Esta es una carta inédita del Lehendakari Aguirre dirigida a Ceferino de Jemein, “Keperin” uno de los hombres claves del movimiento “Aberri”, ex presidente de Juventud Vasca de Bilbao, sabiniano extremo y, en tiempos de guerra, secretario de sanidad militar. En el exilio escribió mucho sobre el nacionalismo y la guerra.
En esta carta no se sabe qué admirar más en Aguirre, si su sensibilidad hacia la historia o la mano izquierda con la que trata al integrista de Xemein. La carta es todo un documento ya que el Lehendakari tenía gran sensibilidad sobre la necesidad del conocimiento de la historia y con Galindez, Gurrutxaga, Jon Bilbao, Isaak López Mendizabal, Landaburu y un grupo de estudiosos mas, quiso dejar a las siguientes generaciones una historia vasca escrita por estudiosos vascos. Y esta carta hay que encuadrarla en estos estudios.
“El Presidente del Gobierno de Euzkadi
Particular
Sr. D. Ceferino de Jemein
PAU
Donibane, a 30 de Septiembre de 1.946
Mi querido Keperin: Ha hecho Vd. bien en escribirme su carta del 23 de Septiembre no solo por el derecho que asiste a todo vasco a expresar claramente su pensamiento y sus inquietudes sobre nuestras manifestaciones y actividades sino porque así debemos proceder entre viejos amigos aclarado lealmente nuestros puntos de vista.
Lo que creo es que Vd. no ha centrado el asunto en sus verdaderos términos. Quizá sea porque en el amontonamiento de ideas de mi intervención en el cierre del ciclo de Euzko Gaztedi no supe expresar las cosas debidamente o también quizá porque Vd. no distinguió entre historia y doctrina. Me inclino más por lo primero sin embargo.
Descuido del caso Ortueta.- Yo distingo el hombre del historiador. Censuro como el que más su actuación en diferentes épocas de nuestra empresa patriótica en las que me tocó, como a Vd. un papel activo. Pero esto no quita para que alabe su obra como investigador. Contra lo que Vd. crea Ortueta ha basado su tesis sobre textos auténticos y su obra ha tenido el exterior una acogida seria por no citar sino la opinión de Enrique de Gandía, probablemente el primer historiador sudamericano. No creo que el recuerdo de la conducta de Ortueta deba ofuscarnos hasta negarle los méritos que tenga en sus escritos.
Refiriéndome al fondo del tema me confirmo por su carta que ha incurrido Vd. en una gran confusión cual es la de creer que yo aludía la doctrina del Partido Nacionalista declarándome unitario como Vd. dice en lugar de confederal o unionista. Nada más lejos de la realidad y de mis propósitos.
Yo me referí a la Historia y de la historia hablé. Y la historia son los hechos del pasado tal como ellos vienen, lo mismo en el siglo VIII, que en el Xll, y no como quisiéramos que fueran con mentalidad del siglo XX.
Por otra parte diga lo que diga la Historia, el Partido Nacionalista hoy puede sostener la tesis que prefiera en orden a la Constitución política del listado vasco. Cuando en páginas que Vd. leerá juzgo el reinado de Sancho el Mayor sostengo que su genio indígena no solo sintió la unidad nacional sino que supo realizar una Confederación de Estados nacionalmente homogénea. Y traigo como testimonios además de los hechos históricos probados los de Menéndez Pidal y Serrano Sáenz. Yo hubiera querido testimonios de autores vascos, pero aparte de los de Campión, Estornes Lasa y Ortueta pocos hay que utilizar entre los contemporáneos. La tesis confederal que Arana Goiri instituyó corno norma política actual tiene conmoción histórica porque en esencia se refiere a la unidad nacional y de él es el mérito de haberla definido y sobre todo programado.
Esta tesis no solo encuentra eco en los tiempos del Mayor sino también en los que precedieron a la Monarquía Pirenaica en esos trescientos años de lucha contra el invasor germano que es cuando se forma realmente la nacionalidad vasca con voluntad de existencia y de lucha. Llame Vd. como quiera al sistema de aquellos tiempos remotos. Para mí basta que aquellos hechos reflejen una unidad nacional histórica. Arana Goiri no estudió detenidamente los designios de la Monarquía pirenaica, ni pudo estudiar la Baja Edad Media vasca, entre otras razones por falta de tiempo y porque no conoció textos necesarios entre ellos los que contienen Momenta Germania Histórica o cualquiera de las colecciones de documentos medioevales. Hizo en cambio lo que nadie hizo, ni haremos nosotros, es saber despertar para siempre una clara conciencia nacional y darnos un programa de salud patria. Pero esto no quita para que su obra cultural e histórica que la muerte interrumpió a los treinta y ocho años (38) necesite de complemento y de perfección y en diferentes puntos históricos de ratificación.
No debemos empequeñecer la figura de Arana Goiri haciendo mutable sus opiniones en materia histórica. No nos tomaría en serio nadie.
Sabino no definió en Historia, ni pudo completar su obra en la que se observa el mejoramiento de cada día. Fue un intuitivo genial, y hoy estoy seguro que con un estudio de nuevas fuentes y otras comparativas hubiera perfeccionado su obra prodigiosamente. Yo he leído íntegramente la producción histórica de Sabino con la profunda reverencia que siento por él. Pero sé que le interpreto si nos empeñamos en mejorar la obra histórica nacional y sobre todo si excitamos a la nueva generación estudiosa a bucear en el pasado, superando lo escrito hasta hoy en todo género de manifestaciones culturales que en conjunto nos den, al fin!, la verdadera historia de nuestra nación y de la entraña y fundamentos de nuestra civilización indígena. Porque desgraciadamente todavía no las hemos compuesto con aquel criterio que es exigido para que nos entiendan, estudien y respeten. El propio Arana Goiri pedía el perfeccionamiento de su obra cultural en la carta del año 1903 -si mal no recuerdo- que fue pública en Ereintza de Kiskitza.
Vd. me cita textos de Labairu y de Arana Goiri y del P. Estella para probarme la independencia de los Estados vascos principalmente de Bizkaia. No la niego a partir del siglo Xlll en términos generales. Pero antes. ¿Costará mucho probarlo documentalmente?. Es desde este siglo para atrás donde se nota un vacío histórico que lo ha llenado el arbitrismo -aquí viene la leyenda- no en su totalidad pero si haciéndonos creer en personajes legendarios como Juan Zuria y sus sucesores hasta el siglo XI, sin contar todos aquellos de la época romana que hicieron las delicias de nuestros escritores del siglo XVIII y de bastantes del siglo XIX. En cambio que olvido de cerca de siete siglos de lucha nacional y unida por la defensa de la independencia y la constitución de un Estado!. ¡Qué olvido de las ideas y de las formas políticas de la época en que los hechos se produjeron!. ¡Que menosprecio por lo que pasaba a nuestro alrededor o en el mundo conocido de aquel entonces y que fácil aceptación del límite pirenaico como barrera histórica siguiendo inconscientemente el espíritu de los cronistas hispánicos!.
De aquí que nuestra producción histórica carente de visión nacional y fragmentada en exceso no ha tenido aceptación en el exterior de donde se deduce la ignorancia que ha existido sobre nuestras cosas. Empeñados en empequeñecer nuestra historia la hemos hecho incomprensible para quienes desean estudiarnos. Las lagunas abarcan siglos y para llenarlas se ha acudido a la interpretación abstracta de normas evolutivas aplicables en general a todos los pueblos, cuando no se han tomado como historias hechas que el más ligero examen científico rechaza.
Me haría interminable si siguiera, porque entrar en el análisis de estos temas me haría llenar páginas y páginas. Muchas las tengo ya escritas y aquí en mi poder las que se refieren a la época que llega precisamente hasta el siglo XIII.
Se trata de la época más fundamental de nuestra Historia. El resto de la Historia vasca es más fácil de comprender porque está contenida en documentos más recientes y conocidos. Estas páginas las tiene hoy Ziaurritz. Son las que puestas en inglés constituirán parte de la Historia vasca que la Editorial de la Universidad de Columbia de Nueva York espero publique a fin de año o principios del que viene. Una versión castellana se publicará, Dios mediante, en Buenos Aires.
Cuando Ziaurritz lea estas páginas yo se las enviaré a Vd. para que las lea. Mi pretensión es renovar las inquietudes, contribuir a una necesidad nacional urgente cual es la de contar con una historia, no con monografías esparcidas que confunden a quienes quieren estudiarnos si se presentan como compendio de nuestra Historia. Mis juicios son siempre revisables y Dios quiera que una vez despierto el sentido investigador de nuestra juventud vengan quienes digan que mi obra es elemental y retrasada para que la perfeccionen y rectifiquen.
Si no trabajamos con este espíritu haremos dogma de lo que fue dado a los hombres para su libre discusión y mejoramiento. En una palabra, nos estancaremos. Y no se asuste Vd. si en mis páginas ve el nombre de Ortueta citado con alguna frecuencia. Yo lo reputo necesario por ser además de justicia.
Una afirmación importante hay en su carta, que suscribo, es a saber, que sea cual sea la resultante de la Historia los vascos jeltzales podemos pensar que la Confederación euzkadiana es el mejor de los sistemas políticos de acuerdo con el genio nacional. De aquí se deduce que podemos investigar sin miedo, porque sobre qué es lo que más conviene a Euzkadi hoy somos nosotros quienes debemos juzgar y acordar. Y a fin de cuentas será el pueblo vasco a quien libremente lo determinará una vez que hayamos recobrado las riendas de nuestros destinos nacionales en la libertad. Pero el ayer, debemos juzgarlo y estudiarlo tal como es, sin prejuicios a los que nos conduzcan nuestros actuales puntos de vista. Venga pues la investigación basada en pruebas que no otra cosa nos admitirán. Solo luego de los hechos probados podemos discurrir, sacando aplicaciones, que no otra cosa es la filosofía de la historia.
Seguro estoy que esto sería lo que Sabino haría hoy y lo que en todo momento quiso fuera el resultado de acuerdo con sus apreciaciones o fuera en contra.
Por eso, querido Keperin, yo me siento cada vez más sabiniano porque creo que sus grandes líneas cristianas, patrióticas y sociales no contenían un sentido cerrado e integrista de la vida sino otro amplio y humano, que hoy nos ha permitido actuar como lo hemos hecho, en cumplimiento progresivo de nuestras ansias nacionales, en medio de enormes dificultades y mucha sangre y lágrimas y luchando en medio de la calle que no es lo mismo, como Vd. bien sabe, que idear en casa sin contradicción.
Creo que le dije al salir de la Conferencia de Euzko Gaztedi que Unamuno en su magnífico estudio sobre el casticismo castellano -sin quererlo o queriendo- se refería a mi juicio al vasco- dice, que una vez que el espíritu esté bien asentado en sólidos principios «venga la ducha». Creo que nosotros no nos hemos duchado aún lo suficiente. Yo deseo la ducha y muchas duchas para que ellas arrastren lo que de innecesario llevamos a cuestas, porque tengo la seguridad de que la roca invulnerable de la verdad y del ser vasco ganarán extraordinariamente. Claro está que para esto es necesario un espíritu objetivo lejos de luchas y de recuerdos pasados. Yo quisiera que se olvidaran para siempre.
Por favor, querido Keperin, no me cite a Artiñano el inconsciente amigo de los neo-visigodos cuando no comprendía la natural orientación pirenaica de los vizcaínos porque según él, ¡cómo habían de olvidar que sus hermanos asturianos luchaban en defensa de la fe contra los moros!. Todo esto es integrismo españolista y sobre tales errores no puede ser construida la Historia vasca. Labairu es aceptable como historiador – también lo es y excelente Balparda- pero no es nacional en sus tesis, es un fermento de inconsciente castellanismo como Garibay. Estella, gran patriota, ha escrito una obra de iniciación elemental, con grandes lagunas. Su pretensión no era sino la de divulgar y en este aspecto su obra es útil. Pero del siglo Xll para abajo no existe continuidad en su trabajo. Me cita Vd. finalmente a Kondaño. ¿Esta Vd. seguro de que ahora piensa lo mismo?. Porque Kondaño es quién más se acerca a Balparda en la tesis a mi juicio irritante de que los vizcaínos somos a la postre un producto más o menos leonés. El empeño del historicista lleva a Kondaño a huir del Pirineo, sosteniendo tesis que a mi juicio son antinacionales. En Balparda esta postura es lógica de acuerdo con sus propósitos apasionados, porqué verá en el Pirineo al enemigo de León, como luego de Castilla o más tarde del imperialismo español. Es decir, Balparda persiguió en sus escritos destruir la tesis de una unidad nacional vasca. Yo, querido Keperin, respetando mucho a nuestros amigos leoneses políticamente no quiero nada con León -y la historia nos ayuda- y en cambio me siento fundamentalmente pirenaico porque allí en sus montañas y en todas sus estribaciones el pueblo vasco unido resistió siglos contra Roma y contra Carlomagno, contra D. Rodrigo y contra Abderramán, contra AIfonso VI el Emperador leonés y contra Alfonso Vlll el artero, Sancho el Fuerte decía a Jaime el Conquistador que el prohijamiento mutuo que le ofrecía y la alianza contra Castilla eran «por la salvación de un pueblo». Mientras tanto los Haros y los Gebaras como hoy los Rodeznos y los Rodas, se iban con el castellano que supo corromperles con tierras -ah! la Rioja- y con títulos. Así traicionaron a su patria y a su estirpe vasca desmembrando el cuerpo nacional cuando se consolidaba, como supo hacerlo Portugal, una forma estatal indígena. No sé si Vd. sabe que todos estos personajes eran por sí o por sus antecesores caballeros de Nabarra y que uno de los Gebaras llevó el título de «Princeps Nafarrorum». Que poco pudo hacer el pueblo contra tanta ambición. Entonces se desarrollaba su espíritu democrático, pero aún las instituciones que la encarnaban, no habían alcanzado ni la forma ni el vigor que más tarde tuvieron. Este es otro tema sobre el que hemos abusado, sin prueba documental. Querido Keperin, yo me sitúo con el Pirineo y con aquellos que durante 410 años combatieron a su aire y con ideas de su época en forma incesante queriendo crear y consolidar para el Estado vasco, territorio y forma, consistencia y ser. La historia de sus empeños nos lo dice claramente. Volvamos los ojos a aquella tradición de unidad -que es unitarismo- y no desdeñemos su ejemplo, que nos ha de servir no solo para explicar racionalmente y comprensiblemente nuestra historia, sino para dar un fundamento a nuestra lucha actual por la libertad, con nuestras ideas democráticas eternas y nuestra concepción republicana vasca. Porque el ayer fue el ayer, y el hoy, es nuestro. Lo que no tenemos derecho es a quebrar una clara línea de unidad nacional que nuestros mayores nos dejaron. Si su evolución progresiva fue quebrada o interrumpida, investiguemos con afán para saber si fue suya la culpa, o la de los eternos traidores que aparecen en todas las épocas de nuestra historia. Estoy seguro que Sabino pensaría hoy así, él que vio certeramente en la institución señorial un elemento extraño ya antivasco.
La Historia vasca así concebida tiene a juicio hoy de la mayoría un sesgo infinitamente más nacional y más de acuerdo con lo que nuestro pueblo sintió durante largos siglos. No reduzcamos nuestra historia a luchas mezquinas, a eternas divisiones y a odios de casta que bastante hemos padecido a causa de todo ello. No retratemos a nuestro pueblo carente de sentido nacional e incapaz como alguno de nuestros enemigos dijo, de constituir formas superiores de vida política. Porque la historia no es esa. Aceptemos que nuestros antepasados tuvieran una idea patriótica a su manera y según el tiempo en que vivieron. ¿Qué sentido tiene de otra manera una lucha de trescientos años, coordinada al Norte y Sur del Pirineo, contra francos y visigodos, y como explicar los doscientos años de lucha de la Monarquía nacional por el mantenimiento de la Rioja, caída la cual, cayó Bizkaya, privada de soporte por el Sur ?. Ojalá que esta lucha de consolidación estatal hubiera llegado hasta el siglo XVI. El imperialismo, como en el resto de Europa, hubiera hecho quizá garra de nosotros, pero el recuerdo de una unidad nacional en la lucha perenne coincidiendo con el despertar de los pueblos y más tarde con el de las nacionalidades, nos hubiera permitido presentarnos ante el siglo XIX en condiciones infinitamente más ventajosas que aquellas en las cuales ha tenido que luchar nuestra nación. Ni el caso de Nabarra, ni otros similares hubieran sido, ni lo serían hoy, una preocupación para nosotros. Afortunadamente llegó la luz y con ella la recuperación. Con la unidad de todos los vascos llegará también la libertad. Y el pueblo dirá su voluntad y seguirá escribiendo nuestra historia mes al estilo del siglo VIII ó del XI que no de aquellos otros siglos de división y confusión.
Me he alargado demasiado cuando hubiera deseado ser más breve. Su carta lo merecía sin embargo. A mi agradecimiento, quiero unir un ferviente deseo y es que los patriotas concertemos y dialoguemos construyendo seguros de la buena fe y patriotismo de los demás, en un ansia generosa de superación y perfeccionamiento a la que debemos invitar cordialmente a las generaciones jóvenes. Abrámosles las puertas en lugar de cerrarlas. Creo que al hecho de que suscitemos estas preocupaciones dará por bien empleado nuestro tiempo.
Me asustó únicamente en su carta aquella afirmación solemne de que «reventaría si no le expusiese mi opinión». Querido Keperin, no reviente Vd. porque nos hace mucha falta. Al contrario escriba y escriba sin miedo, que cuando se escribe con el fin y los nobles propósitos que Vd. persigue no solo es conveniente sino necesario.
Muchos recuerdos a Karmele a la que supongo ya bien.
Le abraza con el afecto de siempre
José Antonio de Aguirre”.