Yolanda Barcina nació en Burgos. Muy pequeña se trasladó con sus padres a Portugalete, donde vivió hasta los 17 años, cuando acabó su bachiller. De Portu se fue a Iruñea a estudiar Farmacia y allí se quedó. Hoy es la presidenta de esa Comunidad Foral gracias al apoyo del Partido Socialista. Ha hecho del navarrismo y del antivasquismo su seña de identidad y su obsesivo programa de gobierno. La herencia de Del Burgo y el Diario de Navarra hacen el resto.
Enrique Moya es un funcionario municipal del Ayuntamiento de Iruñea. Fue concejal en la anterior legislatura, cuando Barcina era la alcaldesa. Hoy es el alcalde gracias a uno de los hechos más vergonzosos de la historia socialista en Navarra. Juan Moscoso, diputado en Madrid y candidato a la Alcaldía, obtuvo en las últimas elecciones tres concejales y 12.000 votos en una ciudad de casi 200.000 habitantes. Con semejante palmarés, no presentó su candidatura no fuera a ser que Nafarrroa Bai y Bildu le votasen para que Enrique Moya no fuera alcalde. Él vive muy a gusto en Madrid y piensa que aventuras las justas. Es como el cuco. En un sitio grazna y en otro pone los huevos. Pero gracias a esta mínima implicación solo recoge votos que les llevan a la marginalidad.
El caso es que por maniobras partidarias, el nuevo Gobierno de la Comunidad Foral y del Ayuntamiento de Iruñea no responden a las mayorías sociales navarras que han pedido con sus votos un cambio de verdad. Lo ha impedido el Partido Socialista que pacta con UPN en Navarra, mientras UPN apoya en Madrid, en el Congreso y en el Senado y en todo, al PP, su directo y mortal rival. El PSN, de seguir así, en breve se convertirá en una anécdota pintoresca. Se lo merece. Han hecho de Bildu un monstruo para no pactar nada con ellos. ¿Y quién es Bildu? Pues, por ejemplo, Koldo Amezketa (EA), exsecretario del EBB que ahora ha sido elegido miembro de la Mesa del Parlamento navarro. Crean el maniqueo y se dedican al vapuleo. Y lo llaman «línea roja». No la pasan. Pasan la azul.
Juegos de este tipo se han dado el 11 de junio en la constitución de los ayuntamientos de Euzkadi y en todo el Estado español. A IU le han acusado de pactar con el PP, cuando quien de verdad pacta con el PP por tierra, mar y aire es el PSOE. Pero IU es un perro flaco y al perro flaco todos son pulgas. Por eso me ha extrañado que los indignados no hayan reivindicado una segunda vuelta electoral para que sea el ciudadano, el pueblo, con sus votos, quien de verdad elija a los alcaldes. Se arreglarían muchas cosas y democráticamente el hecho sería inobjetable. Y además, evitaría el transfuguismo, que no es cosa menor.
Tontxu Rodríguez es nuevamente alcalde de Barakaldo a pesar de haber perdido en la segunda localidad de Bizkaia nada menos que tres concejales, mientras el PNV ha subido dos. Un concejal es la diferencia entre el PSE y el PNV (8 y 7) mientras el PP tiene 5, Bildu 4 y EB, 1. Pero estoy convencido de que en una segunda vuelta entre Tontxu Rodríguez y Amaia del Campo, la alcaldesa sería Amaia. Su tendencia es al alza y el PSE solo ve por los ojos del PP para gobernar en la margen izquierda. La izquierda y la derecha española van en Ezkerraldea de la mano. ¡Si Facundo Perezagua levantara la cabeza!
En Elorrio, Ana Otadui con este procedimiento se hubiera evitado el follón que montó Bildu en la constitución del pleno para elegir la nueva Corporación. En lugar del concejal del PP que fue quien decidió la elección sin pacto previo alguno, hubiera sido el pueblo de Elorrio quien sin lugar a dudas le hubiera dado el voto. Y me da que en Bermeo hubiera ocurrido algo parecido, como en Markina y Muxika. Quizás hubiéramos perdido alguna Alcaldía, pero serían las menos. Y nadie podría rechistar pues sería el ciudadano con sus votos quien elegiría directamente a sus alcaldes. Es más. López y Basagoiti podrían haber hecho un pacto previo hace dos años, pero con luz y taquígrafos. Y la gente hubiera sabido a quién votaba y no, tras el engaño, desayunarse con el pacto hecho tras bambalinas.
K-Toño suele contar que en Plentzia, «la gallarda, la que saluda a los forasteros de fuera» en la estación del tren y en la taquilla donde vendían los billetes había un cartel que decía: «Se venden billetes de Plencia a Bilbao y viceversa». Pues eso. Se vota a la primera y si no sale elegido el candidato a la primera por mayoría, en una semana, es decir, viceversa, votamos a los dos que más votos han sacado. Y así, todos contentos.
Este tipo de elección es relativamente nueva. En la actualidad, Francia y trece de los veinte países latinoamericanos lo utilizan. Y funciona. Lo llaman «balotaje», que es el término utilizado para designar esta segunda ronda de votación en las elecciones a cargos ejecutivos o legislativos. El vocablo «balotaje» proviene del verbo ballotter, que significa votar con ballotets, bolitas (balotas). «Balotaje» significa elección con doble turno, o segunda vuelta. En sentido amplio, consiste en que para llegar al cargo público que corresponda es necesario obtener más de la mitad de los votos emitidos. Esta institución nace en el siglo XIX, por primera vez en 1852 con la instauración del Segundo Imperio de Napoleón III. Luego se aplica nuevamente en la III República francesa, y surge con gran fuerza en la V República a través de la Constitución de 1958. Es una institución electoral paradigmática del derecho electoral y constitucional francés.
Este sistema electoral se caracteriza porque la expresión de la voluntad popular se realiza en dos tiempos. El caso arquetípico es este sistema electoral francés. Para ser elegido en la primera vuelta es necesario obtener la mayoría absoluta, lo que haría innecesario una segunda vuelta. Generalmente, esto no suele ocurrir, ya que en la primera vuelta suele existir una dispersión ideológica en cuanto al sentido del voto, por lo que el «voto útil» opera con escasa intensidad.
Para la segunda vuelta se hacen alianzas de afinidad ideológica de forma que se retira el candidato peor situado para que sus votantes ejerzan el voto útil en la segunda vuelta al mejor situado del espectro ideológico. Esto provoca que el sistema se configure con un multipartidismo atemperado por las alianzas de las segundas vueltas, o por simpatía hacia la candidatura.
Me ha extrañado que algo tan obvio y tan limpio por estos lares vecinos nadie lo reivindique salvo nosotros que en todas las reformas lo hemos presentado. Y mucho más extraña que los indignados no lo hayan hecho suyo. Sistema más popular y que da mayor protagonismo al pueblo, imposible de encontrar.
He estado dos veces en la Puerta del Sol hablando con los acampados de manera muy tranquila y argumentada. Me hablaban de las listas abiertas y la mayoría desconocían que estas ya existen en el Senado. Uno pone la cruz en la casilla que le da la gana. Y yo les hablaba de esta segunda vuelta electoral y también de algo muy sangrante: las incompatibilidades de los diputados y senadores, sobre todo de los del PP.
Todo ese debate sobre los «privilegios» de los parlamentarios tiene trampa porque algunos lo que buscan es un parlamento muy débil y condicionado por los poderes económicos y mediáticos, y aquella tormenta que se montó con el famoso complemento de pensiones solo buscaba desviar la atención del meollo del asunto que son las incompatibilidades, la dedicación exclusiva.
La semana pasada dimitió quien fuera ministro del Interior de Aznar, Ángel Acebes. Era diputado, pero solo para ir a votar. El resto del tiempo lo ocupaba en su bufete de abogados, en una empresa de Caja Madrid (Cibeles) y como patrón de la Fundación Faes. En esta situación hay casi cincuenta. En el PNV, ninguno.
Esta es la real madre del cordero, las incompatibilidades. Y ahí nosotros vamos a ser muy intransigentes, aunque existe un pacto entre Bono y Rajoy. Y para eso no contarán con nosotros que si no…
Doble vuelta, dedicación exclusiva, publicidad al trabajo que se hace que es mucho y silenciado, transparencia, control al mundo económico, y control exhaustivo al gobierno… Hagámoslo. Cambiarán las cosas. En serio. Ida y vuelta. Como en Plentzia.