Jueves 9 de julio de 2020

En un electorado de menos de dos millones y pico, una pequeñez que va menguando de elección a elección y va a menos, no llega al veinte por ciento el sufragante adscrito a un partido político. La gran mayoría de los vascos son Independientes y pertenecen al llamado país nacional. No quiere decir que sus votaciones anteriores, su historia familiar y las campañas no le condiciones pero podríamos decir que ningún partido es dueño del voto de nadie. Hay que ganárselo.
Y si desde luego ha de ir a votar en base a debates encapsulados donde si tienes delante, como ha sucedido hoy, en Radio Euzkadi a un candidato como Iker mintiendo descaradamente e interrumpiendo todo el tiempo a Erkoreka manipulando la realidad, no queriendo abjurar de su sucio pasado, y haciendo gala de una prepotencia inusitada, el ciudadano no puede ver esto con satisfacción sino con desapego.
Este tipo de debates en los que no te aclaras de nada, echan para atrás. Y es que para jugar, tener juego y meter goles necesitas jugadores disciplinados, limpios y bien intencionados. Lo demás es muy frustante. Cuando el Lehendakari dice que no va a haber recortes y Maddalen Iriarte y Casanova dicen lo contrario, el espectador se queda confundido porque uno no miente y el otro sí. Y tú te tienes que fiar de la credibilidad de los emisores. Ocurrió con la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en relación con el comportamiento de Osakidetza que es clarísima y ETB te la manipuló, hecho que les ha servido a los de Bildu para machacar al PNV.
Esa mayoría silenciosa que no participa en la lucha política, que trabaja, estudia, produce, piensa y se preocupa del destino de Euzkadi, pero que no tiene un carnet de partido, es la que votará el domingo 12. En este vasto sector hay más de un tercio de electores, que siguen el curso de la campaña electoral, leen diarios, oyen la radio y ven con frecuencia la televisión. Euzkadi es un país moderno en sus medios de comunicación social aunque su televisión pública está muy condicionada por unos informativos de tendencia izquierdista. No hay causa marginal que no tenga espacios que para sí quisieran otros asuntos de enjundia.
Hasta el más primario baserritarra o arrantzale, que ya no quedan, en los más apartados rincones de Euzkadi, escucha las noticias y los programas políticos en sus móviles y transistores. Nuestra democracia representativa es conocida por su alto grado de participación popular. Los índices de abstención son relativamente bajos, en los resultados electorales. Ni en los Estados Unidos, ni en Gran Bretaña, ni en Francia, ni en Italia, ni en la España del año pasado el electorado se movilizan t de la misma manera en los procesos electorales y ejercen el derecho de sufragio como en Euzkadi. De ese hecho sociológico y político debemos estar algo satisfechos porque no es lo habitual. Aquí la elección delos distintos parlamentos, incluyendo el europeo es un plebiscito y a nadie se le ha ocurrido hasta ahora impugnar un resultado electoral por la presunta comisión de fraude y de irregularidades. Es el más relevante atributo social del sistema institucional vasco.
Es obvio que entre los millones de electores del país nacional exista un porcentaje de votantes indecisos. ¿Por qué siempre ha habido indecisos en nuestros procesos electorales?. Conozco el caso de algunos indecisos. Es una cuestión de psicología colectiva y de psicología personal. No todos vemos con claridad la perspectiva política. Hay indecisos porque no les satisface el sistema político o porque consideran imperfectas las campañas, las ofertas, la no discusión de los programas, la animadversión a los candidatos aunque no a la idea que defienden, o no les gusta el régimen de listas o planchas cerradas o no quieren verse arrastradas por la propaganda de los partidos
Es el caso también del aldeando, que citaba Unamuno en tiempos de la República española, que manda en su libre albedrio y quiere ir contra la corriente. Además, en la sociología lvasca el individualismo es una altiva herencia de otras luchas de una idiosincrasia particular. No voto porque no me da la gana. Hay que colocar al indeciso en ese vasto sector de electores que se deciden a última hora, después de un minucioso análisis de la realidad del país y de las diversas alternativas políticas.
Pero no para insultarlo, como acaba de hacerlo la candidata de Elkarrekin Podemos diciendo que no hay derecho que un país de izquierdas vote un gobierno de derechas. No deja de ser una frase propia de una cabeza vacía, pero repetida varias veces en televisión quizás haga duda a alguien al que la rotundidad de la señora puede epatar. Fue una apreciación ligera y peyorativa de Gorrotxategi con respecto a las personas que no han querido expresar en las encuestas por quién van a votar. Es como un severo reproche al portador del secreto del voto, que es una garantía constitucional; y es también una calificación despectiva de un importante sector electoral que no milita en partidos, ni participa activamente en la política, pero que vota como un buen ciudadano.
La experiencia democrática enseña —a través de nuestros procesos electorales desde 1977— que el indeciso vota por el mejor candidato, por el aspirante presidencial que merece mayor confianza, por el líder que otorga mayores garantías de estabilidad, desarrollo y progreso. No vota por agradecimiento sino busca seguridad, futuro, seriedad y a veces vota esperanzado ante unas promesas que las considera posibles de ejecutar.
El triunfalismo de Bildu ha llevado a su candidata a desdeñar e insultar a los Indecisos. Mientras Urkullu y Ortuzar tratan de convencer a los indecisos atrayéndolos con argumentos con razones válidas; mientras Urkullu lo respeta en un fuero interno y le despierta motivaciones importantes, las candidatas de Bildu, Podemos y el del PP no lo toman en cuenta y se dirigen a ellos como si fueran parvulitos. El indeciso es tan importante que su voto va a decidir los comicios del próximo 12 de julio. El indeciso votará por el EAJ-PNV en alta proporción porque no quiere un cambio político incierto, radical y tenebroso porque no quiere ver gentes sin experiencia tratando de experimentar y jugar con fuego cuando la situación económica es la que es. Su fracaso estratégico de los años de la salida de la dictadura a la democracia nos dice que siguen sin ser creíbles ni como gestores ni como políticos. La gente anhela ver normalizada la economía y el empleo, a través de un régimen serio y responsable, encabezado por un gobierno de coalición como el que hemos tenido pero con mayoría absoluta.

