El Papa polaco

Le recuerdo al bueno de Labordeta comentando como se puso a llorar viendo la retransmisión de los funerales del Papa Juan Pablo II. ”¿Qué hago yo aquí llorando por este señor al que no me unía nada?” se preguntaba. Y es que así son los fenómenos de masa. Y en eso aquel  Papa fue un artista, quizás por ser polaco, por combatir poco cristianamente la “Teología de la Liberación”, por su bronca con Ernesto Cardenal, por sus viajes, por el atentado, por su voz ronca, por su conocimiento de lenguas, por ser sobre todo un Papa polaco, rompiendo la tradición de un Papado unido  a la jerarquía italiana, por su viaje a  Cuba y aquella frase de “que Cuba se abra al mundo y el mundo  se abra a Cuba”, por haber sido un hombre de teatro….por lo que sea. El caso es que este fin de semana, ante la beatificación express de Karol Woityla Roma está llena de peregrinos y tras la boda el viernes de Guillermo y  Kate, este es el espectáculo del fin de semana. Por cierto, y hablando de la boda, decía Jaime Peñafiel que los príncipes de Asturias, la inevitable parejita, no habían sido invitados a la boda ya que solo lo habían hecho con la reina Sofía, pero como en la operación de marketing que se adelanta con Felipe de Borbón eso era inadmisible, les tuvieron que buscar a última hora un hotel, el Hilton, con turistas de tour operators  y allí les alojaron y no en los hoteles de Corte. Me alegro. El gorroneo de esta gente es impresionante.

Y vayamos a la beatificación. Resulta que han encontrado el milagro que les faltaba y que ha sido el curar a una monja de Parkinson. Y como  cuando se quiere una cosa se logra el caso es que el Vaticano ya tiene hoy fenómeno de masas y de misas. Pero he de decir que a mi este Papa nunca me gustó nada.

Juan Pablo II fue  un Papa conservador polaco  con derecho a ingerencia solo en los asuntos de Polonia dejando aquello de la Iglesia Universal para los curas vascos a los que jamás dedicó el menor cuidado. Pasó  una hora por Loyola, celebró una misa, oyó aquello de “Totus tus” y se fue. Esa fue su contribución a honrar a la Compañía de Jesús que tienen un cuarto voto que es el de la obediencia al Papa  nacida en tiempos de la Reforma de Lutero y el de Loyola creo una compañía militar-cristiana que ha dado a la Iglesia cumbres como las de San Francisco Javier, San Francisco de Borja hasta llegar a Ellacuría por el que este Papa, junto al P. Arrupe no tenía la menor devoción ni consideración.

Su prepotencia la padecimos en carne propia cuando ingenuamente pedimos una enrtevista con él y allí nos fuimos el 8 de diciembre de 1988 a Roma, Zubia, Olabarria, Etxeberria y yo con nuestras esposas o compañeras y nos recibió pero en la Audiencia General. Y el Nuncio Tagliaferri, aquel Nuncio medio facha que tuvo en Madrid, no nos dio la menor explicación tras habernos asegurado la audiencia papal. ”Eso os ha ocurrido porque no me lo habéis dicho a mi” nos dijo Monseñor José Sebastian Laboa que conocía el paño.

El caso es que Juan Pablo II fue un buen nacionalista polaco pero el nacionalismo que predicaba solo lo hacía para Polonia. A los demás que les zurzieran y por no hacer no hizo jamás un saludo en euskera desde el balcón vaticano con la cantidad de curas, monjas y misioneros euskaldunes que tuvo la Iglesia.

Me tiene pues sin cuidado que le hagan beato, santo, o modelo de cristiandad. Para mi no fue nada de eso y en mi caso si estuviera en la explanada vaticana tendría una pancarta que pondría: ”Juan Pablo II, no te quiere todo el Mundo”.

La última imbecilidad: De Kate a Catalina

Leía hoy el reportaje que en la contraportada del País le hacían a Lorella Zanardo que es una comentarista italiana que se ha movilizado contra el machismo del indeseable de Berlusconi.  Un movimiento inexorablemente solo.  Nadie lo interpreta en la política. “No es Berlusconi nuestro problema.  La izquierda está berlusconizada.  Tenía que encauzar la indignación, pero reproduce sus mismos esquemas”.  Hay que mirar hacia fuera, a lo pequeño: “Mi objetivo es sencillo: testificar que otra Italia existe y resiste.  Y hace milagros”.

Esta reflexión me ha trasladado a los babosos e imbéciles comentarios de unos falsos profesionales de TVE a los que he escuchado a las once de la mañana opinar sobre como iba trascurriendo los prolegómenos de la boda.  Daban por hecho que el “protocolo” como decían de forma reverencial lo puede permitir todo.  Estos ignorantes eran los comentaristas perfectos para radiar la boda en una dictadura, no en una democracia, donde la voluntad popular está por encima de ese abyecto protocolo que se ha permitido el tupé de no invitar al acontecimiento a los dos ex premiers laboristas Blair y Gordon.  Este dato, y el que el actual premier Cameron lo haya permitido habla muy mal de la democracia inglesa.  No son tan listos como se creen.

Entiendo que a la gente le guste ver en directo una boda de una pareja guapa rodeada de lujo, glamour y gente bastante fea, aunque muy bien vestida, salvo algunos horribles sombreros.  Los uniformes, la puntualidad, las casacas, la marcialidad, las reverencias al no ser tan usuales reunidas en unas horas hacen que todo ese derroche, haga que guste al marujeo y al no marujeo. La estética es bonita, pero habría hecho falta que gente con mayor formación democrática destacaran lo bello e hicieran hincapié en lo no tan bello: lo absurdo dela monarquía, el hecho de que el padre del novio ya tuvo una boda similar y prometió lo que jamás cumplió, una jefa de estado de 85 años que deja a su hijo en la irritante espera, el derroche en una Gran Bretaña con cinco millones de parados, la estupidez de la familia real española comparando Kate con Leticia, el escándalo de que la parejita española haya viajado gratis total cuando ya la reina Sofia había decidido acudir al festejo, el catetismo que supone decir reverencialmente que ahora a Kate hay que llamarle Catalina e imbecilidades parecidas.

Estoy con la documentalista italiana. Hay mucha gente que está en contra de todo esto pero que no puede expresarse porque estos comentaristas, estos socialistas de opereta, estos periodistas de Prisa (los de la derecha es lógico sean unos babosos) no les dejan. Me encantaría que algún día abran los micrófonos a la calle y dejen opinar estas cosas en medios mayoritarios.  Verían como todo este glamour se quedaba constreñido al espectáculo, pero no a la política.

Y un apunte final. Sabía que los británicos eran unos magníficos organizadores, lo que no sabía era que fueran tan papanatas y tan simples.  Una pena.

La Boda: Hay que mantener el negocio

Se casa este viernes el hijo de Carlos, príncipe de Gales, con Kate Middleton.  Algo normal convertido en un gran espectáculo de pompa, incienso y propaganda.  E inmensas meteduras de pata.  No invitar a este gran bodorrio, a cuenta del estado, a los ex primeros ministros laboristas  Blair y Brown es algo muy grave.  Y no por ser laboristas, sino por su significación y por lo que tuvieron que aguantar.  Uno a una reina insensible, gélida y ausente, ante la muerte de su nuera y el otro por seguir manteniendo una institución caduca y de opereta.  ¿Qué a la gente le gustan las bodas, los desfiles, las novias guapas y el glamour?.  Pues si.  De ahí el espectáculo para mantener el negocio y una institución no sometida a la voluntad popular.  Costará 45 millones de euros.

Como no podía ser menos, desde España viajan Sofía de Grecia y la parejita.  Me gustaría saber cuánto cuesta al erario público el viaje, la estancia, la guardarropía y los regalos de estos tres subvencionados, sin haber sido elegidos, asi como  el presupuesto de sus acompañantes y guardaespaldas.  Un pico.  Podía haber ido la buena señora sola, pero no. Va con la parejita a la que tratan de asociar con el nuevo matrimonio. Apuntarse a ganador para el marujeo. Porque el   intento de comparar a Kate con Leticia es de nota.  Todo por la Patria y para que la fiesta continúe.  Y ni una crítica.

Isabel II,  es una señora de 85 años que ahí sigue  como jefa de estado, manteniendo a su hijo sesentón al que no le da el menor chance. Y un recuerdo a la sinsorga de Lady Di que acabó la pobre como acabó por las infidelidades de su marido. Un gasto hipermillonario en plena crisis.  Unos comentaristas entregados, enviados y en plató de sonrojo ajeno.  Todo muy cutre aunque envuelto de papel de  celofán con  colores muy llamativos.  Una gran marujada.

Pero por lo menos los gastos en Gran Bretaña son controlados, los príncipes criticados y Carlos de Inglaterra tiene discurso propio  a cuenta del ecologismo.  Aquí no hay nada de eso.  La opacidad es total, la parejita no hace nada más que viajar, pasear y soltar discursos escritos por otros.  Felipe de Borbón no tiene opinión propia en nada y Leticia es una señora estirada, antipática y muy cara. En fin.  La fiesta continúa. Se lo pasan bomba.