuma se había quedado sin poder moverse. Eso no fue óbice un día en que sonó la alarma ante el posible bombardeo de la ciudad por la aviación republicana. No supo de qué forma, el caso es que bajó las escaleras desde un quinto piso en un suspiro olvidándose de todos los males. Para subirlas nuevamente, le tuvo que llevar en brazos, al sexto piso, uno de los guardias de asalto. Puesta en manos del médico Ángel Irigaray, éste le atendió y curó.

Uno de esos días y mientras bajaban las escaleras, precipitadamente, su hermana Arantza se quedó en la terraza para ver el siniestro espectáculo aéreo, mientras los vecinos se atropellaban. En eso apareció un hombre con una carta. Eran las letras de su padre, Francisco Olabeaga, reclamándoles pasar «al otro lado». El contrabandista llegaba poco después de la muerte del general Mola. El funeral que habían visto y que había sido toda una convulsión en la Pamplona de la cruzada, les había impresionado.

Aquella nota, cogida con todas las reservas del caso, les originó una discusión. La madre quería aventurarse, pero Itziar no. Aquello podía salir mal y empeorar las cosas, y además, en Pamplona iban poco a poco rehaciendo su vida,  la ciudad estaba bajo dominio carlista y por tanto franquista, ya que el requeté había acabado en la guerra con cualquier disidencia a sangre y fuego. La cosa, pues, no era fácil. Ante aquello, la familia estaba dividida. El padre en Barcelona, terminaría dejando aquella ciudad, y de sus hermanos, nada sabían. «Estarán en la guerra», con lo que esto suponía.

El escultor Oteiza solía decir que en la sociedad vasca hay dos personajes representativos. Uno es el Secretario Municipal, el hombre que hace el país. El otro es el contrabandista, el que lo presenta al exterior.

Pues bien, en aquellas circunstancias, con aquella frontera tan vigilada y en plena guerra, funcionaban a tope los contrabandistas. Lo mismo pasaban un resistente, un periodista inglés, que tabaco, aunque lo habitual no fuera una madre con tres hijas. Para hacer esto, el padre, desde San Juan de Luz había hablado con el Gobierno Vasco y con la red de pase de fronteras, y había hecho las gestiones para que pasaran a su familia. Y no le salió gratis el empeño. Por cada una tenía que pagar 8.000 ptas de la época. Una fortuna.

Contaremos este pase de película.                                                 

La Laponia navarra

Sábado 10 de diciembre de 2022

Los valles pirenaicos de Aezkoa, Zaraitzu y Erronkari habrían sufrido en las últimas décadas una paulatina e interrumpida desertización demográfica. Así, en 2019 los tres valles sumarían tan sólo 5.418 habitantes censados lo que representa una densidad poblacional de 3, 8 habitantes/km2 y a años/ luz de la media de Navarra situada en dicha fecha en 68,1 habitantes km/2, lo que convertiría a dichos valles en la Laponia Navarra.

La dieta alpina

La economía de los valles pirenaicos se ha basado en las últimas décadas en la conocida dieta alpina, cuyos ingredientes principales eran el turismo alpino, la explotación agropecuaria y forestal y la industria agroalimentaria.

Dicha fórmula creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva pero con fecha de caducidad impresa debido a la irrupción de la borrasca pandémica del post coronavirus que pondrá a prueba la solidez de los cimientos de la economía pirenaica ya lastrados por la desertización demográfica y por el déficit de vivienda ocupacional.

Los nichos ocupacionales

Agricultura, ganadería y explotación forestal son sectores que llevan décadas en decadencia, ahogados por la competencia desleal que impone la economía global y sin embargo tienen un enorme potencial para crear eco-empleo pero para ello sería necesaria la implementación por la UE de medidas proteccionistas en forma de  subvenciones a la industria agro-alimentaria para la Instauración de la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados.

Así, se podrían crear en los valles del Pirineo cerca de 100 puestos de trabajo apoyando la producción ecológica de alimentos, incentivando el consumo local de productos agrícolas y ganaderos autóctonos y promoviendo la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa necesaria para reducir la dependencia de los combustibles fósiles.

 En este contexto, la instalación  de plantas de pellets o de astillas de madera para consumo energético y de plantas de biomasa para generar energía eléctrica generará trabajo digno y estable lo que supondrá la revitalización de la población local y un importante paso hacia el objetivo confeso de lograr un Pirineo sostenible.

El Pirineo y la energía verde

La escalada de los precios del gas y la electricidad habría sorprendido a Europa con las reservas de gas en mínimos históricos y habría escenificado el fracaso rotundo de las políticas energéticas de una Unión Europea incapaz de lograr la utópica autosuficiencia energética. 

En este contexto emerge la energía verde como alternativa energética, lo que implicará la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa necesaria para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, y de lo que sería paradigma la planta de biomasa de astillas de madera de Aoiz (Navarra), que estará operativa en el 2023.

Asimismo, dada la actual coyuntura de emergencia energética y que la producción de astillas de madera es más barata que la de pellets, no sería descartable la instalación de nuevas plantas de biomasa de astillas en el Pirineo. Dichas plantas utilizarán la madera de aprovechamientos forestales en poblaciones próximas para fomentar la economía circular, minimizar la huella de carbono y optimizar la cadena de valor, con la consiguiente creación de puestos de trabajo fijos que posibilitarán el crecimiento demográfico de unos valles que habrían sufrido una paulatina e interrumpida desertización demográfica.

Escasez de vivienda ocupacional

En la última década, asistimos al empadronamiento en los pueblos de dichos  valles de una generación de jóvenes emprendedores que han provocado el resurgir de la industria agroalimentaria en la zona. De ello serían paradigma la apertura de varias empresas dedicadas a la fabricación de queso amén de otras explotaciones dedicadas a la venta de productos derivados del cerdo, cordero, potro y ternera ecológicos.

Sin embargo, dicho crecimiento estaría lastrado por la escasez de vivienda ocupacional,  problema que se agravaría en pueblos como Otsagabia en el que la oferta de vivienda de alquiler es inexistente por lo que se antoja urgente la implicación del Gobierno de Navarra a través de Nasuvinsa para impulsar la creación de viviendas de alquiler y paliar la acuciante escasez de vivienda ocupacional en dichos valles.

Germán Gorraiz López- Analista