Mi Alderdi Eguna

En 1977 la calle ardía. Y todo eran manifestaciones conjuntas. ”Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía” era la consigna principal. Los “Aberri Egunas, PSE incluído, eran celebrados entre todos. Yo estaba en ese momento en el Euzkadi Buru Batzar presidido por Carlos Garaikotxea. Y se me ocurrió proponer algo que había visto en Venezuela como eran las celebraciones de los partidos “Acción Democrática” y ”Copei“ en el Parque de los Caobos de Caracas. Asaban un ternero, tenían casetas, había un mitin político y la gente hablaba con sus dirigentes. Las llamaban “las romerías”. Y propuse la fórmula que a Juan de Ajuriaguerra no le gustó porque me dijo que eran tiempos de ir todos juntos y no que el partido hiciera rancho aparte. ”Pero D. Juan -le dije-, aquí no rompemos nada, aquí celebramos nuestra fiesta, una fiesta social, cultural, política y nuestra”. Y como, enseñados por él, la autoridad en el Partido son los burukides y no los diputados y él había sido elegido diputado, se me hizo caso. Y el EBB aprobó la iniciativa. La víspera tuvimos una asamblea nacional en Vitoria-Gasteiz en el colegio de los Marianistas. Y el primer Alderdi Eguna  se celebró en San Miguel de Aralar, el mejor lugar simbólico, pero el peor para una concentración de este tipo a cuenta de sus accesos. Pero fue tal el éxito y las ganas que tenía la gente de saludarse, sentirse miembro de una gran familia, que se decidió repetirlo todos los años el último domingo de septiembre. Y Juan de Ajuriaguerra tuvo la gallardía de decirme que se había equivocado y que habíamos tocado una fibra muy sensible. Ni que decir tiene que este día no se hubiera organizado de no haber tenido a los mandos de la organización una persona como Txomin Saratxaga que creó un modelo que todavía se repite.

Este año el tiempo nos ha acompañado a pesar de una niebla inicial. Y este 25, último día de septiembre la jornada ha sido perfecta salvo un inconveniente a la entrada con un tapón pero cuando llegas a Foronda y en una esquina del pueblo ves el camión con sacos de patata en venta, sabes que estás a cinco minutos de la gran explanada. Un día pues que empezó con  un cierto fresquito y terminó con una temperatura casi tropical.

Pero  lo bonito del Alderdi Eguna es el saludo. Ver gentes a las que en años no habías visto, a otros que te saludan y cuentan sus cosas, a los viejillos que van a la gran campa como a un auto sacramental y teniendo la fe del carbonero y todo lo del partido les parece una maravilla. Y están los invitados. Se me han acercado los saharauis y el bueno de Anacleto Bokessa con sus bubis que no faltan a una. No le he visto a Oriol Pujol ni a Carles Campuzano de Convergencia pero si a Victor Terradellas que es el responsable de la acción exterior de su partido que tiene una revista que se edita en  inglés y que acaba de suspender en Poblet una reunión con la oposición venezolana para hablar de Venezuela. Y Gutemberg Martínez Okamika, ex presidente del Congreso chileno hablándonos de su maravilloso país él que tiene oriundez en Lekeitio.

El paseíllo lo he hecho hablando con el Lehendakari Ardanza, Zubia y Aitor Esteban. En un lado Beloki en su último paseo de esa forma y en una esquina del trayecto el saludo al  bueno del ex senador y ex alcalde de Bergara Imanol Bolinaga. Y hemos subido a la tribuna. Teníamos nuestros asientos en primera fila a cuenta de las próximas elecciones. Y Urkullu nos ha nombrado a todos y allí hemos estado cuando se ha dirigido a la campa Josu Erkoreka, hecho que más de uno  ha interpretado  de otra manera. A la prensa y a algunos solo les gusta el debate nominal, cuando el discurso de Urkullu ha sido  chutar a un balón para dar comienzo a una dura  precampaña electoral del PNV en aquel fantástico marco.

Y terminado el mitin y el canto del “Gora ta Gora” y vienen la gente a hacerse fotos y a saludar. Una de ellas la madre de una cooperante que conocí en Etiopía, Ane Etxeberria, puntal de un trabajo extraordinario en aquel país y que serán próximos vecinos de Erkoreka. Y una profesora de literatura de mi hija, y los Bubis e Iratxe Madariaga, cónsul honorario de Chile con el nieto de Aboitiz, un empresario vasco chileno que triunfó en aquel país y cuyo nieto quería conocer la raíz de su familia.

Y le he visto a Rut Martínez posible y ojalá nueva senadora por Bizkaia. y Juan José Pujana el primer presidente del Parlamento Vasco. Y más comentarios sobre los libros escritos y los artículos publicados. Uno no sabe cuando escribe algo el efecto que tiene en la gente y por lo menos en las gentes de la campa, como para creérselo.

Y luego el paseo por las campas y las txoznas. Y el saludo a Paulino Corcuera, ex senador y a Juanjo Otxoa de Eribe, ex diputado y a Iñigo Aguirre, ex diputado  con quien estuve en el BBB en 1977. Y saludo a algunos ex como Elena Etxegoyen, González de Txabarri, Ramón Sota, Ramón Azurza, Josu Jon Imaz, Inmaculada Loroño, que hace ilusión verles y saber de ellos y de sus familias. Y esa gente que te para y te dice sigas escribiendo y otra que se acuerda de un día que fuiste a su pueblo y de lo que dijiste. Y esos vascos y vascas recios, mayores, enteros y muy firmes y para los que el PNV es una religión. Gentes de Navarra y de la Rioja Alta, de Lekeitio y de Ondarroa, de Donostia-San Sebastian y de Bera. Y la hija de Guillermo Ramos, una caraqueña hija del presidente de la Extraterritorial en Caracas que va a estar tres meses en Euzkadi. Y gente del partido de los de “toda la vida”. Los Cuñado, Victor Malpartida, los hermanos Etxeberria, la familia Belauste y los Corra, Pili Pujana y Genaro, la ex alcaldesa de Mundaka y los de  Markina y Oiartzun, los de Bakio, y Matiko, Zeler y Morais, Buji y Patxi Aguirre, Bazako y Odriozola, Maribi y Ormaetxea con los Porto y Escoin,….gente, buena gente por doquier en un día extraordinario. Fotos, saludos, besos y mucho ánimo. Día de cargar de gasolina de muchos octanos el depósito de las ganas, muchas veces mermado por la soledad de Madrid. Y comer bocadillos llevados por mi hermana y txakoli invitado por Etxezarraga. Completo.

Y, al final, con bailoteo en el centro de la campa. Chavales y chavalas, maduritos y maduritas, alcaldes y ex alcaldes moviendo el esqueleto sin pedirle permiso a Sabino Arana. Un partido sociedad. Un gran día. Mi “Alderdi Eguna”.

Zapatero baja la persiana

Desde hace 11 años y una semana el todavía líder del PSOE no faltó nunca a su cita parlamentaria. En la oposición y en el Gobierno. Zapatero siempre se ha sentido cómodo en el Parlamento, y esos dos minutos y 30 segundos, ese cara a cara entre líder de la oposición y presidente, sea estando en la banco azul o en una fila por detrás, le daba un chute de adrenalina al que le era difícil resistirse.

Fue un 14 de septiembre de 2000 su primer miércoles con José María Aznar. Preguntó al Gobierno cómo pensaba atajar la subida del precio de los carburantes, y el entonces todopoderoso presidente se burló de él en su respuesta, pidiéndole que le dijera la clave para lograr frenar al dólar y el precio del barril de crudo.

Zapatero, aquel día, no entusiasmó a los suyos. En los meses posteriores se refugió en la oposición tranquila, con el constante ninguneo de Aznar. Preguntaba por la comunidad científica, el cambio climático, la violencia de género. Y hasta los miembros de su grupo lo miraban como un bicho raro, que era incapaz de arañar mínimamente la solidez del entonces presidente del Gobierno de España.

La insoportable levedad de Zapatero se hacía insufrible, pero él disfrutaba. Hasta que a mitad de la legislatura empezó a subir el tono. El Prestige, la crisis de las vacas locas y, sobre todo, la Guerra de Irak, hizo elevar la intensidad política de sus intervenciones a medida que se acercaban las elecciones. Aunque Aznar lo seguía ninguneando.

Sólo en cuatro años bajó al banco azul y siguió siendo escrupuloso en su cita con los miércoles. Posiblemente sea el presidente que más se ha sometido a la sesión de control, eludiendo hasta citas internacionales, sólo por acudir a debatir con Mariano Rajoy apenas dos minutos y medio.

Es cierto que en la primera legislatura disfrutó más, y que en la última etapa tenía muy difícil hasta lograr el empate en el debate parlamentario con la situación en la que está el país.

Pero nadie le podrá reprochar a Zapatero que no ha sido un demócrata, que siempre ha dado la cara los miércoles, a las duras y a las más duras.

Ayer no se mereció irse como un miércoles más. A Mariano Rajoy le faltó un toque de elegancia, sobre todo ahora que dice que se lleva bien con Zapatero. Pero no lo hizo.

Zapatero echará de menos los miércoles. Creo que le gustaban más las sesiones vespertinas. Sobre todo, aquellas tardes, todavía en la oposición, en las que llegaba ilusionado y decía: “Hoy vais a tener un buen titular”. Lástima que Zapatero nunca logró entender qué es un buen titular.

La novena legislatura terminó el jueves 22 de septiembre 2011. En el Pleno de esa mañana la vicepresidenta Elena Salgado sacó adelante, con los votos del PSOE y de la izquierda el impuesto sobre el patrimonio, enseña de campaña «contra los ricos» del candidato Rubalcaba. Un impuesto derogado en el pasado y que poco podía hacer para paliar el altísimo paro de los cinco millones de desempleados, un 20% de la población activa, con la que Zapatero acababa su legislatura.

Este jueves Rodríguez Zapatero fue al Congreso, aunque Rajoy no lo hizo y cuando terminó la sesión y tras 25 años en aquella casa, puso su clásica sonrisa de plástico y dijo adiós. No lo tendrá fácil en el futuro. No creo le pidan muchas conferencias sobre cómo abordar una crisis a alguien que lo primero que hizo fue negarla. La víspera, en la sesión de control al gobierno, Rajoy le había enumerado lo que tenía que haber hecho y nunca hizo. Fue contundente para una última sesión de este tipo y apenas le quedó, muy al final y cortado por Bono, un deseo de suerte personal. Unos le atribuyeron a Bono que no hubiera sido más laxo en dejarle un poco más de tiempo para que el líder del PP hubiera tenido el gesto humano de ser generoso con quien en ocho años había discutido de todo recordando que el portavoz del PP en el Senado así lo había hecho. Pío García Escudero le agradeció y le deseó suerte en lo personal e incluso en los pasillos se saludaron con cierta efusividad. Pero eso no ocurrió con un Rajoy elevado a los altares de las encuestas y de los suyos y sobre todo ante un PSOE dándole por hecho su victoria y haciendo quinielas sobre si Gallardón sería o no ministro de defensa o de exteriores y cuál de los candidatos del PP ocuparía la silla que ese día Bono dejaba vacía: Jorge Fernández, Ana Pastor, Arias Cañete o un Jesús Posada que por si acaso sacaba a pasear su candidatura. Y es lo que más gusta en Madrid, los debates nominalistas.

No hubo despedida oficial en el hemiciclo, pero todo en el Congreso rezumaba el aroma de fin de ciclo. Rajoy dejó para los pasillos el proto­colario deseo de «la mejor de las suertes» para quien ya no volverá a ser su contrincante en las urnas y, por momentos, habló como si ya hubiera sido investido presidente, parafraseando a Zapatero: «Estoy absolutamente convencido de que España es un gran país y que, por tanto, va a superar esta situación». Fue el único punto de coincidencia. También el presidente, como en otras ocasiones, hizo gala de ese patriotismo declarativo: «Quiero expresar mi confianza plena en el futuro de este país. Esa confianza viene por lo que ha pasado en los 30 años de democracia y por la capacidad que tenemos en estos momentos de luchar contra la crisis».

Las siete «lecciones»

A Zapatero, que ni siquiera consumió el tiempo de su réplica, la bancada socialista le despidió con una ovación de sus miembros puestos en pie y con el sabor agridulce de una nostalgia anticipada. En la bancada contraria, los diputados del PP saludaron también la intervención de su líder con una ovación cerrada, pero ese jueves se mantuvieron sentados, con el rictus serio de la responsabilidad marcada en sus caras, lejos del jalear festivo de otras ocasiones. Y es que Rajoy le espetó que dejaba “una herencia envenenada”.

Rajoy tiró del más bíblico de los números, el siete, para enumerar «las lecciones para el futuro» que dijo haber extraído del mandato de Zapatero, se presume que a modo de mandamientos de buen Gobierno, aunque las recitó como un rosario de críticas: «La primera es que en economía hay que hacer un buen diagnóstico de la realidad y no engañar. La segunda es que hay que gobernar con un plan, no con ocurrencias, improvisaciones y pensando sólo en las próximas 24 horas. La tercera es que no hay que generar falsas expectativas. La cuarta es que hay que hacer previsiones razonables, tanto de crecimiento como de empleo. La quinta es que no se debe gastar lo que no se tiene. La sexta es que en economía hay que hacer reformas y que no se puede pretender vivir constantemente de la herencia. Y la séptima es que no se puede gobernar sólo por decreto ley».

Zapatero, como quien ya está por encima de los juicios políticos, se limitó a reivindicar -sin levantar la voz- todo el empeño puesto en «el combate durísimo» que ha librado para hacer frente a «la cri­sis más grave desde hace 80 años», sin que España haya caído en el mismo precipicio que Grecia, Portugal o Irlanda -citó los tres países- y contribuyendo, al mismo tiempo, a que «el modelo europeo del Estado del bienestar pueda seguir adelante». Todo eso, se­gún destacó, se ha traducido en reformas que «darán efecto», llevadas a cabo a la vez que se «ha preservado al máximo la cohesión social».

En su adiós parlamentario -no será diputado en la próxima legislatura-, Zapatero volvió a asumir en primera persona la principal responsabilidad por el desbordamiento del desempleo: «Me siento responsable de la muy elevada tasa de paro y, por supuesto, no puede dejarme en absoluto satisfecho». Pero también reclamó el reconocimiento de otro dato que ha caído en el olvido: «Con este Gobierno llegamos a la tasa de paro más baja en la legislatura anterior. Por tanto, alguna circunstancia habrá que explique las dificultades que hemos tenido». Y salió del hemiciclo acompañado de Rubalcaba. La renovación zapateril terminaba con esa foto.

Todos en campaña

Pero, no siendo ya Zapatero candidato, el interés por este último duelo se vio bastante menguado, como pusieron de manifiesto las tribunas de prensa y de público semivacías. Aun así, quien más y quien menos aprovechó para hacer su campaña.

Así, el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, proclamó que corren «malos tiempos para la lírica del autogobierno». Y es que, a su juicio, «parece cuajar un intento concertado (PP-PSOE) para acabar con el Estado autonómico recuperando competencias transferidas.

En el hervidero del pasillo, en la salita contigua, Pérez Rubalcaba le reclamaba al PP pidiera perdón porque la víspera catorce jueces de la Audiencia Nacional habían decidido que no había pruebas suficientes para encausar a los tres procesados del caso Faisán. Y Rubalcaba respiraba pues ese podía haber sido otro boquete más y, quizás el más importante, de una fuga de votos en la inmediata campaña con el agravante de que todos los méritos que había ido acumulando en la lucha contra ETA, quedaban opacados ante la virulencia e insistencia del PP tratando de demostrar que había «colaborado con banda armada» al propiciar un chivatazo para que una serie de miembros de ETA huyeran antes de que llegara la policía. Y se le veía a Rubalcaba encendido en su protesta.

Otro de los temas callejeros de ese día era la huelga de la educación en Madrid contra la presidenta Esperanza Aguirre que había decretado dos horas más de trabajo a los educadores a cuenta de los profesores interinos. Y ahí los sindicatos empezaban a enseñar su cabeza como anuncio de que si ganaba el PP las elecciones uno de los agentes de oposición contra ese nuevo gobierno iba a ser el sindical. Pero nada de esto parecía importarle al candidato Rajoy que ese lunes había presentado un libro con su biografía en un salón a reventar. Entraron 600 personas pero si hubiera habido un salón para sesenta mil, allí habrían estado todos, como así estuvieran ante un nuevo Cristo de Medinaceli que se sentía ya presidente pues hasta Aznar, al lado suyo, le ensalzaba fervorosamente. El poder es una miel que atrae a las moscas de una manera infantilmente boba pues hace que la gente pierda hasta una mínima compostura. Aznar recordaba que había dejado en 2004 el país más prospero de toda la historia de España mientras reclamaba una gran mayoría del PP de cara a la cita del 20 de noviembre. «Rajoy recibirá la peor herencia institucional, económica y social que puede legarse a un gobierno. No habrá nada que poder continuar y sin embargo todo por reconstruir «decía el ex presidente que hizo famoso aquello de «váyase Sr. González».

Menos mal que todavía quedaba alguien en el mundo socialista con más moral que el alcoyano y que ante la virulencia de los ataques y el desfondamiento total del PSOE decía, como lo comentó Elena Valenciano en Ferraz, que había margen para la remontada aferrándose a los tres millones y medio de indecisos que decía estaban a punto de ser movilizados. Pero ya Zapatero para ese entonces estará de “supervisor de nubes acostado en una hamaca y mirando al cielo” como dijo en Moncloa en un acto en homenaje a un catedrático de León, profesor suyo diciendo que así quería pasar el resto de sus días como mejor destino, recordando a Ramón Gómez de la Serna.

Obama es un bluf

Pensé que su figura y su liderazgo iba a ser  otra cosa. Una mezcla de pragmatismo e idealismo, de progresismo y valentía. Pues no. De su actuación nos queda una evidencia: solo piensa en su reelección. Aquella salida  a la televisión desde su despacho jactándose de haber matado a Bin Laden nos  enseñó  a un hombre que actuaba de la misma manera que  como Bush. Wanted. Se busca y se mata. Sin juicio y sin justicia. Demostró  con aquella jactancia que piensa como Maquiavelo  aquel que decía y así lo escribió que el fin justificaba los medios. Pero para actuar así ya tienen los Estados Unidos a muchos republicanos pensando así. Pero de él, esperábamos, otra ética y otra estética. De él esperábamos otra cosa. Nos engañó  y engañó a muchos de sus votantes.

Y ahora vuelve a mostrarnos su verdadera cara con el históricamente enquistado  asunto palestino. El año pasado en la tribuna de la ONU dijo que Palestina requería ser reconocido como un estado independiente y  que él apoyaría este desiderátum. Pero en un año ha permitido todas y cada una de las chulerías de Netanyahu, no ha dicho nada ante las barbaridades israelíes contra los barcos internacionales que llevaban ayuda humanitaria  y que trataban de llegar a Gaza, ni mucho menos ante los asentamientos de colonos  israelíes, ni ante la escalada verbal de los líderes judíos. Ha sido un flete para la extrema derecha israelí que se ha reído de él. Y es que este hombre, como cualquier republicano rodeado de halcones, mira demasiado al lobby judío neoyorquino. Y para ese viaje no hacían falta las alforjas humanitarias que esbozó en su campaña. De él se esperaba algo más. Por lo menos un mínimo de coraje y valentía. Nada ha hecho tampoco en relación con esa vergüenza llamada Guantánamo y cuyo desmantelamiento anunció. Promesas como se ve que ni cumple ni piensa cumplir.

Ayer se desdijo de lo dicho en Nueva York. Quiere que ese estado palestino llegue de la mano de un acuerdo entre palestinos e israelíes. ¡Que bonito!. Lo mismo que decía el presidente  Bush y, que yo sepa, la independencia norteamericana no llegó en virtud de un acuerdo entre Inglaterra y los colonos asentados en Norteamérica. Que se lo pregunten a George Washington. Consejos vendo que para mí no tengo. Y no digamos  nada de cómo trata de  abordar la crisis Siria. Dos varas de medir. Una para Libia, otra para Siria. Se constata con su debilidad que no existe para él la Justicia Universal. Gadafi es el malo. Asad, un dolor de cabeza.

En relación con Cuba, también esperaba algo más de él. Por ejemplo el haber levantado el embargo contra una dictadura de cincuenta años que lo utiliza como argumento. Pero tampoco ha hecho nada.

Obama llegó a la presidencia envuelto en el perfume del cambio, de la valentía, de la generosidad, de la justicia, de la igualdad, del hombre limpio y bien intencionado. Puro marketing. De todo esta tarea pendiente  ha demostrado que no es capaz de hacer  absolutamente nada de nada. Por eso su política ante Palestina no es más que la historia de una inmensa frustración y de un gran fracaso. Como su presidencia. Y todo porque quiere ser reelegido. En definitiva, un bluf!!!.