Las quince visitas de Franco a Cataluña

Viernes 11 de enero de 2012

La Tempestad. Barcelona, 2002

En la tradición literaria y cultural española, «la fea burguesía», según la motejara Miguel Espinosa, parece una especie social e histórica confinada en Madrid y sus aledaños. A la burguesía catalana, y más concretamente la barcelonesa, ese adjetivo de «fea» se diría que no le conviene tanto, dado que, si bien dicha burguesía ha sido objeto -en igual o superior medida que la madrileña- de severas impugnaciones, aun en la más bochornosa de las circunstancias consi­gue lucir una suerte de glamour que, por mucho que se juzgue indicio de la más irritante bobería, cuando no agravante de una bellaquería redomada, tienen por efecto procurarle un cierto encanto.

Que así sea obedece a muy variadas razones, entre las que debe contarse, muy en primer lugar, la de haber sido vástagos de esa misma burguesía los que más obstinadamente la han impugnado, en una siempre agridulce ostentación de desafecto. También interviene el hecho de haber suscitado la burguesía barcelonesa, a diferencia de la madrileña, una mitología propia, apuntalada, por un lado, en la épica gansteril del advenedizo y, por el otro, en la perspectiva libidinosa y falaz del xarnego (baste pensar aquí en las obras de Eduardo Mendoza y de Juan Marsé). Por no hablar del énfasis modernista y pretendidamente cosmopolita de Barcelona misma, y de su siempre favorecedora distancia del poder cen­tral; todo lo cual, sumado a la naturaleza congénitamente melindrosa y oportunista del nacio­nalismo liberal, y a esa aptitud para nadar guardando la ropa que se conoce por seny, parece envolver a la burguesía catalana en un escurridizo satén.

El caso es que, del abundante caudal de literatura más o menos crítica con los comportamientos de la burguesía catalana durante y después del franquismo (Momentos decisivos, la última novela de Félix de Azúa, se contaría entre las muestras más recientes), no acaba de desprenderse una descalificación neta e incordiantemente comprometedora, y parece ser el empeño de enderezarla lo que animó a Javier Pérez Andújar (Barcelona, 1965) a documentarse para es­cribir Catalanes todos.

El envoltorio del libro no puede ser más prometedor, comenzando por el título mismo y esa fotografía del Caudillo besando a la Moreneta que ilustra la cubierta. El texto de la contracubierta señala cómo el subtítulo escogido -Las quince visitas de Franco a Cataluña- sirve de clave estructural para un texto que se ofrece como «una historia secreta del franquismo catalán, desde la guerra civil hasta la recuperación del Estatuto». Se pretendería con ella denunciar «la privilegiada posición de la aristocracia y de la alta burguesía barcelonesas durante la dictadura de Franco». Y hacerlo, por una vez, con nombres y apellidos, según parece deducirse del exhaustivo índice de nombres que da razón de las cerca de quinientas personalidades reales que comparecen en el texto en calidad de protagonistas o figurantes. Como condimento añadido, se reproducen junto al texto de numerosos anuncios publicitarios de época, así como fotografías de archivo y otros documentos más o menos pintorescos. Todo ello precedido por un prólogo del autor en el que, con tono intimidante, se anuncia de qué trata el libro, a saber: de los catalanes que, «de todo corazón, salieron a la calle ataviados con sus camisas azules y sus boinas rojas para vitorear al Caudillo»; de cuantos «acumularon su primera fortuna aprovechándose de los privilegios que les brindó el franquismo»; de todo un tejido social que, durante los cuarenta años de dictadura, vivió en Cataluña «a cuerpo de rey», al precio de pactar con el sistema, desde luego, pero sin empacho de, llegado el momento, ingresar cómodamente en las filas del «catalanismo democrático», eso sí: «Pasándole de vez en cuando una goma de borrar a la Historia».

De todo esto trataría, pues, este libro, del que asegura su autor que la mayor parte de los acontecimientos que sirven de trasfondo a los episodios que lo constituyen son rigurosamente verídicos. Y así es, en efecto: Pérez Andújar ha tenido la paciencia de bucear con algún detenimiento en las hemerotecas y meterse un atracón de números antiguos de La Vanguardia Española y de ¡Hola! De ahí ha sacado un montón de nombres, de ecos de sociedad, de informaciones y crónicas de época (a cual más vil o disparatada, como era de esperar), de cuanto nutre la llamada petite histoire de un país, y se ha ocupado con ello de crear un convincente «efecto de realidad» para lo que constituye, en definitiva, una colección de viñetas satíricas cronológicamente ordenadas. El hilo conductor de la secuencia lo proporcionan las ficticias malandanzas de Juanito Oliva Fabregat, un falangista de base que queda mutilado durante los estertores de la guerra civil y que, por no pertenecer a la clase patricia, sobrevive de mala manera a los vaivenes de los tiempos, de forma que en el orgullo y la ilusión de los primeros años de la victoria van “abriéndose paso la sospecha la resignación y la ironía, por ese orden”.

El resultado de todo esto es una especie de cómic documental, muy influido por la poética de los fanzines a que tan adicto parece ser Pérez Andújar. El humor se identifica aquí con el chiste, la insumisión con la gamberrada, la denuncia con el chivatazo, y la progresiva degradación de todos los propósitos inicialmente declarados se resuelve en un inofensivo bromazo, más simpático que otra cosa, por no decir emotivo, en el sentido en que puede serlo un libro como El florido Pensil, de Andrés Sopeña. La intención crítica queda así desactivada, resolviéndose en simple ademán denigratorio. Ni siquiera el ostentoso empleo de nombres propios tie­ne efectos comprometedores, dado que la exagerada caricatura impide la identificación cabal y se desatienden las motivaciones, de modo que, en la mayor parte de los casos, todo queda en dejar dicho, para quien no lo supiera, que Martín de Riquer, por ejemplo, fue falangista y cooperó con el Servicio Nacional de Propaganda, o que Jorge Herralde, ¡vaya por dónde!, gustaba de montar a caballo cuando, muy joven aún, frecuentaba el Real Club de Polo. Todo esto al lado de las actuaciones de Franz Johann y los Vieneses, y de las consabidas tropelías del alcalde Porcioles.

Menudean, de un tiempo a esta parte, los más o menos indulgentes ejercicios de revisión del franquismo y sus secuelas, emprendidos por lo general con más ánimo de choteo que con voluntad de realizar un verdadero ajuste de cuentas. La mayoría de estos ejercicios, vaciados de tensión literaria, no van más allá de una suerte de costumbris­mo camp, o pop, más o menos cáustico, más o menos sentimental. El encono de Pérez Andújar parece invitarlo a llegar más lejos, pero la vía escogida -ese bendito humor que termina por actuar de disolvente de toda intención crítica- lo devuelve a la casilla de salida, donde todo se queda en decir qué memos eran algunos, qué canallas los otros, y hay que joderse con que sean siempre los mismos los que, además de pasárselo bien, terminen por escribir la Historia.

 

Me huele mal lo de Corina

Jueves, 10 de enero de 2012

Uno de estos prebostes que se escandalizan por lo no escandalizable, le he visto hoy en la Sexta, escandalizado. Ante  la presentación en los juzgados  de Palma de Mallorca de evidencias de la relación de la amante del rey con el Instituto Noss, ha exclamado irritado mientras se rasgaba las vestidura: “¡Esto es un chantaje inadmisible!. ¡No se puede tolerar!”. Y seguramente algo harán sus amigos para que las evidencias de Diego Torres  en el caso Noos queden en agua de borrajas. Una cosa es decir que  ”la Justicia es igual para todos” y otra que sea verdad. ¡Hasta ahí podíamos llegar!.

Los dolores de cabeza para el Rey con el “caso Noos” no paran de crecer.  Aunque no al nivel que lo ha hecho con su yerno, Iñaki Urdangarin, aparecen pruebas que podrían salpicar a la amiga más conocida de Juan Carlos I, Corinna Sayn-Wittgenstein.

La procuradora del socio de Urdangarin, Diego Torres, ha presentado el 9 de enero de 2013 al juzgado de Palma de Mallorca una “pieza separada” con copias de diversos intercambios de correos electrónicos que muestran la participación de la princesa alemana en eventos organizados por el Instituto Noos.

El más antiguo de ellos fue el enviado por Corinna a Francisco Larrey, empleado de Noos, el 2 de noviembre de 2004:

Querido Francisco.

Sólo unas líneas para agradecerte la organización fantástica de Valencia y la ayuda con nuestro viaje, etc.  Nos lo hemos pasado muy bien. ¡Bien hecho!

Saludos,

Corinna.

Ese mismo día, Larrey le contesta:

Querida Corinna,

¡¡Eres una mujer encantadora!!.

Gracias por asistir al Valencia Summit 2004 y me gustaría enseñarte el próximo Valencia Summit 2005”

Bueno pues el rey tiene un buen marrón. Pero vendrán los Hermida, los Somoano, los opinadores del pasado día cuatro  en TVE de la misma generación del rey, el gobierno Rajoy en pleno, el silencio culpable del PSOE y hasta Rouco Varela para que ésto no prospere y declaren nula la prueba con lo que evitarán se demuestre que si Iñaki Urdangarin hizo lo que hizo es porque lo veía por todas partes en aquel patio de monipodio que ha sido la Corte del rey Juan Carlos. Quien de verdad en todo este asunto es culpable es el rey por su vida disipada permitida por los gobiernos de UCD, PSOE y PP, y Urdangarin  es en todo ésto un mero monaguillo. Pero para demostrar ésto hay que dejar que Diego Torres siga aportando pruebas .¿Le dejarán?. No lo creo. Se permiten apuestas.

Políticos españoles en auxilio de su constitución excluyente

Miércoles 9 de enero de 2012

Una treintena de ex Ministros y ex parlamentarios de UCD, del PSOE y del PP consideran que la Constitución española está en peligro y han decidido reunirse para defenderla. Se llama la fundación “España Constitucional”. Los motores de la iniciativa deben ser Bono y Zaplana. Están en su derecho. Pero ante esta iniciativa, varias consideraciones.

1.- Un texto legal aprobado democráticamente (en Euzkadi no llegó al treinta por ciento) lo deben defender los ciudadanos o cambiarse cuando toque. Para lo demás está el Tribunal Constitucional.

2.- Si solo están en esa defensa el PP y el PSOE, es una mesa con dos patas, por muy mayoritaria que sea la suma de los votantes a estos partidos. Parten pues de un planteamiento excluyente que hace aun más antipática su defensa.

3.- Si la Constitución y la figura del rey están cuestionados analícese el por qué, dialoguen, busquen puntos en común, reconozcan que el «café para todos” fue un desastre logrado por la presión militar en 1978 y actúese en consecuencia.

4.- Nadie en Estados Unidos funda un club en defensa de su Constitución. Para eso tienen sus enmiendas que son parches a los que obliga el tiempo. Si alguien crease una sociedad de defensa de la Constitución Norteamericana como la de Bono y Zaplana lo llevarían al frenopático más cercano.

5.- Zaplana fue presidente de una comunidad tan poco ejemplar como la valenciana. Fue además alcalde de Benidorm gracias a un tránsfuga. Bono dimitió como ministro de Defensa por el acuerdo entre el PSOE y CIU para sacar la reforma del estatuto de Catalunya. ¿Por qué Zaplana y Bono antes de tomar la lanza de Don Quijote no logran que Sancho cuente sus miserias?. Tras la confesión de sus muchos pecados podrían hacer creíble su propósito de la enmienda. El resto no es más que una excusa para reunirse e incordiar a lo que ellos llaman “la periferia”. Nada que llegará a ningún sitio, y si llega, será en detrimento de ellos.

En resumen. Como decía Pla, “lo más parecido a un español de derechas, es un español de izquierdas”.

Dios los cría y ellos se juntan.