Dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Y se asegura lo mismo sobre las conversaciones de plumillas con políticos antes de que se encienda la lucecita roja o después de que se apague. Esto último, claro, siempre es según el color del medio y las siglas del político en cuestión. Anda que no habrán sido pocas las veces en que las declaraciones verdaderamente sustanciosas, las que se han difundido urbi et orbi, han sido las captadas al despiste en los instantes previos o posteriores a la entrevista o al canutazo teóricamente oficiales.
Les hablo, por si se están perdiendo, de la publicación, con casi tres meses de retraso, de unas bocachancladas de la ministra Irene Montero sobre la relación entre el pinchazo de asistencia del 8-M y el miedo al coronavirus. Uno, que va para muy viejo, sonríe ante la indignación de quienes sienten como sacrilegio la filtración de un presunto off the record —que no es exactamente una piada de colegueo— y el engorilamiento de los que creen haber hallado un Watergate a la hispana. Ni tanto ni tan calvo. Como tantas veces, basta cambiar los nombres y las adscripciones ideológicas para darse cuenta de que las reacciones serían exactamente inversas. O sea, que menos lobos y más aprender una máxima de varios oficios: nunca hables ante un micrófono cerrado.
Si no fuera por que hay miles de muertos por medio, esto sería un chiste.
No es el problema quien ha filtrado esas desafortunadas e irresponsables palabras, el problema es que los asaltadores de cielos actúan de la misma manera que los discípulos del Cid de Amurrio, en cuanto se trata de posar el culo en el mejor sillón.
En el país de la piel de toro se tiene por costumbre matar al emisario.
Al final la culpa de la insensatez de permitir macroeventos una vez sabido que el bicho acampaba desde mediados de febrero por hipanistan, será de el becario de ETB.
La izquierda hace siempre un gran trabajo en la oposición, pena que cuando llega al poder lo jode todo de la misma manera que la derecha, pero con más engaño.
Interpretado caritativamente, indica a las claras que el gobierno no asumía la magnitud del problema y estaba más preocupado por su sarao institucional que por otra cosa. ¿Es eso criminal? Pues no sé. Pero sí que indica una gran incapacidad.
He intentado informarme en Internet sobre las características de una conversación off-the-record, y creo que en este caso de Irene Montero no se cumplen. En un off-the-record, la fuente informante solicita expresamente al periodista no publicar ni divulgar determinada información delicada. En el caso de Irene Montero, ni ha habido esa petición previa, ni la información que cuenta ella antes de la entrevista es nada que se parezca a una información delicada o, por decirlo de alguna manera, un «secreto de Estado». Por tanto, creo que el periodista tiene en este caso libertad para publicar o difundir lo que quiera, y si a Irene le han pillado o ha dicho algo de lo que se arrepiente, pues lo siento mucho. Saludos.