Conocí a Pako Larrañaga en Manila. Estaba hacinado en una prisión del estilo de la que aparecía en la película “Expreso de Medianoche”. Condenado a muerte, en cualquier momento podían ejecutarle. Le habían acusado de un asesinato de una joven y de la desaparición de una chica en una isla filipina, en la que en ese momento no estaba. Pero no le dejaron demostrarlo. Y eso que llevó treinta personas a la sala que así lo testificaban. El juicio fue pues una farsa, sin ninguna garantía. Una vendeta política. Pako es nieto de un ex presidente filipino. Pero, uno de los policías que firmó una de las acusaciones, antes de morir, quiso tranquilizar su conciencia y escribió un alegato diciendo que todo lo que había testimoniado era mentira. En Naciones Unidas pidieron la revisión del juicio, pero la justicia filipina no le hizo el menor caso. De ahí que tras la visita que le hicimos en Manila, toda nuestra acción política fue tratar de sacarle de aquel túnel. Y se logró gracias a la presidenta Macapagal que no solo lo trasladó a España sino que abolió la pena de muerte de la Constitución filipina.
Tras aquello le visitamos en la cárcel madrileña de Soto del Real que le pareció un hotel de tres estrellas. Y tras esto nuestra misión se centró en que pudieran trasladarlo a Martutene, para estar cerca de los hermanos de su aita y, en una prisión vasca. Y también eso se logró y Zubia y yo le visitamos el día de San Sebastian, en enero, de este año en la cárcel donostiarra que le pareció un Hilton. Lo recuerdo porque al llegar estaban en plena tamborrada. Pako entonces acababa de llegar, estaba desorientado, hablaba mal el castellano, estaba grueso y se expresaba con pocas palabras. Le sacamos alguna fotografía y nos comprometimos a trabajar en la posibilidad de la progresión de grado. De hecho este año ha salido en dos oportunidades en visitas programadas.
Y hoy, lunes 27, le hemos vuelto a visitar. Previamente hemos hablado en la cárcel con el director en funciones y hemos analizado el caso. Se topan con algo que habla bien de Pako. El se niega a reconocer delito alguno. ”Antes pido volver a Filipinas y morir en la cárcel. Soy inocente y moriré con esta palabra en los labios”. Su determinación nos ha causado gran impresión. Y le hemos visto más delgado, con un castellano muy mejorado, hablando inglés con algunos reclusos, aprendiendo euskera, trabajando en la biblioteca y en la enfermería y manteniendo una conducta INTACHABLE como así nos lo ha hecho saber el director. Es otro Pako, que además este día estaba sonriente pues recibía la visita de sus aitas y familia. Se encontraba feliz este chaval que lleva 16 años en la cárcel y le quedan todavía 36, por algo que no ha hecho.
Nosotros vamos a trabajar en una doble dirección. Buscar que el gobierno español pida al gobierno filipino un indulto y, en el interin, que la justicia pueda trabajar en la progresión de grado.
Esta va a ser una de las encomiendas que trataremos de sacar adelante. El momento político parece propicio. Veremos.