Jueves 6 de octubre de 2022
Hoy me he acordado de mi difunta suegra con admiración. Y cuento la historia. Es noticia la reunión de la OPEP y la subida del precio del petróleo. La noticia es de gran calado y la prueba ha estado en la presencia de más periodistas en el estudio de Radio Euskadi ante la entrevista que Xabier García Ramsdem le ha hecho al presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra. Venía acompañado del conocido periodista Amatiño
La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) fue creada en los años sesenta y pasa por ser el padre de la iniciativa Juan Pablo Pérez Alfonso, abogado, diplomático, profesor universitario, ministro socialdemócrata de Venezuela, país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Su misión consistía en garantizar la autonomía y el liderazgo de los países petroleros sobre sus industrias frente a los intereses de empresas extranjeras.
Pérez Alfonso fue una autoridad mundial que al final de su vida y de sus reflexiones llegó a denominar al petróleo el “excremento del diablo” por el mal uso que se estaba haciendo de él y las consecuencias a futuro que esto tendría. Coincidía con Uslar Pietri que pedía “sembrar el petróleo”, es decir, invertir en desarrollo e innovación. No sé lo que diría hoy Pérez Alfonso ante una Venezuela arruinada y con siete millones de emigrantes víctima de la corrupción y malversación chavista de su industria principal.
Y ahora viene hablar de Esther Aznar Aguirre, hija del Consejero de Industria del primer Gobierno Vasco. Como consecuencia de la guerra y en coordinación con entidades sociales y católicas británicas, así como del cónsul Stevenson y de la Parlamentaria Laborista Leah Manning, un contingente de varios miles de niños viajaron en el Habana a Inglaterra. Entre esos niños iba Esther y su hermano Santi. Allí aprendió perfectamente el inglés y no solo eso sino taquigrafía inglesa. Era un lince.
El caso es que Pérez Alfonso para sus gestiones internacionales para la creación de la OPEP necesitaba la mejor secretaria en inglés y esa fue Esther Aznar, que vivía en Caracas, con quien trabajó estrechamente en aquellos años boreales de la creación de un organismo internacional de la envergadura mundial de la OPEP. Ella se sentía muy orgullosa de haber estado allí, en el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, trabajando con una autoridad mundial de semejante calado. Me lo contó así en una entrevista que le hice: Como sabía francés e inglés trabajé muy a gusto con aquella personalidad mundial que había creado ese club de países petroleros. Lo hice como si hubiera trabajado toda mi vida y recuerdo que le gustaba que en el despacho hubiera siempre flores con fuerte olor. Luego trabajé con los Boulton, una de esas familias principales de Venezuela, en la Procter and Gamble con Eraso y acabé en la compañía petrolera de la Creole. Me ayudó mucho mi conocimiento de idiomas, gracias o a pesar de que fui una niña de la guerra.
Queda el dato.
