Estuve viendo la película sobre Jorge VI «El Discurso del rey». Me gustó, no solo por su argumento y su realización sino por la normalidad como trata Inglaterra los defectos de sus reyes. Este era tartamudo y la película trata del trabajo de un logopeda australiano para superar este defecto del padre de Isabel II, actual reina, para poder pronunciar discursos ya que, como le dijo su padre Jorge V, los reyes habían pasado de ser una familia, para ser actores de teatro. Y eso requiere unas cualidades mínimas. No me imagino aquí una película sobre la Infanta Elena, su boda con Marichalar y lo que hacen uno y otro en la actualidad.
El martes me vino a visitar desde Madrid un equipo de televisión que trabaja sobre un reportaje dedicado a la Reina. Les ha debido parecer todo lo entrevistado muy ditirámbico y que les salía algo no muy digestivamente creíble porque sabiendo lo que opino de esta familia, la primera pregunta que me hicieron fue cual era para mí el principal mérito de la Reina Sofía. Y les he contestado: «Aguantar a su marido”. Un personaje infiel y muy poco elegante con ella. No sé si lo sacarán. Hoy le he visto en la Pascua Militar y me ha parecido todo patético.
La reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, cuando tuvieron que marcharse al exilio en 1931 y por tanto dejar de disimular, lo primero que hizo fue mandarle a su augusto esposo a paseo. Él vivió y murió en Roma en un hotel y ella en Lausana. Estaba harta del borboneo del Borbón. No sé lo que hubiera hecho Dña. Sofía en las mismas circunstancias.
Lo malo es que ante el 73 cumpleaños del rey este 5 de enero y lo precario de su salud asistimos al montaje de la operación “parejita» que consiste en meternos hasta en la sopa a Felipe y Letizia como diciéndonos: «no importa que los reyes estén mayores y él, enfermo, porque el recambio está preparado». Por eso en su poco visto mensaje de Navidad el rey se ha sentido obligado a decir que seguirá con la misma pasión sirviendo a España. Grandes palabras para ocultar la preocupación que tiene de que lo den a él por amortizado.
Y frente a todo este cruce de puñales, la monarquía inglesa se reinventa con gente más normal que Felipe y Letizia.
Porque la nueva pareja casadera inglesa piensa que los empleados del hogar arruinarían la independencia y la intimidad dentro de la casa que compartirá con su esposa es una idea que ni su padre Carlos ha sido capaz de sacar de la cabeza a Guillermo de Inglaterra. A cuatro meses de su boda, el heredero ya ha avisado a Carlos de que Kate Middleton y él no necesitarán los más de 150 sirvientes que se preocupan de suplir todas sus necesidades en el palacio de Buckingham. Ambos, al parecer, están acostumbrados a valerse por sí mismos en las tareas domésticas.
Así lo han demostrado en los numerosos fines de semana que ya han pasado juntos en una cabaña aislada de toda civilización que Guillermo ha alquilado en Angelsey, al norte de la costa galesa. A pesar de que en sus inmediaciones cuentan con vigilantes de seguridad las 24 horas del día, la futura pareja real no quiere intrusos dentro de su casa.
Algo que aquí sería impensable al verle a la nieta de un taxista, con todo lo que de respetable tiene esta profesión, creerse la reina Victoria. Distancia, reverencias, fondo de armario carísimo, decenas de guardaespaldas, vida lujosa, y todo ésto cubierto con el férreo manto de silencio de una prensa obsequiosa empezando por CNN Plus, ahora cerrada, hasta La Razón. En el fondo pura debilidad y artificio.