La sociedad vasca ante el terrorismo: Una exposición tendenciosa

Viernes 3 de enero de 2020

La exposición sobre la reacción social vasca ante el terrorismo ha recorrido las tres capitales de la CAV. En Donostia, se ubicó en el Palacio de Justicia. La muestra de imágenes y documentos ha pretendido crear, según sus responsables, una fotografía de la evolución contradictoria que habría seguido la sociedad vasca a lo largo del tiempo que ha durado el terrorismo.

Sensación agridulce.

Tras examinar con atención el conjunto de paneles que conforman la muestra, a algunos de los que la visitamos nos ha quedado una sensación agridulce. La lectura de los comentarios que acompañan el conjunto expuesto nos ha producido una impresión de parcialidad, como de que se quiere marcar (sin suficiente evidencia razonable) un alto nivel de afinidad entre sociedad vasca y terrorismo que habría estado vigente al menos durante un periodo importante.

Sin embargo, también hay que valorar que la exposición recupera imágenes que demuestran que, junto a los sectores de la sociedad vasca que han respaldado distintas modalidades de violencia contra las personas, ha habido siempre un pronunciamiento mayoritario contra los terrorismos, articulado a partir de convocatorias realizadas por colectivos de trabajadores, partidos políticos o sociedad civil. El panel inicial de la exposición, que recoge la opinión de la sociedad vasca, resalta precisamente que ha sido esta constante movilización social el factor decisivo en el final del terrorismo de ETA, factor que sin duda ha influido determinantemente en el abandono de la violencia por parte de la izquierda abertzale.

Instituciones públicas y movilización ciudadana

La exposición examina a la sociedad vasca en función de su disposición a la acción colectiva en la calle. Es una visión reduccionista de lo social, porque la sociedad se ha tenido que desempeñar frente al terrorismo y sus reflejos en todos los ámbitos, privados y públicos, en los que se desarrolla la vida social. De principio, aceptaremos este marco de análisis. Recordamos que esta es una movilización social a la que ha apelado el Estado, cuando se ha visto incapaz de utilizar con éxito la fuerza coactiva que le correspondía activar contra las violencias que cuestionaban su legitimidad y que estaban vulnerando las libertades fundamentales de sus ciudadanos. En ese marco es en el que el Estado acudió a la ciudadanía para que respaldara las políticas públicas que buscaban acabar con el terrorismo.

Un comentario al margen. Ahora estaríamos hablando del tiempo de democracia, porque la dictadura respondía a otro patrón. El Estado franquista representó la fuente original de violencia, institucionalizada a través del triunfo de la guerra y el terror subsiguiente. No es innecesario recordarlo. Un Estado de naturaleza violenta, por lo tanto, que carecía de toda credibilidad para instar a la reacción social contra la violencia política que enfrentaban sus fuerzas de seguridad. No obstante, ha de decirse que esto no convierte per se en legítima la violencia de los grupos que le desafiaban. La ETA que comienza a matar no puede atribuirse, desde luego, esa condición de legitimidad por contradicción con la ilegitimidad del régimen al que combatía.

Volvamos al hilo. El Estado, las instituciones públicas, pueden instar a la movilización ciudadana desde una posición de crédito social. En este caso, es difícil sostener que lo hizo en condiciones que susciten la suficiente confianza cívica. El fracaso en hacer efectivo el monopolio legal de la fuerza no fue precisamente aleccionador para producir una rebelión cívica contra ETA. A menudo, se acusa a la opinión pública vasca de haber sido mayoritariamente partidaria del diálogo para el fin del terrorismo. Cierto. Pero, no hay que olvidar ha sido el propio Estado el que ha impulsado iniciativas relevantes en esa misma línea, reconociendo expresamente a ETA como interlocutor. Pues bien, en la muestra exhibida en el Palacio de Justicia donostiarra se critica con razón el Pacto de Lizarra, aunque comprometiera menos al Estado democrático que las negociaciones que Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Zapatero mantuvieron con la organización terrorista ETA, acontecimientos totalmente ausentes de mención en los paneles expuestos.

Sociedad vasca y liderazgo político.

Se ha criticado reiteradamente que los representantes vascos se refirieran a ETA en las negociaciones sobre los contenidos del Estatuto. Ciertamente, ETA estaba actuando con una intensidad terrorífica. La necesidad de garantizar la seguridad pública era, junto con la crisis económica y la reactivación cultural, uno de los objetivos principales del autogobierno vasco. No es anormal que se requirieran competencias para liderar desde las instituciones vascas un proceso de normalización política, que conllevaría la pacificación. Visto el descrédito de las FSE, se demandaba además una policía vasca capaz de concitar la legitimación social necesaria para contribuir al cese de la violencia. Visto desde ahora, en el panel que abre la exposición se refleja la valoración social que obtiene la Ertzaintza respecto del cumplimiento de esta función. La sociedad vasca opina que ha sido la fuerza pública más eficaz.

El eslogan que mejor podría reflejar esta voluntad de las fuerzas vascas de implicarse en la pacificación fue el de ‘Euskadi libre y en paz’, que lució en la cabecera de la primera gran manifestación multitudinaria contra el terrorismo, celebrada en octubre de 1978. El menosprecio con el que los promotores de la exposición tratan esta movilización únicamente es explicable desde el sesgo ideológico.

A pesar de haber sido expresamente demandado por el Parlamento vasco, los responsables políticos del gobierno español rechazaron toda posibilidad de que hubiera liderazgo vasco en materia de pacificación hasta el año 1987. Craso error que debilitó la unión política vasca y consecuentemente la reacción social. Con el pacto de Ajuria-enea en marcha (1988) pudieron verse las mayores movilizaciones populares de la historia del país. Pero, los compromisos que con este pacto contraía el Estado fueron sistemáticamente incumplidos. En esas estábamos cuando vino el pacto de Lizarra. ¿Dividió Lizarra el país? Sí, desde luego. Creó un ambiente propicio para ello. Pero, el Pacto Antiterrorista entre PP y PSOE que le siguió (2002) estigmatizó al nacionalismo político que rechazaba la violencia y con ello también desconsideró a una gran parte de la sociedad vasca. Y esta situación afectó las relaciones entre las fuerzas vascas hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI.

Con todo esto, podemos preguntarnos: ¿es posible analizar el comportamiento ‘contradictorio’ de la sociedad vasca ante el terrorismo sin tomar en cuenta todos los aspectos político-institucionales, igualmente ‘contradictorios’, que presenta el problema?

Protagonismo de la sociedad civil.

Es innegable que, durante la época de Ajuria-enea, el liderazgo político se mostró muy efectivo en la movilización social. No hubiera sido tan efectivo sin la implicación de la militancia local de los partidos políticos. Pero, la participación de la sociedad civil fue imprescindible para lograr concentrar a miles de personas en la calle.

Esta sociedad civil se empezó a organizar durante el bloqueo político de los 80, a partir de “un complejo y desarticulado caldo de cultivo sociocultural” (Imanol Zubero). Una de las acciones más relevantes surgió de la revista nacionalista Muga que logró reunir a las máximas autoridades de la cultura vasca en un contundente manifiesto contra la violencia (1980). Del humus creado por esta y otras iniciativas brotó Gesto por la Paz, organización posicionada en el ámbito ético, que hasta su disolución fue la principal impulsora de la dinámica social por la paz. No nos parece que la exposición se subraye suficientemente esta labor.

Durante años, Gesto por la paz ha sido la genuina representante de la sociedad vasca en cada una de sus acciones, con una extensión reticular por todo el país y una gran capacidad de generar respuestas inmediatas ante acciones terroristas. El liderazgo político vasco no hubiera podido garantizar la asistencia masiva a sus actos si no hubiera contado con lo sembrado por Gesto por la paz o si para extender sus convocatorias no hubiera podido valerse de la ubicuidad y el potencial comunicativo de este colectivo.

Resistencias cotidianas.

Como hemos anticipado antes, tratar de enjuiciar el comportamiento de la sociedad vasca ante el terrorismo limitando el análisis a los movimientos de multitudes en la calle es un error garrafal. Esos acontecimientos nunca mueven a la mayoría numérica de una sociedad, aunque en muchos casos sí pueda sentirse representada en ellos.

La selección de las imágenes y documentos de la exposición, más el añadido de los comentarios, ya presenta el problema del sesgo. Si a esto se añade que ese juicio se quiere hacer dejando al margen el análisis de los puntos de contacto social y lucha en los espacios primordiales de vida de los vascos, en los encuentros cara a cara y en la resolución de las necesidades cotidianas, lo único que podemos obtener es una imagen muy distorsionada de la realidad.

Más allá de la grandiosidad de los acontecimientos de masas, mucha gente se ha defendido de la agresión totalitaria en los pequeños ámbitos de la vida diaria, en los que la preservación de la libertad es esencial. Los folletos, los carteles y las pegatinas recogidos en la muestra, si no se advierte del marco limitado en el que se encuadran, no nos acercan a la verdad, más bien nos alejan de ella.

Una nota final.

La expresión sociológica más potente que se produce en el ámbito de lo político son las elecciones. Desde las de 1977, la mayoría electoral vasca siempre se ha posicionado por fuerzas políticas que han rechazado el terrorismo con absoluta claridad. Por eso, la insinuación de los responsables de la exposición de que la sociedad vasca integró con naturalidad las situaciones que provocaba el terrorismo es totalmente inaceptable.

Imanol Lizarralde – Joxan Rekondo

¿Tan débil es España que está a punto de romperse?

Jueves 2 de enero de 2020

Permítanme asomarme a la situación que se está viviendo con una serie de observaciones.

* Hoy he coincidido con Arnaldo Otegi en Radio Euzkadi. Dani Álvarez le ha hecho una entrevista. Los señores de Bildu han descubierto que ir a Madrid al Congreso es bueno para su causa. Bienvenidos a casa, aunque les parezca la negociación del PNV, vieja y con cosas del pasado. A posibilidad de “abrir cauces para las selecciones vascas”, algo intocable, lo ha despachado diciendo que en San Mamés se van a jugar partidos de la Selección española en la Eurocopa. Como si todo el deporte fuera el fútbol y no por ejemplo, la pelota vasca.

Al desarrollo íntegro del estatuto de Gernika,”el mismo regalo de Reyes con distinto papel, algo dejá vu”. Lo de “atender sentimientos nacionales de pertenencia” es una bagatela así como “adecuar la estructura del estado al reconocimiento de las identidades nacionales”, pura calderilla. Y todo esto para tratar de encauzar “el contencioso con Catalunya”. Lo de la protección del Concierto, propio de la derecha vasca.

Y sin embargo, ellos son los salvadores de la patria, aunque lo único que les preocupa es su ombligo. De la reunión a cara de palo con el PSOE sabemos que la situación de sus presos es lo único que les mueve en su abstención y abordar la cuestión social, pero sin decir cómo.

* Otra cosa que llama la atención es el discurso apocalíptico de la derecha española, a la que acaba de llegar esa falsa “progre” llamada Rosa Diez que compara a los alemanes que vivían en Auswitch y olían el humor delos crematorios con los que ahora no dicen nada de los pactos de Sánchez o ese gran demócrata y humanista concejal del PP de Cáceres que además de llamarle felón a Sánchez, lo quiere ver colgado por los pies como le guindaron a Mussolini.

Y es que están con su brunete mediática y judicial diciendo a todas horas que se va a romper España. Y uno ingenuamente, se pregunta: ¿es tan débil?. ¿Necesita las bayonetas en lugar del plebiscito permanente que es la emoción nacional para que siga existiendo?. ¿Qué queda de aquello que Ortega decía que España debía ser un proyecto sugestivo de vida en común?. Parece que nada. Solo el discurso del odio, y la cabalgata de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis porque saben que cuando, tras la investidura, se empiece a hablar de cosas concretas, se les acabó la monserga barata de la ruptura de su España. Nos vendrán con que llega el comunismo, sin darse cuenta que si se forma gobierno, como mucho será un gobierno socialdemócrata. Pero hay que sacudir el espantajo. Y seguir haciendo el ridículo

* Pedro Sánchez, para darle credibilidad a lo que está haciendo debería mandarle a su asesor Ivan Redondo de vacaciones permanentes. Su consejo de no formar gobierno en julio para no pactar con los separatistas y comunistas y unas nuevas elecciones dieron como resultado 52 diputados de Vox, la sentencia contra los protagonistas del Procés que han hecho la negociación con ERC algo muy difícil, y la caída de las máscaras de un PP que siempre había sido un partido como V0X,algo más mesurado. Y se lució Redondo y se lució Sánchez. ¿No quieres taza?. Pues taza y media. Vaya vista de lince del personaje. Y el tipo seguirá haciendo el ridículo.

* La actitud de Junts X Catalunya no deja de ser incomprensible viniendo de donde vienen, es decir de ser aquella Convergencia de 18 diputados y ahora en el Grupo Mixto, aunque subida a la parra. El no por el no, el todo o la nada, el cuanto peor mejor. Bien es verdad que Europa les está dando la razón judicialmente hablando pero me da que han perdido el Norte. Y es una lástima pues a nada que sintonicen su acción con ERC, se llevan el gato al agua y no solo el gato sino la cesta.

* De esta situación siempre se saca algo bueno. En este caso la desaparición de Ciudadanos. Perdieron de una tacada en las últimas elecciones cincuenta diputados y la Sra. Arrimadas sigue como una plañidera diciendo que viene el lobo, en lugar de acomodarse ante la nueva situación y tratar de hacer algo de política. Su desaparición será una buena noticia. No hay mal que por bien no venga.

* Oirle al presidente andaluz en su mensaje de navidad hablar de no admitir privilegios de un territorio sobre otros, tiene su cosa. ¿Se referiría al privilegio del PER?. ¿Y lo de los Eres?.

* El problema medular que tiene España es que a pesar del proceso autonómico iniciado con la Constitución siguen centralizándolo todo en Madrid. Madrid es España, una ciudad estado con masa crítica, ministerios, museos, industria, oasis fiscal, ejército, aeropuerto, y las mil competencias que chupa por ser la capital de un estado que lo duplica todo. Y, encima, se demuestra que la judicatura española era todo menos europea y que no se habían enterado que las decisiones judiciales europeas requieren ser acatadas pues son vinculantes, y todo proceso requiere unas garantías que en España no se tienen.

* No me digan que las declaraciones del jefazo de UPN, Javier Esparza en contra del PNV por negociar y plasmar la transferencia de tráfico a Navarra no son de un político muy lerdo. UPN nació en 1978 con Aizpún pero el PNV ya hacía política cuando en 1894 Sabino Arana fue a Castejón a recibir a los diputados navarros que lucharon contra el ministro de Hacienda Gamazo. Tampoco debe saber que el PNV forma parte de Geroa Bai, opción política de la ex presidenta Uxue Barkos. Increíble esa descalificación. Es como decir que el PP no puede hacer política en Euzkadi porque solo tiene una diputada o que Jaime Ignacio del Burgo no podía ser miembro de la ponencia de autogobierno por ser navarro.

* Finalmente. Es inconcebible que la Junta Electoral Central se convierta en un tercer Tribunal con opción de inhabilitar al presidente Quim Torra a cuenta de los lazos amarillos. Para estos inquisidores tiene más importancia un lazo que la voluntad popular y que una promesa grandilocuente en un acto con trompetas que la propia elección de eurodiputado.

Es lo que hay. España es así, Sra. Baronesa.

El musiú que yo conocí

Miércoles 1 de enero de 2020

A comienzos de la última Guerra Mundial se encontraban en Francia millares de exilados vascos, deseosos en su inmensa mayoría de trasladarse a los países libres de América. Acababan de padecer el desastre de una guerra y buscaban la paz y la tranquilidad necesaria para rehacer sus vidas en estas tierras hospitalarias.

Las naciones más solicitadas eran Venezuela, México, Argentina y Chile. La primera tenía un representante con poderes omnímodos, con residencia en Burdeos, apellidado Guzmán; pero tal señor no se ocupaba debidamente de los emigrantes que deseaban trasladarse a su patria; es más, ponía toda clase de inconvenientes a la mayoría, por lo que Venezuela perdió la gran oportunidad de llevarse la mejor parte de los exilados en calidad y cantidad; lo motejaron de «Guzmán el Malo» por sus arbitrariedades y desatención en su importante misión. Enterado al Gobierno de Venezuela de su conducta, lo destituyó.

México, Argentina y Chile, aprovecharon las dificultades que ponía Venezuela, para ellas, por el contrario, dar mayores facilidades, causa por la cual un gran contingente se fue para dichos países; no obstante, un crecido numero de exilados «encontraron un agujero» para poder trasladarse a Venezuela sin necesidad del permiso de «Guzmán el Malo» y lo aprovecharon.

El Benefactor, Rafael Leónidas Trujillo, a nadie ponía impedimentos para trasladarse a Santo Domingo, siempre que «aflojase» en la embajada de París o en el consulado de Burdeos, sus 65$, extendiéndoseles incluso los certificados de salud, vacunaciones, esto sin ser reconocidos previamente. A Trujillo le importaba poco ni mucho el que entre los emigrantes fuese algún que otro comunista, porque lo que ambicionaba era la «plata». Sabía que nadie se atrevería a criticarlo, salvo aquel que desease desaparecer misteriosamente.

Embarcaron en Burdeos en el ¿trasatlántico? «La Salle», alrededor de unos 2.000, entre emigrantes y pasajeros que iban a las Colonias francesas del Caribe. Los emigrantes sólo podían sacar «pasaje de bodega», para lo que estaba acondicionado el barcarón a objeto de trasladar las tropas senegalesas a la Metrópoli.

Salieron de dicho puerto el 2 de diciembre de 1939, formando convoy con otros dos trasatlánticos que se dirigían a la Argentina y Madagascar, el «Liberté» y el «Jeanne d’Arc». Fueron custodiados por la aviación francesa hasta el atardecer del mismo día, en que ordenaron regresar a puerto por observar que los submarinos alemanes se hallaban al acecho y podían torpedear el convoy por la noche; salieron nuevamente al día siguiente, esta vez escoltados por un destructor de alta mar provisto de cargas de profundidad, en previsión de un ataque submarino, y por la aviación, siguiendo así hasta el Cabo Finisterre, donde abandonaron la protección, continuando el convoy rumbo a Casablanca. En este puerto, después de aprovisionarse, salieron los tres buques, el día 8 de diciembre, cada cual para su destino definitivo. El «La Salle», a la buena de Dios, debería atravesar la zona peligrosa del Atlántico, donde pululaban los submarinos alemanes.

Llegaron a Santo Domingo el día de Navidad para alegría de los bodegueros, alojándose en pensiones de mala muerte, advirtiéndoseles en todas ellas que se abstuvieran de criticar al Benemérito si deseaban no ser pasto de los tiburones.

La entrada a Venezuela, como emigrantes espontáneos, les fue concedida por el encargado de Negocios Dr. Horacio Blanco Fombona, quien les atendió a todos deferentemente.

Salieron de Ciudad Trujillo en el transcaribe «Rafael Leónidas Trujillo» el día 5 de enero de 1940. Los camarotes de primera y segunda clase iban atiborrados de «mariposas» dominicanas, que se trasladaban a Curazao a buscarse el «modus vivendi». A la compañía naviera «Dios y Trujillo» poco le importaba lo inmoral y pecaminoso del negocio, pero sí las pingües ganancias que le reportaba. De esta manera llegaron a Curazao, donde permanecieron un día siendo agasajados por el dueño del restaurante «Casanova», quien les obsequió con un suculento banquete, rociado con las mejores bebidas, para salir al poco para La Guaira, con pasaje de cubierta corrida, en el barco holandés «Cottica», allí pasaron la noche acostados sobre los cuarteles de las bodegas. Al llegar de madrugada frente al puerto, tuvieron una terrible desilusión al ver la inmensa ranchería que la cubría todo. Confiando en poder cambiar de opinión al llegar a Caracas, tomaron los carros por puestos que los conducirían a la capital, después de recorrer la tortuosa carretera con sus 365 vueltas.

La impresión no fue mejor, pero lo que sí les entusiasmó fue el comprobar que respiraban una atmósfera de libertad y tranquilidad, hecho por el cual se sintieron felices. Es bien cierto el hecho que ¡no se sabe lo que vale la libertad hasta que se pierde!.

En Caracas los alojaron en una pensión que pomposamente se llamaba «City Hotel». A los 16, que era el número de personas de que constaba el grupo, los ubicaron en una gran lonja o salón donde colocaron igual número de camastros de extensión, haciendo de sábanas y cobijas las gabardinas y abrigos que cada quien llevaba. Entre la incomodidad de las literas y el acoso de los mosquitos nadie podía conciliar el sueño, hasta que, derrengados por tanta lucha, amanecía; además se alarmaron todos, menos uno que deambuló antaño por el Perú, al ver que grandes cucarachones volaban de extremo a extremo del bodegón, en plan de pájaros: ¡quién lo iba a sospechar!.

A causa de la nefasta propaganda, los exilados eran considerados como gentuza, capaces de comerse los niños crudos, por lo que los industriales, comerciantes y la burguesía en general los rechazaban; todos los esfuerzos les resultaban vanos ante el concepto deplorable que los dueños de negocios les tenían. De nada les servían sus argumentos de que eran personas capaces y honradas, como después los hechos lo han demostrado, tuvieron, pues, que deambular por plazas y calles vendiendo lo que podían. Resolvieron a poco ¿fundar una República?, en la que cada quien tendría una misión en función de sus actividades, aportando al «Banco de Refugiado» las ganancias provenientes de cada jornada; nombraron Presidente del «Instituto Autónomo» al más capaz ya que un sacerdote le había entregado en Francia 9.000$, con la consigna ya me lo pagarás cuando puedas y que Dios te ampare.

Así organizados, uno de los inmigrantes se dedicó a la venta de perfumes, esencias y potingues de belleza, por lo que fue nombrado Ministro de Colonias; otro comenzó a vender medias para señoras, sostenes, pantaletas, etc., y se le designó como Ministro de Comercio; otro propuso comenzar la construcción «en terrenos de nadie», primeramente Ranchos, después Quintas y, finalmente Rascacielos, por lo que se le nombró Ministro de Obras Públicas; al «peruano», por notar que al amanecer abría sigilosamente una ventana y musitaba algo al Sol le nombraron Ministro de Justicia y Culto; otro que dominaba varios idiomas y era de carrera diplomática, se dedicó a escribir, noche y día, a cuantas empresas existían desde el Canadá hasta la Argentina (sin que jamás nadie le contestara), se le otorgó el título de Ministro de Relaciones Exteriores; el Médico, por unanimidad, fue proclamado Ministro de Sanidad y Asistencia Social, con la obligación de asistir a todos sin cobrar «locha»; un Licenciado Geólogo, ocupó la cartera de Agricultura y Cría; uno de los Marines fue nombrado Ministro del Ramo; un Militar, Ministro de Guerra, etc, y el «Musiú que yo conocí» le nombraron Ministro de Hacienda por haber vislumbrado la fórmula mágica de hacerlos, rápidamente millonarios.

El Presidente asignó a cada Consejero el sueldo mensual de Bs.100. Con dicha cantidad deberían cubrir todos sus gastos, así enumerados: una locha para cambures, como desayuno; un bolívar para el almuerzo y otro para la cena, que suministraba el Comedor Popular de la Plaza España, y un bolívar para el alojamiento del hotel; el resto para vicios (Bs.6,25); ¡ah! Con el compromiso formal de reintegrar los sueldos en cuanto hallaran colocación, para devolver al filántropo Sacerdote sus reales que tanto nos beneficiaban.

La fórmula salvadora que descubrió «el Musiú que yo conocí» para hacerles ricos a sus compañeros de Gabinete, fue de lo más sencilla.

Estando sesteando por las tardes, porque nada tenía que hacer, advirtió que los vendedores de Lotería pregonaban la venta de sus billetes a las 2 y terminaban hacia las 3 de la tarde; un día se le ocurrió tomar nota de los números que vociferaban por la calle y «chequearlos» luego en la Lista que por las noches publicaban; y … cuál no sería su sorpresa al comprobar que dos de los números anotados se hallaban premiados; como los sorteos eran radiados, se le ocurrió de inmediato «el negocio en cuestión»; no obstante, guardó el secreto hasta el día siguiente para comprobar si el «chance» se repetía. Ya sobre seguro, confidenció el hallazgo al Ministro da Relaciones Exteriores y al de Colonias, por ser el primero amigo de antaño y hacer de Secretario el segundo, que le «jalaba mecate» por si le salía al Jefe algún estupendo negocio; con algunos bolívares conseguidos durante la semana, alquilaron un cuartucho en el edificio Alcázar (después Hotel), y compraron a plazos un pequeño aparato de radio, y al contado 3 bloques de papel y 3 lápices. En estos bloques pusieron una serie da columnas para decenas, centenas, millares, etc., a objeto de facilitar la marcha de los sorteos; el primer día, todo nerviosos, esperaron a que salieran los 3 primeros premios y gran parte del sorteo, saliendo inmediatamente, en volandas, a la calle «a probar fortuna»; cuando al cabo de más de dos horas largas, el «Musiú que yo conocí», todo extenuado de caminar por plazas, calles y paseos, se acercaba a la «Oficina» sin ningún resultado positivo, oyó cómo cantaban el número premiado con el Gordo; todo emocionado, voló al principio y se acercó después lentamente haciéndose el distraído, hasta cerca del vendedor, cotejando sus billetes; al comprobar que 18 quinticos que le quedaban eran los afortunados, se los compró; al momento se apoderó del «Musiú que yo conocí» tal ansiedad, que no pudiendo resistir la emoción se metió en la Catedral, y ante al temor de un desvanecimiento se sentó en un banco; estaba aterrado como si hubiese cometido un crimen; su moral no le permitía la comisión de semejante delito y temblaba sin querer; poco a poco trató de serenarse y hasta de justificarse ante sí, culpando a la necesidad que le obligaba a ello, llegando por razonamientos sucesivos a mitigar sus escrúpulos; una vez repuesto, salió del templo, no sin antes haber rezado un Padre Nuestro en acción de gracias por el hallazgo, y se dirigía a su «Despacho», en donde les daría el notición a sus consocios.

Efectivamente, allí los encontró todo abatidos y fatigados, sin pensar en la «buena nueva» que les esperaba; al enterarles el «Musiú que yo conocí» del éxito, le abrazaron hasta estrujarlo, viendo en él la salvación que les libraba para siempre de tantas privaciones y necesidades. El Ministro de Colonias le arrebató de las manos el billetico y lo besó con furia, hasta mojarlo peligrosamente, entregándoselo, después de comerse los números con la mirada, al Ministro de Relaciones Exteriores; éste, hombre ecuánime, chequeó el billete con la lista y al poco comenzó a palidecer ante la alarma de los socios, que lo auscultaban ansiosamente; al rato y con voz ronca, dijo secamente: ¡los números interiores están invertidos respecto al número premiado!

No obstante, el «Musiú que yo conocí» argumentó que estaba premiado con reintegro y que el «filón» estaba descubierto. Sin embargo, los fracasos se sucedieron de sorteo en sorteo, por lo que tuvieron que pensar en otra cosa. Y así lo hicieron.

Pedro de Loyola