Sábado 2 de abril de 2022
EAJ-PNV es un partido de 126 años que se nutre de los valores occidentales de libertad así como de los valores del europeismo judeo cristiano. La fotografía es de 2004 de un viaje a Roma, donde se le ve a Xabier Arzalluz entre Francesco Cossiga, y Giulio Andreotti que no olvidaban que tras la derrota del fascismo en la II Guerra Mundial, la refundación de la Democracia Cristiana italiana en 1946, tras abolir la monarquía, contó con la presencia del PNV en ese Congreso presidido por el europeista Alcide de Gasperi. Libertad, europeismo, valores cristianos, economía social de mercado. Por eso cuando leo hoy una entrevista en el DV a Juan Carlos Izaguirre, ex alcalde donostiarra de Bildu, diciendo que el PNV es un proyecto envejecido, y que tiene «un voto prestado que no es nacionalista ni es vasco, es español y de derechas» y le contesta a Surio que hace ya once años que usa americana al constatar el periodista la cantidad de americanas que usan ahora los dirigentes de BIldu, demuestran que están en una campaña de marketing, que aciertan cuando rectifican, pero que si rascas un poco ahí no hay precisamente un modelo occidental que es lo que José Guedez analiza y que transcribo.
“Occidente no es solo un ámbito geográfico, es una cultura que ha influido en todo el mundo y que representa unos valores y principios concretos, como la libertad individual, la legalidad, la igualdad jurídica, el pensamiento crítico, el método científico, los derechos humanos universales, el pluralismo y la alternancia y separación del poder. Su origen es sin duda la cultura greco-romana de la antigüedad, esparcida en Europa y extendida luego en América y Oceanía. De Atenas, la filosofía, la democracia y el comercio. De Roma, el derecho, la ingeniería y la moral cristiana. Luego, a partir de Galileo se desató el progreso científico que le dio forma definitiva a nuestro planeta y descubrió nuestro origen y el del universo, mientras el Estado Moderno tomaba forma hasta consolidar sistemas democráticos liberales. Es la razón y la conciencia humana venciendo el dogmatismo absolutista y el inconsciente animal o tribal; ese es Occidente.
Pero antes de la guerra en Ucrania ya estábamos atravesando una crisis existencial, víctima de los populismos de ambos extremos. Por un lado la cultura de la cancelación que consiste en criminalizar nuestra propia historia borrando su legado, y por el otro lado, el antiglobalismo que también es antioccidental, porque nada es más global que el cristianismo,la economía social de mercado, la ciencia, los derechos humanos y, sobre todo, la libertad. En ambos casos se trata de agendas que pretenden destruir las democracias liberales desde adentro, para sustituirlas por un pensamiento y mando único, como sucede en Rusia, donde por cierto convergen ambos extremos ideológicos. No es exagerado decir que Putin tiene más de dos décadas financiando movimientos iliberales en Occidente, así como aparatos de propaganda y desinformación para debilitar sus democracias. Por eso, cuando Rusia invadió Ucrania, las noticias hasta entonces trataban sobre las manifestaciones antivacunas y el derribo de estatuas . Hace apenas unas semanas esos parecían ser los problemas, al tiempo que ambos bandos supuestamente antagónicos coincidirían en condenar a la OTAN y a la Unión Europea. Normal que Putin haya considerado que era un buen momento para atacar, contando con la debilidad y división de las democracias occidentales.
Ahora, con el verdadero enemigo enfrente, podemos entender el fondo del asunto, la lucha que Occidente ha dado durante toda su historia y que lo define. Es el eterno dilema, entre tiranía y democracia, totalitarismo y pluralismo, opresión y libertad. Esta guerra nos obliga a unirnos, pero no solo en el contexto bélico, sino sobre todo en el aspecto cultural. Que el poder tenga límites y las personas tengan derechos es el mayor legado de Occidente, en nombre de ello debe recuperar su liderazgo mundial en favor de la libertad y la democracia, combatiendo en todos los1 terrenos el auge populista que entroniza tiranos por doquier, los cuales no solo generan injusticias y éxodo en sus propias poblaciones, sino que eventualmente amenazan la subsistencia de todo el Mundo Libre. No podemos ser los mismos después de esto, tanto dolor no puede ser en vano, al menos debe servir para reencontrarnos en nuestros principios y entender el valor de la democracia liberal. Solo así ganaremos la guerra”.


