Me van a permitir que me remita a las últimas líneas de mi anterior columna. Comentaba el viernes que la presunta propuesta de diálogo del gobierno español al soberanismo catalán era una mala broma sustentada en el principio fundamental de actuación de Sánchez y su gurú de cabecera, Iván Redondo: la patada a seguir. Poco tardamos en tener la prueba del nueve. La misma vicepresidenta-calamidad que dio pábulo (que etimológicamente significa pienso o forraje) a ERC y PdeCAT salió a pinchar el globo del vis a vis. Y según el patrón acostumbrado, lo hizo culpando del fiasco a la contraparte.
No es que sea incierto del todo que los aludidos se hubieran dedicado a marear la perdiz del relator de marras, pero como nos conocemos desde hace tiempo, tenemos bien claro que el frenazo y la marcha atrás en la oferta para sentarse a una mesa atendió a razones distintas. Otra de las características de los actuales ocupantes de Moncloa es que no utilizan globos sonda para ver cómo caería tal o cual medida. Directamente la anuncian con pompa y circunstancia, y si ven que o no es posible o, como ha sido el caso, el populacho se pone de uñas, reculan tan ricamente, y mandan a sus sobaingles mediáticos a la batalla del relato.
Ocurre en este caso que el ultramonte circunstancialmente dividido en tres siglas también tiene sus evangelistas, y bien experimentados en el encabronamiento del personal. Resumiendo, que la carnavalada siniestra de hoy en Colón va a ser apenas el menú-degustación de lo que está por venir. Han hecho presa en lo más blando y no tienen intención de aflojar las fauces. Es mejor que lo tengamos en cuenta.