Miércoles 26 de febrero de 2020
Pero es de lo que hay
que hablar, mal que les pese.
Quien haya escuchado al Coordinador General de Bildu Arnaldo Otegi en su
entrevista este miércoles en radio Euzkadi, pensaría que era una persona presta
a salir hacia Suecia a recibir el Premio Nobel de la Paz, o al Tibet a predicar
la paz universal con el Dalai Lama o al Vaticano a salir al balcón a dar la
bendición Urbi et Orbi.
Su argumentación contra la política de la bici estática, la falta de
controles, lo mal que está todo, la superación de lo que él considera el centro
derecha vasco y sobre todo ese mantra de que hay que mirar al futuro y no
hurgar en el pasado se daba de bruces con lo que sucedió poco tiempo después en
la presentación de un libro donde el Lehendakari, Iñigo Urkullu, ha
realizado un reconocimiento a «la resistencia democrática» del empresariado
vasco ante los años vividos en Euzkadi de violencia de ETA y ha destacado
«la injusticia y el sufrimiento cruel e inhumano» que sufrió este
colectivo, con la extorsión y la «amenaza de muerte indefinida».
Además, ha asegurado que la banda, de la que formó parte Otegi, y quienes
consideraron «lícito» el terrorismo, en alusión a la izquierda
abertzale, tienen «una enorme deuda con el pasado» y deben reconocer
«el mal causado» injustamente. En este sentido, ha afirmado que estos
«crímenes se ampararon en una estructura ideológica perversa que consideró
que matar, atacar o extorsionar a un semejante era un medio legítimo para
obtener fines políticos».
Urkullu ha escrito el prólogo del libro «Los empresarios y ETA, una
historia no contada», presentado este miércoles en Bilbao por el
presidente de Petronor -compañía que ha editado la publicación-, Emiliano López
Atxurra, persona que viene de EE, el profesor y abogado Juanjo Álvarez, y el
director de relaciones institucionales y comunicación de Petronor, José Ignacio
Zudaire.
En su texto, el presidente del Gobierno vasco considera que este volumen es
«una pieza necesaria en la construcción de una memoria crítica de lo
padecido» en Euzkadi como consecuencia del terrorismo.
«Mirando al pasado, recordamos lo que no debe volver a ocurrir y,
desde ese punto de vista, pensamos principalmente en las víctimas»,
apunta, para indicar que en esta publicación este reconocimiento se dirige, en
particular, a los damnificados por el chantaje y la extorsión a empresarios y
directivos de empresas.
Iñigo Urkullu recuerda que, durante décadas, ETA «asesinó, hirió,
amenazó, extorsionó, secuestro, acosó, y lo hizo contra distintos
colectivos», entre ellos los empresarios. «No hablamos de una
entelequia, sino de historias reales de sufrimiento profundo y prolongado que
afectaron a personas de carne y hueso, y a sus familias», asegura.
A su juicio, «este recordatorio es solamente el reflejo de un hecho
objetivo que no tiene valor suficiente, si no va acompañado de una valoración
crítica de lo que supuso». «Nunca nadie debió ser asesinado, herido,
secuestrado, extorsionado ni acosado. No hay justificación, fue radicalmente
injusto», añade.
El Lehendakari subraya que «se trata de crímenes que se ampararon en
una estructura ideológica perversa que consideró que matar, atacar o
extorsionar a un semejante era un medio legítimo para obtener fines
políticos».
«El terrorismo, la violencia y las vulneraciones de derechos humanos
fueron posibles porque grupos y personas consideraron que la defensa de una
convicción tenía más valor que la dignidad humana. En el futuro, nunca más, ni
una causa política o razón partidaria, ni ninguna otra certeza deben situarse,
como si fueran un valor absoluto, por encima del valor de los derechos humanos,
la persona y la vida», manifiesta.
Por ello, remarca que «sus autores, y quienes consideraron que esto
era lícito, tienen una deuda política: reconocer la injusticia provocada».
«El mal causado se extiende a toda la sociedad, pero se concentra en el
sufrimiento inmenso, radical e irreversible causado a las víctimas y a sus
familias», indica.
En esta línea, recuerda «el daño injusto» a los empresarios,
sometidos al denominado ‘impuesto revolucionario’, a través de misivas en las
que se les extorsionaba. «El sufrimiento que provocaron aquellas cartas
con el sello de ETA que, a lo largo de los años, recibieron varios miles de
empresarios fue específico y especialmente cruel e inhumano», manifiesta.
¿Alguien se extraña de que Otegi no quiera ni oir hablar de estas cosas que
considera viejas y superadas, considere que Urkullu está amortizado y que ellos
son el futuro?.