La Presidenta y la Mesa del Congreso no se ganan su sueldo

Lunes 4 de enero de 2020

Hoy en Radio Euzkadi, a las 9:30, se ha abordado una de las características políticas de 2020 como ha sido la crispación en el Congreso. Previamente el diputado Roberto Uriarte ha comentado que lleva a cabo una iniciativa para lograr un cierto consenso entre diputados para que se respeten las formas que en política son el fondo. Loable iniciativa, pero no es ese su trabajo. Ese trabajo corresponde a la Mesa del Congreso y a su presidenta que, como decían de Landelino Lavilla está expuesto, pero hacer, no hace nada, o muy poco. La presidenta ante el insulto, la burla, la falta de respeto, teniendo como tiene avisos, llamamientos, expulsión del hemiciclo, sanciones va de guay y está, expuesta, pero no ejerce. No saca del hemiciclo al diputado faltón, no sanciona las injurias que se producen en debates de arrabal, no ejerce lo que el reglamento le indica. Y no se trata de caer en una espiral de sanciones y expulsiones sino de ejercer la mínima autoridad para que  el hemiciclo no sea un ring de boxeo ni un plató de televisión, buscando el interviniente agradar a la audiencia de fuera de la Cámara. El parlamentarismo tiene unas normas que si no se cumplen, la bronca está asegurada. Un lugar donde conviven 350 personas de cada padre y de cada madre si no se respetan la esencia de la representación, la urbanidad, los buenos modales deviene en un patio de monipodio, que es lo que a veces ocurre por culpa de Meritxell Batet. Ella simplemente está expuesta.

Bien es verdad que a diferencia de aquellos años, la presencia de partido tan extremos como Vox y Podemos y por primera vez un gobierno de coalición, junto a las redes y la teatralización excesiva de la política hace que esos extremos condicionen al PP y al PSOE pero para esto debería estar la Mesa y la Presidenta, no el diputado Uriarte buscando que la gente se comporte. Poder que no se ejerce, se desprestigia. ¿Se acuerdan de la primera sesión con Podemos llevando niños a amantar, besos de fin de película, extraños tocados y cosas así?. Afortunadamente se han dado cuenta que la política es algo más serio y que tiene sus normas implícitas  porque las decisiones afectan a mucha gente, pero la mentalidad, esa mentalidad de aquí estoy yo y hago lo que quiero por parte de Vox y Podemos, Cayetana incluida, es la que ha marcado la pauta del año superado.

María Suarez nos ha entrevistado a Álvarez Cascos y a mí. El PNV logró un acuerdo en 1996 votando la investidura de Aznar, no un acuerdo de  legislatura, ya que el PP había obtenido 156 diputados, CIU 16, el PNV 5 y Coalición Canaria 4. Con nosotros no hubo acuerdo porque UGT y CC.OO le dijeron a Aznar que si negociaba la transferencia de la Seguridad Social, que está en el estatuto su régimen económico, rompían la baraja e iniciaba su mandato con una huelga general y Aznar se arrugó.

He recordado como la noche electoral Arzalluz dijo que si el PP había ganado las elecciones debería formar gobierno y así lo hizo pactando con CIU, CC y PNV. Y he recordado los logros conseguidos olvidándome de Euskaltel que Álvarez Cascos ha recordado diciendo que les criticaron porque rompía el mercado de las Telecomunicaciones y sin embargo Ardanza le invitó a una etapa que ganó el asturiano Samuel y aquí no se ha roto nada. Dicho por Cascos tiene su importancia. Cascos, el dóberman, que es  ingeniero sufrió los disparos verbales de Mayor Oreja y de Iturgaiz desde las esquinas tratando de que el pacto se rompiera y terminó rompiéndose. ”Mientras a nosotros se nos mata, Cascos come kokotxas con Arzalluz en Sabin Etxea “ decía el lenguaraz y actual pope del PP, Carlos Iturgaiz, embarrando una cancha que nosotros queríamos limpia para lograr acuerdos beneficiosos para Euzkadi. Mayor Oreja e Iturgaiz lo impidieron.

Decía Fernández Ordoñez que la ideología cabía en la punta de una servilleta y el resto eran relaciones personales. Algo de eso hubo, aunque nos separaba el océano de la concepción del estado, pero estoy seguro que de no haber existido ETA, el estatuto en aquella legislatura se hubiera desarrollado en un 90%. No fue posible, como no lo fue en el Ayuntamiento de Bilbao. Allí no funcionó ni lo que decía Séneca que la política era complicidad sin amistad.

Nos decía Ajuriaguerra que la política era vencer resistencias y huir del todo y la nada porque te quedas sin nada. Y nos decía él, que estuvo condenado a muerte, que no nos equivocáramos que España existía y que si España no iba bien, Euzkadi no iba a ir bien, y todo eso sin dejar de defender nuestra identidad  vasca y nuestros principios.

En resumen. Que con Vox no habrá nada que hacer pero Podemos debería darse cuenta que a pesar de que Iglesias sea experto en marketing y en tener un programa propio en La Tuerka, la política no es solo eso, junto a las  redes sino fundamentalmente acuerdos entre diferentes.

Y que la presidenta se gane el sueldo.

El hombre del cencero saludable

Domingo 3 de enero de 2021

El hombre de los ojos saltones, moviendo los hombros y sacudiendo con fuerza la cabeza, hizo sonar durante unos minutos el cencerro que llevaba colgado del cuello por una cinta de cuero.

– ¿Qué le parece? Admita que es genial – dijo al quedar quieto.

– Pues, verá… – respondió el director del programa de televisión, que no sabía qué responder. Y no pudo seguir.

– Mire. Seguramente usted ha visto la película Ben Hur. Allí aparece la familia de Charlton Heston con una campanilla tipo cencerro ahuyentando al personal ya que estaban enfermos de lepra y no tenían vacuna. La gente se apartaba de ellos. Algo así podría hacerse hoy con los asintomáticos. Un cencerro es la solución para evitar los contagios

Con este invento se podría ir a los bares y a los partidos de pelota. La gente sabría a qué atenerse. Lo malo de este virus es que es silencioso y al silencio hay que combatirlo con música armónica. Estoy seguro de que ha sabido apreciar la ruptura de la melodía y el dramatismo del tono – siguió el del cencerro – . La emoción le ha dejado sin habla.

– Realmente… – comentó el otro.

– La he bautizado “Agur 2020” porque calculo que tardará cuatro meses en imponerse en el mundo. Esta música rotunda, definitiva, distinta, acabará de una vez con la desinformación, los cierres perimetrales, los tests transgénicos y los PCR así como esa vulgaridad de quedarse en casa castigados. La nueva música significa la revolución, la libertad y el progreso. Porta un mensaje de humanidad viva, de esperanzas hacia el futuro. La orquesta…

– ¿Qué orquesta? – preguntó el director, que volvía ya en sí.

– Esta composición está inspirada para cuatro instrumentos…

– Cencerros – puntualizó rápido.

– Instrumentos, señor. Si usted no tiene sensibilidad, si no entiende de ritmo y movimiento, si su oído es obtuso, si no sabe sentirse dentro, si carece de vibración…

– Yo sólo he oído tolón, tolón, tolón…

– Hay una gama infinita de tolones.

– ¿En un solo cencerro?

– En el tímpano exaltado por el tolón revolucionario. ¿Por qué la mansedumbre del buey? Porque escucha. Porque las ondas cencérricas le adormecen con la música que te va avisando porque lo malo del Covid19 es que no te pones morado y piensas que el vecino está sano como una manzana y picas y le das un abrazo y te llevan a la UCI.

– ¡Yo de buey no tengo nada!

– No ha aprendido usted nada de los chinos. Ellos han aprendido que no hay que comer murciélago y ahora lo avisan con un timbre pero esto es mucho más armonioso y nos recuerda al Gorbea. No sea retrógrado ni conformista! iSordo! – vociferó el del cencerro -. Tipos como usted retrasan el avance de la sanidad, con mayúscula. La televisión queda cerrada a la expansión de la nueva música por culpa de un insensible como usted porque carece de tímpano.

– íVáyase con la música a otra parte! – gritó el director echando la pierna atrás a punto de una patada.

– ¿Es su última palabra?

– ¡Y mi primer puntapié!

– Pues espere un momento – el del cencerro sacó un sobre y se lo tendió al director – . Lea, por favor.

El director observó el membrete, sacó un papel y leyó. La pierna fue bajando poco a poco a su posición normal.

-¿Así que es usted amigo de Salvador Illa y de Fernando Simón? En fin, creo que podremos incluir su recital en el programa. Decía usted que es una música rotunda y definitiva y que ahuyenta la pandemia. Pues a por ella.

Manu Canela en el Museo de Bellas Artes

Sábado 2 de enero de  2020

Mi hermano Koldo estudió en la Comercial de Deusto en tiempos en los que el P. Bernaola ejercía con mano de hierro la dirección de la casa. En su primer año, a un grupo de estudiantes les fallaron las matemáticas por lo que decidieron entre siete contratar en verano un profesor particular para que les diera clases y evitar la guillotina. Uno de ellos ofreció la casa de su abuelo en Gran Vía 15 para recibirlas. Y así fue, quedando Koldo con la impresión de que habían estado más que en una casa, en un museo, pues había cuadros hasta en el techo. Pasó el tiempo y esta semana pasada fue al Museo de Bellas Artes, al que acude cuando hay nuevas exposiciones y se dio cuenta que el piso en el que habían estudiado era el de un extraordinario coleccionista de arte, cuyas obras se exponían. Se trataba de Félix Valdés.

Me llamó para comentarte la vivencia por lo que decidimos visitar la pinacoteca y estuve con María Esther el día 31. El Museo de Bellas Artes es una joya bilbaína, muy bien dirigida por Zugaza y que merece ser visitada e invitar a familiares y amigos a conocer esta maravilla de arte y calidad. Tras hacerlo se lo conté, historia incluida a mi hermano Jon, que se ha venido de Donostia  este sábado a admirar algo único y quedar encantado.

Unas fotografías que se exponen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao dan testimonio de cómo Félix Fernández-Valdés (Bilbao 1895-1976) había convertido su casa en el número 15 de la Gran Vía de la capital bizkaina, donde vivió desde 1920 hasta su fallecimiento, en un auténtico museo. En el salón colgaban obras de El Greco, Zurbarán, Valdés Leal y Murillo. Una puerta daba acceso a una capilla, en la que dispuso, entre otras, las dos tallas policromadas de Pedro de Mena y Lamentación sobre Cristo muerto, de Van Dyck. Y en su dormitorio contemplaba todos los días el Cristo muerto en la cruz, de Zurbarán, y el San Francisco de Paula, de Ribera.

El empresario bilbaino fue capaz de reunir hasta 400 obras de arte y configurar la colección privada más importante del Estado, de la que el Bellas Artes presenta ahora una magnífica exposición con una selección de 79 de sus mejores y más representativas obras. Uno de sus antepasados fundó en las Siete calles de Bilbao el famoso establecimiento “Manu Canela”. No había cacao de la calidad que se servía en aquel negocio fundado en el siglo XIX de la calle Tendería. Hizo una fortuna con el cacao y las maderas.

Tras el fallecimiento de su propietario, la colección se desmembró entre sus diversos herederos y muchas de las obras que pueden verse ahora en el museo pasaron a formar parte de importantes colecciones privadas y públicas. La muestra es el resultado de una «exhaustiva investigación» para conocer el destino de las piezas. El recorrido planteado cronológicamente permite contemplar algunas obras inéditas, no expuestas antes en público, o poco conocidas, lo que pone de manifiesto «tanto la calidad del conjunto como el acierto coleccionista del industrial bilbaino» de la que está considerada «una de las mejores colecciones de arte de su tiempo», según destacó Miguel Zugaza, director del museo en la presentación de la exposición, según nos contaba Maite Redondo en buena crónica de Deia.

Recuerdo como en Madrid, para ir al Congreso, yendo del aeropuerto y pasar por la calle Serrano veía siempre el museo Lázaro Galdiano toda una referencia del coleccionismo privado y tras ver esta muestra de Valdés  en el Museo de Bilbao me apena que por ejemplo en el vacío Palacio Olabarri del Campo de Volantín, donde estuvo la Autoridad Portuaria, no se hubiera podido montar una exposición permanente, a la manera de Lázaro Galdiano en Madrid, pero en Bilbao con estas maravillas. Hubiera sido de traca.

Pasión por el Arte

Félix Fernández Valdés tuvo negocios de importación de madera, aceite de palma y cacao en la Guinea española hasta su independencia en 1968. Según explicó su nieto, en el origen de su pasión por el arte se encuentra la figura de su tío, el también coleccionista Tomás de Urquijo, quien le legó todos sus bienes. Entre ellos se encontraba el Cristo crucificado (1577), muy acorde con las profundas convicciones religiosas de Valdés, de El Greco, quien, junto con Zurbarán, era uno de sus pintores predilectos.

Valdés no era un experto en arte, pero se dejó aconsejar, entre otros, por su gran amigo, el marchante, copista y restaurador Luis Arbaiza, y por los pintores Darío de Regoyos y Aureliano de Beruete. Comenzó a coleccionar a finales de los años 30 del siglo pasado, aunque la mayor parte de las adquisiciones se produjeron durante las décadas de los 40 y 50, una época convulsa, pero de gran prosperidad para el empresario, que supo encontrar obras procedentes de otras colecciones nobiliarias o de conventos e iglesias en fase de dispersión.

Recorrido cronológico 

La muestra tiene un recorrido cronológico y abarca desde el siglo XIV hasta el XX y, en palabras de Zugaza, es «un ambicioso proyecto que ha requerido de una compleja labor de búsqueda, tras la inevitable dispersión de este auténtico tesoro». Como destacó también Novo, «no se trata solo de una exposición, sino de una importante investigación sobre una de las colecciones privadas más relevantes de la segunda mitad del pasado siglo», cuya importancia es bien conocida por los historiadores del arte.

El interés de Valdés se centró en los maestros de la pintura española del Siglo de Oro –El Greco, Zurbarán, Valdés Leal, Murillo o Carreño– pero sin olvidar la pintura española medieval, con ejemplos significativos como el tríptico de Bernardo Serra, la tabla de Fernando Gallego o el tríptico de Quejana, sin olvidar a autores renacentistas.

La pintura del siglo XIX es otro de los núcleos principales de la colección con el Retrato de la marquesa de Santa Cruz, de Goya, como pieza destacada, prestada por El Prado al museo bilbaino. Un cuadro que tiene una intrincada historia. Valdés lo adquirió en 1947 por un millón y medio de pesetas al gobierno de Franco, que en 1941 lo había comprado y organizado una operación para regalárselo a Hitler que finalmente no fue llevada a cabo. Salió de España sin los permisos de exportación obligatorios expedidos por el Ministerio de Cultura, que lo recuperó en Londres en 1986 tras pagar seis millones de dólares. «Pero esta exposición demuestra que la colección Valdés es mucho más que este cuadro», destacó Silva.

Del periodo entre siglos y primeras décadas del XX sobresale la amplia representación de los pintores Darío de Regoyos y Joaquín Sorolla. El deslumbrante Después del baño (1902) del pintor valenciano se muestra al público por vez primera en esta exposición. De esta época son también las obras de Ignacio Zuloaga, Aurelio Arteta, Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana o Daniel Vázquez Díaz. Entre los últimos cuadros adquiridos hay uno de Ibarrola.

No dejen de verla.