Intelectuales callados

Martes 25 de julio de 2020

Noel Chomsky es intelectual yanqui, pero  los intelectuales españoles, ¿dónde están con lo que está ocurriendo en España?.  

Otros de los responsables que esto ocurra son los «intelectualoides» que el régimen hace mucho tiempo fichó…, ya sabemos los de siempre…, ese «club de amigos acotado y cerrado»…, que con su silencio y complicidad pasada y actual, han contribuido a que ocurra lo que está ocurriendo, ni están ni se les espera.

Esta ausencia de la opinión pública no solo no está en esto sino fundamentalmente en una crítica clara, profunda y constante de lo que fue el franquismo (así no existe un relato común y democrático al respecto).

¿Con qué motivo?.

Sencillo. Para evitar que eso se vuelva a producir…, caso único en Europa y en las democracias circundantes ya que aquí  la falta de un relato común democrático contra el fascismo, las dictaduras y los golpes de estado militares, es llamativo. Pero la cosa no va con ellos.

Tampoco han respaldado a las víctimas del franquismo y de otras violencias institucionales (a las cuales han olvidado e ignorado, de forma totalmente consciente), ni tampoco tienen una visión crítica de la corrupción actual (que ha hundido el país…), ni de la Transición (de la cual ellos fueron artífices…, y con esto no quiero decir que en la Transición no se mejorasen cosas…, mejoraron…, pero quedaron muchas sin hacer y se transmitieron muchas miserias…, y de aquello tenemos este país-corraliza  que no funciona…

Últimamente hasta disculpan, comprenden y confraternizan con la extrema derecha… (como los «intelectuales del franquismo»), de todo esto además de su servidumbre a la monarquía (cómo monárquicos o Juancarlistas), tienen responsabilidad las «élites intelectuales españolas», de mirar para otro lado y de participar en un sistema  corrupto y de ser acríticos con el poder a cambio de cargos, fama exagerada, distinciones no merecidas (cómo las condecoraciones promovidas por el rey), venta de libros infumables y premios (de hecho hoy, no dicen nada frente al empobrecimiento del país, la crisis o el COVID-19, etc.

Algunos creen que hay que andar recurriendo a Miguel Bosé, con funestos resultados…, se hacen los tontos, como si la cosa no fuera con ellos, cuando mantienen un silencio que clama…, en definitiva, esa «intelectualidad española» no independiente y autocomplacida del status que ha conseguido vendiéndose al poder, fracasó en su crítica en el pasado, están ausentes en el presente y tienen perdido el futuro, eso si…, viven muy bien.

Sony

Solo se reacciona ante el miedo.

Lunes 24 de agosto de 2020

Estos meses hemos aprendido una palabra nueva: asintomático. Quiere decir que estando enfermo o teniendo el maldito virus, no se sienten o se tienen síntomas y aquí no pasa nada. Quiere decir que uno está tan tranquilo y que aquí no pasa nada y que se puede andar por calles, casas y montes sin que se note que uno es un potencial difusor de la enfermedad. Quiere decir que uno puede estar punto de palmarla y puede correr su maratoncito particular porque nadie le dice como a los cartujos que eres polvo y en polvo te vas a convertir.

Es lo malo del invento. Si la gente asintomática se pusiera por ejemplo de color verde todos sabríamos a que atenernos. Es lo menos que se puede pedir. Lo otro es una faena. Y como el asintomático, no todos, pueden andar por la vida silbando, pasa lo que pasa porque los test y los PCR no curan nada, solo dicen que estás enfermo o no lo estás. Que eres negativo o positivo. Antes eras positivo y te aplaudían. Ahora estás en modo positivo y te recluyen.

Aquí, por lo que parece, lo que ha faltado es meter miedo a la gente. Entiendo el por qué no se ha hecho, pero los efectos están a la vista. Hoy la OMS decía que el 7% de las pruebas en España dan positivo y la Organización Mundial de la Salud alerta que si se supera el 5% la cosa es grave.

Estamos pues yendo por el mal camino.

Yo se que ver cuarenta ataúdes juntos, o viejitos morir solos en residencias, o a un paciente cabeza abajo en la UCI, o con un tubo respirador que te rompe hasta la tráquea, o pacientes respirando a duras penas, o gente joven tan perjudicada como gente mayor, o familiares en duelo es terrible. Pero al no ver estas imágenes hemos creído que tras el confinamiento todo estaba superado y que a los rayos de sol había que acompañarlos con reuniones, comilonas, botellones, bailoteos, y excesos que en época normal es lo normal en el verano, cuando no hay virus.

Pero es que estamos en una época excepcional.

Creo que habría que hablar más de las vacunas, de que esto seguramente se curará en breve, de que mientras esto no ocurra habría que declarar el estado de excepción propagandístico sanitario y meter miedo, mucho miedo, asustar al personal pero no con falsedades sino simplemente mostrando la realidad.

Solo así podíamos acusar el golpe y poner a los difusores del bichito en su sitio y decirles que porque no tienen el color verde en su cara dura eso no les permite infectar al personal.

Y es que la gente solo reacciona ante el miedo, no ante la reflexión sensata si no ve el peligro tocando su puerta.

Y que la Consejera Murga aparte de sus agudas y contundentes amenazas saque a la palestra fotografías que nos metan miedo. Mucho miedo, o se emitan programas como el de Informe Semanal en el que veíamos jóvenes con las terribles secuelas de haber superado malamente el coronavirus.

Lo mismo que Illa y Simón.

Es lo único eficaz para tanto borrego suelto. 

La carta que Noam Chomsky no contestará.

Domingo 23 de agosto de 2020


Ariadna García es una joven venezolana que ha vivido en carne propia 20 años de chavismo. Una que camina las calles de Caracas. Una más. Una que conoce las heridas de su gente.

Estos días hemos hecho gestiones en Euskadi para que venezolanos emigrantes puedan empadronarse. Les piden el pasaporte vigente, algo imposible de conseguir pues Maduro no renueva pasaportes. Es la pescadilla que se muerde la cola. Y necesitan empadronarse tanto como respirar para trabajar y ser un ciudadano vasco/a más. Mi aita y el grupo del PNV con el que llegó a Venezuela en 1939 entraron con el Igarobide, pasaporte del Gobierno Vasco no reconocido por nadie, salvo por Venezuela. Por eso me veo obligado a contar la historia de Ariadna, en momentos de apagón informativo. Me lo piden del Centro Vasco de Caracas. Es una carta que le envía a Noam Chomsky abanderado de tantas causas justas sabiendo  que este buen señor nunca le contestará. Este tipo de intelectuales está a otra bola. Solo critican una parte. Son hemipléjicos. Dice así.

 “Cuando  Hugo Chávez llegó al poder yo tenía ocho años. Recuerdo una cadena de televisión que escuché por accidente, en ella al militar que usted tanto admira Sr. Chomsky, decía a los Estados Unidos: “¡Y pusieron la plasta de mierda más grande!”. Desde mi tamaño diminuto, que no alcanzaba el televisor, quedé perpleja, tanto que esa frase se quedó registrada en mi cabeza, hasta hoy. Mi madre me enseñaba a no decir malas palabras, también me corregía cuando adoptaba la jerga de mi pueblo, en Yaracuy, donde muchas cosas se pronuncian de forma incorrecta. Jamás entendí cómo el presidente de un país hablara de esa manera. Allí comenzó mi primera decepción con la política.

En ese entonces (2000-2008) yo pertenecía a una agrupación de danza en el estado Yaracuy, al centro occidente de Venezuela, ésta se financiaba con fondos del Estado. La mayoría de las niñas que asistíamos a esa academia éramos pobres, no teníamos recursos para costear algo más allá de los pasajes. El grupo cubría los vestuarios, los zapatos, los traslados. Nosotras solo debíamos ser disciplinadas y entrenar. Ensayábamos mucho. En ese estado cada año se hacía una amplia programación cultural. Bailábamos en plazas, llegábamos a zonas rurales, hacíamos una competencia anual en marzo. Todo eso comenzó a desaparecer, cuando el chavismo tomó las riendas del estado.

Los fondos disminuyeron, la programación se apagó. La danza dejó de llegar a las zonas rurales con la salida de los opositores Eduardo Lapi y Víctor Moreno, quienes dejaron la gobernación y la alcaldía, respectivamente después  de una férrea persecución política en su contra. Tanto que el primero se vio obligado a exiliarse.

La cultura quedó rezagada de la agenda del gobierno, solo la ideología política les interesaba. Lo vimos cuando todo el transporte público se tiñó de rojo, el color de la revolución que usted defiende.

Ese fue el primer síntoma que desde mi comprensión de la política, me hizo ver que las cosas no marchaban bien y que a ese paso, los jóvenes terminaríamos viendo las películas que Chávez eligiera, los libros que Chávez eligiera, la música que Chávez eligiera. Lo que el gobierno permitiera. Uno donde no había espacio ni para la cultura, ni para la democracia.

La primera vez que supe de usted señor Chomsky fue en la universidad, cuando estudiaba Comunicación Social, y enloquecí  con sus teorías cognitivas, lo admiré tanto como a Ferdinand de Saussure. Su legado sobre lingüística era importantísimo, esa semana leí con mucha pasión y cada cosa que descubría era una aventura fascinante. Luego supe de usted por su amistad con Hugo Chávez y por la carta que le envió para interceder por la liberación de la jueza María Lourdes Afiuni, a quien Chávez  encarceló sin pruebas en su contra, lo que generó posteriormente que la abogada fuera abusada sexualmente en la cárcel, en reiteradas ocasiones. La jueza casi pierde la vida por una necrosis que se formó en su útero, tras el aborto que le provocó una de las violaciones. Su carta llegó tarde señor Chomsky, pero no tanto como la que escribe ahora junto a 70 intelectuales.

La misiva que usted compartió la semana pasada para rechazar la interferencia de EEUU en los asuntos de Venezuela, dice lo siguiente: “El Gobierno de los Estados Unidos debe dejar de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente en sus intentos de derrocar al gobierno de ese país. Resulta casi seguro que las acciones de la administración Trump y sus aliados regionales empeorarán la situación en Venezuela, lo que llevará a un sufrimiento humano innecesario, violencia e inestabilidad. (…) La polarización política de Venezuela no es nueva; el país ha estado dividido por mucho tiempo en términos raciales y socioeconómicos. Pero la polarización se ha profundizado en los últimos años”. De acuerdo Sr. Chomsky. Aquí no queremos intervenciones militares. Pero aquí en Venezuela la única intervención que tenemos es la cubana, no la norteamericana. Y, en todo caso, el reconocimiento de cincuenta democracias a Guaidó y no a Maduro.

Sobre ese texto señor Chomsky le contaré otras cosas que usted jamás sabrá, ni sentirá. La situación de Venezuela no creo que pueda empeorar todavía más. ¿”Sufrimiento”? sufrimiento es salir a las calles y ver niños desnutridos, sin hogar, sin escuelas donde aprendan de lingüística. Palpar la violencia, esa que Chávez sembró muy bien en la sociedad a través de su discurso. Sufrimiento es que la gente muera aquí o en otros países y que sus familiares no puedan darle el último adiós porque no tienen recursos para viajar. Sufrimiento es que en apenas cuatro días de protestas en 2019 se registraran 35 muertos, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Sufrimiento es que la policía política de Nicolás Maduro, irrumpa en los barrios con armas de guerra que apuntan a sus habitantes y los atemorizan.

Sufrimiento es dormir al son de las balas. Salir a la calle y no saber si regresarás a tu casa. Sufrimiento es ver cómo ancianos pasan horas en largas colas para cobrar una pensión que se les acabará en un día. Sufrimiento es escuchar a la vecina toser porque no tiene medicinas, ni siquiera un antialérgico. Sufrimiento es que todos tus vecinos en Yaracuy hayan bajado unos 15 kilos o más. Todos demacrados, angustiados, temerosos. Usted jamás sabrá lo que se siente salir a la calle y enfrentar el dolor de un país cuando miras a cualquiera a los ojos.

Usted no sabrá qué se siente que todos en una oficina coman solo arroz con lentejas, porque son los únicos alimentos a los que una parte de la población tiene acceso a precios subsidiados. Algún familiar o vecino te socorre con esos granos que compró baratos.

La solidaridad nos sostiene en este sistema de hambre y miseria que decidió Hugo Chávez para los venezolanos hace más de 20 años, cuando planeaba llegar al poder a la fuerza y derribar la democracia que se había retomado en los últimos 40 años.

Usted no sabe lo que siente un joven, cuando ve un araguaney frondoso (un árbol de flores amarillas) y le quiere tomar una fotografía, pero se priva de hacerlo por temor a que lo roben. Usted jamás sabrá lo que significa vivir 20 años con miedo.

Usted tampoco sabrá lo que duele ver los hospitales en la ruina, a las enfermeras y maestros salir a las calles y pelear por sus pacientes y salarios que les alcancen para vivir. Usted jamás hablará con una persona que padece cáncer y que le dice a las afueras de un hospital que ese lugar donde ella trabajó, no tiene ni calmantes para cuando pegan los dolores, usted jamás hablará con esa mujer, yo sí. Usted tampoco sabrá señor Chomsky que a principio de año varias personas perdieron la vida en el Hospital Universitario de Caracas por una falla eléctrica.

Tampoco escuchará que un bebé recién nacido murió en ese mismo hospital porque el ascensor estaba paralizado y cuando los camilleros subían los 10 pisos a toda velocidad, para salvar la vida del pequeño, se quedaron con él a medio camino. Usted tampoco sabrá que la crisis migratoria ha generado que cientos de venezolanas, de los cinco millones de emigrantes que han salido del país porque no pueden vivir, sean víctimas de trata de personas en los países vecinos. Usted no sabrá que una niña de cuatro años le pregunta a su madre todos los días cuándo  regresarán a Venezuela.

No hable de sufrimiento señor Chomsky, a usted no le interesa el sufrimiento de los venezolanos, ni tampoco lo conoce. Si lo supiera otra fuera su carta. A usted solo le importa su discurso antiimperialista y su retórica antitrump con la que se puede estar incluso de acuerdo. A usted le preocupa el rumbo de sus amigos de la revolución chavista. A usted solo le importa mantener su ideología, no le importan los niños, ni los jóvenes, no le importan las miles de víctimas mortales que van dejando estos 20 años.

Esos intelectuales del mundo que hoy alzan la voz, así como los políticos españoles que tanto opinan sobre Venezuela, insisten en desconocer la violación de DDHH que aquí se comete y a las víctimas. Aun cuando hay imágenes y testimonios que recorren el mundo, ustedes prefieren no creer, eligen virar la mirada.

Solo la solidaridad entre los venezolanos podrá mitigar el dolor que nosotros compartimos y que sí conocemos.