Martes
19 de enero de 2021
José
Manuel Bujanda, donostiarra de la calle Campanario, como mi aitona, ha escrito
un libro dedicado a su aita. Miembro de una familia de gudaris, (su aita y sus
dos hermanos), ha querido homenajear a aquella generación que lo dio todo. Es
un libro que cuenta una vida, la de su aita, y al hacerlo narra lo que fue
aquella tragedia para una generación a la que le truncó su futuro. Uno de ellos
perdió la vida en el frente y el resto de los
hermanos acabó en la cárcel.
Es la
historia de una familia, de unas circunstancias, de una reciedumbre moral, de
la victoria de unas ideas en base a su perseverancia, de los miembros de un partido
que este año cumple 125, entre otras cosas porque tuvo gentes como los Bujanda.
Conocí
mucho a Gerardo, que en tiempos de clandestinidad nos enviaba a Caracas escritos de lo que veía y hacían bajo la dictadura y
que nos servían de crónica para aquella radio que funcionaba diariamente en
onda corta. Posteriormente le conocí como burukide y como diputado.
José
Manuel, el hijo escritor, es un jelkide militante, una persona consecuente y
que además expresa sus ideas escribiendo en distintos medios. Este es su último
trabajo y quizás el más sentido. Ojalá muchos familiares de gudaris y de
personas de aquella generación, hoy casi desaparecida, hicieran lo mismo que
José Manuel para que de verdad la cadena no se rompa. Un pueblo sin historia es un pueblo sin identidad y hay
que recuperarla porque esta historia
reciente nos la han silenciado y ese es el silencio que hay que romper.
José
Manuel nos explica de que va su libro de esta manera:
Es de bien nacidos
ser agradecidos. Vayan
pues estas primeras
líneas a modo de agradecimiento. Eskerrik asko a EGAn,
gracias, muchas gracia y de todo corazón, gracias emocionado y muy sincero a EGAN Revista
Semestral Literaria de la “Real Sociedad Bascongada de Amigos del Pais”
por haber tenido a bien publicar este magnífico ejemplar
suplemento del segundo
semestral de este año
titulado “Ez dago,
ez, idatzita” (“No,
no está escrito”, se refiere al futuro), libro
dedicado a mi aita.
Félix Inocencio Bujanda Sarasola “Inosen”,
nacido en el Barrio Donostiarra del
Antiguo, nacido el 16 de enero de 1915, el segundo
de 6 hijos, tres chicos
y tres chicas. Hijo de Fortunato (nacido en Iguzkitza, Nabarra, pero muy de pequeño toda la familia
de origen político
carlista vino a una
Donostia que comenzaba una incipiente industrialización por la zona de Benta
Berri: Jabones Lagarto, Cervezas El León, Chocolates Suchard etc) y de Luisa
natural de un caserío del barrio Donostiarra de Igueldo, de origen político
Liberal).
El aita Inosen se
acuerda de los esfuerzos de su padre Fortunato, que abrazó el nacionalismo de
la mano del PNV, por evitar en las celebraciones familiares la coincidencia en
la misma mesa de su padre, oficial condecorado del ejército carlista y su
suegro, de un caserío de Igueldo, furibundo Liberal.Inosen, mi aita, de la mano
de su padre Fortunato entró a militar en el PNV desde muy joven junto con sus
dos hermanos Benito y Gerardo.
A raíz del llamado
“Alzamiento Nacional” del
18 de julio se alistó como gudari en el Batallón Saseta
de EAJ, junto con su hermano mayor Benito que llegó a ser Teniente de
ametralladoras del Batallón y el hermano más joven de los tres Gerardo. Los
tres hermanos pelearon en el campo de batalla por la legalidad republicana
vigente, lucharon por la libertad, la democracia y el autogobierno de Euskadi,
mientras sus tres hermanas, Luisi, Paki y Txaro corrieron en el extranjero la
suerte de las niñas de la guerra.
“Inosen” cuando tenía apenas 11 años sufrió un muy grave
accidente, el tranvía
que iba del Antiguo al centro de Donostia y que
les llevaba a las escuelas municipales de la calle Urbieta le amputó una pierna por encima de la rodilla
.Por no pagar el billete y ahorrarse algunos
céntimos abordaban al tranvía a la salida del túnel del Antiguo haciendo
“montadiña”, pero una mañana de lluvia abundante resbaló debajo del tranvía que le amputó
una pierna, los médicos no daban
mucho por su vida) a raíz de aquel desgraciado incidente siempre uso diferentes
piernas artificiales (conocida en casa, y con su “permiso”, como “hanka zaharra”) lo cual no impidió que” Inosen” se incorporase al Batallón Saseta
para ir al frente de Bizkaia siendo
testigo directo del bombardeo de Gernika refugiado
el Batallón Saseta en los locales y
sótano de un convento.
El hermano
mayor Benito murió
en Peña Lemona el 2 de junio de 1937 peleando cuerpo a cuerpo y lanzando bombas de mano, contra
los requetés, muerte de Benito, que para mi aita Inosen y mi tío Gerardo fuè
absolutamente trágica y demoledora. Benito fuè recordado por todos su hermanos
y hermanas a lo largo de todas sus vidas.
La guerra seguía y
así posteriormente mi aita y su hermano más joven Gerardo fueron presos en Santoña, condenados a muerte en primera
instancia (por “incitación a la rebelión”) y luego a largas penas de cárcel.
Mientras mi tío Gerardo conoció
durante años diferentes Batallones de Trabajadores el aita cumplió
condena en el Dueso (Cantabria) y luego Puerto
de Santamaria (Cádiz).
Al salir allá por lo años cuarenta
y pico continuó luchando en la llamada “resistencia vasca” con distintos avatares (huídas espectaculares
de los requetés y falangistas, descolgándose in extremis, pierna artificial al
hombro, por las tuberías de desagüe de la casa, sita en Oñate, donde
preparaba junto con otros
la primera huelga general a finales de los cuarenta en la zona, huelga (la
primera) convocada precisamente por el Gobierno Vasco en el exilio.
A raíz de esa huída
se emitió por parte de la policía franquista una requisitoria de búsqueda y
captura de un cojo, peligro y con gafas. Requisitoria que provocó que docenas
de cojos y con gafas fueran detenidos en Gipuzkoa y concretamente en Donostia, que ingresaron en la tristemente cárcel de Ondarreta. “Inosen” por ello
estuvo escondido un año entero en un caserío del monte de Izarraitz
(Azpeitia-Azkoitia). “Inosen” colaboró durante
años con su hermano Gerardo
(“Jon de Igueldo”) en las crónicas escritas clandestinas que
trasladaban a Radio Euskadi sita entonces en Venezuela. “Inosen” Jamás se
rindió, nunca se alquiló ni realquiló su dignidad de vasco demócrata
profundamente nacionalista y abertzale hasta que murió casi centenario hace muy
pocos años, seis.
Al fallecer el aita,
yo, José Manuel (el hijo mayor) y mis dos hermanos más jóvenes (Arantxa y Juan
Ramón) encontramos casi doscientas hojas suyas en una caja de cartón que
guardaba en un armario de su habitación y en las que relataba
su vida en la calle Matía del barrio del Antiguo,
infancia, juventud, alistamiento, guerra civil, muerte de su hermano mayor
Benito al que adoraba, traslado de la cárcel del Dueso a Puerto de Santamaria,
estancia en la cárcel, salida de ella y posterior resistencia clandestina con
huídas in extremis, ocultamientos etc. A esto le añadía en un euskera pulido,
trabajado y enriquecido, profundas y muy variadas reflexiones sobre los Mitos,
la Utopía, las Mentiras, el Clima, el Liderazgo, el Planeta y sobre todo una
serie de reflexiones en torno a una idea que siempre le sobrevolaba transversalmente:
“el pasado está escrito pero el futuro no, el futuro no está escrito, está por
escribir, es nuestro reto y obligación”, que le da el título al libro en
cuestión. Me dediqué personalmente con paciencia, disciplina y tiempo a
transcribir y pasar a limpio todos sus folios íntimamente manuscritos, el
resultado son 147 páginas que emocionan a sus más próximos.
Mi aita era un hombre
culto, dominaba en distinto grado varios idiomas pues tuvo la “suerte” de coincidir en la celda de la prisión de Puerto Santamaría con el sabio Koldo Mitxelena. Mi aita, “Inosen” era
profundamente religioso pero nada nada clerical, fue toda su vida un demócrata
de una sola pieza, nacionalista vasco sin ambages, abertzale íntegro,
comprometido políticamente que gustaba siempre de tender puentes entre diferentes.
Respetaba a todos, menos
a los autoritarios y fascistas (“los del 36” solía calificarlos). Euskadi con
mayúsculas era su objetivo político, una Euskadi del Zazpiak Bat, soberana (en
lo que se entiende hoy en la globalización del año 20021) una Euskadi unificada
y conformada en sus diferentes administraciones (y diferentes ritmos), una
Euskadi autogobernada de los siete territorios entroncada en una Europa unida pero
respetuosa en su múltiple diversidad nacional, cultural y lingüística. Siempre
fue un Europeísta convencido, sus referencias personales no admitían jamás duda
alguna: José Antonio Aguirre y Manuel de Irujo como genuinos representantes de
una generación única, difícilmente irrepetible y siempre ejemplar.
Mi aita llevaba el
Euskara en lo más íntimo de su corazón (y en sus labios), idioma ( y amor por
ella) que nos lo transmitió a sus hijos desde muy pequeños, nos legó el euskera
convencido de su poderío y capacidad de adaptación a los tiempos modernos. Escribió
en euskara en tiempos nada fáciles, siempre miró a lo lejos, la esperanza de un
futuro mejor fue su guía y sostén. La primera ikurriña clandestina desfiló por
mis manos cuando la descubrí atónito escondida entre los libros de la biblioteca
del pasillo de casa, palabras como Euskadi, Lehendakari, Eusko Jaurlaritza, Aberri
Eguna, Askatasuna etc generaron perplejidad y emoción en el chaval pequeño que
era yo al creer advertir en mi aita la emoción contenida y solemnidad con las
que pronunciaba con tono extremadamente severo y contenido, incluidas miradas
cómplices con nuestra ama, Xixili.
El subtítulo del libro,
subtítulo que puede generar extrañeza tiene una muy simple explicación: “Herren
arriskutsu eta gafadun baten gogoetak”, es decir “Reflexiones de un cojo, peligroso
y con gafas” se entiende al saber que “Cojo, peligroso y con gafas” era parte de
su ficha policial “Rojo-separatista, cojo, peligro y con gafas” era la ficha de
la siniestra policía franquista de la cual hacía gala en casa ante su mujer
Xixili Arizmendi Etxenagusia del Barrio Donostiarra de Añorga) y sus tres
hijos/as en momentos de gran complicidad, buen humor y calor familiar.
Quiero creer que allá lejos donde
dicen que el espacio y el tiempo se hacen uno, y que le llaman eternidad, la
sombra alargada de mi aita pueda observar que aquellas íntimas páginas escritas
de su puño y letra han visto la luz en un libro que tiene como portada su foto.
Euskal lurra arin bekizula aita. Ez adiorik, herri txikien egun handirarte baizik.
Eta, aita, lasai zagoz, katea ez da eten, ezta etengo ere. Agur aita.