Estuve en Semana Santa en Panamá. De ese tiempo es la foto de Naiara con el presidente Ricardo Martinelli, un empresario panameño de padre italiano y madre española que ha estado esta semana en visita oficial en Madrid.
En el desayuno organizado por Nueva Economía dijo que su país crecía al 9,7% y espera hacerlo al 12% en los próximos quince años, en buena parte por la apertura de unas nuevas esclusas en el Canal que duplicará el tránsito marítimo, y las entradas económicas del país, unos cinco mil millones más de dólares.
El país crece tanto que demanda mano de obra cualificada e incluso tripulaciones de aviones para la línea aérea Copa. Tenían 120 aviones y acaban de adquirir cuarenta, es decir, necesitan cuarenta tripulaciones. Con todo lo que esto significa. Pero también dijo que iban a construir una nueva universidad y cinco cárceles más porque las actuales son escuelas del crimen. También un Metro y hospitales, por lo que necesitan médicos y enfermeras. Nos dijo que les faltaban ingenieros y que no quieren ser un paraíso fiscal pero por sobre todo quieren garantizar la seguridad jurídica, algo imprescindible para que el capital extranjero invierta y aunque hasta ahora no han sido un destino turístico, comienzan a serlo. El Canal, la vieja Ciudad, las Islas, las playas. Y le reclamaba a Iberia aumentar de cuatro a cinco sus vuelos semanales.
Hay que decir que Panamá es un país manejable por su tamaño y población pero la actual gestión empresarial, de la que se vanagloriaba Martinelli, le ha dado la vuelta en poco tiempo. No hay paro. En el desayuno, empresarios, periodistas y diplomáticos.
Vino acompañado de su vicepresidente Juan Carlos Vera, de un partido distinto al suyo y con quien gobierna en coalición. Y ante una pregunta sobre su relación con él contestó que se llevaban bien y que si no lo hacian la alternativa era que gobernase la oposición. Al final le saludé al presidente y al vicepresidente que me comentó que el jesuita durangués Carmelo Gorrotxategi les había casado y por el que tenía una gran admiración.
Era una pareja curiosa y una manera distinta de hacer política. Lógicamente toda esta información habría que cotejarla con lo que dice la oposición pero hay datos objetivos sobre el crecimiento de Panamá que dan vértigo. Y recordé como el cónsul D. Germán Gil Guardia Jaén fue el que le salvó la vida al Lehendakari Aguirre cuando éste se escondió en Berlín en 1940. Y recordé también como en mayo de 1983 me tocó viajar a Panamá para organizarle al Lehendakari Garaikoetxea su viaje americano y de como la figura del Nuncio, José Sebastián Laboa, «Josetxo», fue fundamental en aquella estancia ya que era el decano del cuerpo diplomático. Se movía como una anguila y me abrió todas las puertas. El fue quien logró la entrega de Noriega a los norteamericanos tras su invasión. Hoy Panamá vive tiempos mejores. Solo hacía falta escucharle al empresario Martinelli en el interesante desayuno.